Si duele no hay aprendizaje profundo
Si duele no hay aprendizaje profundo
El niño regresó de la escuela sumamente triste. ¿La razón? La maestra lo sacó de la coreografía que el grupo presentaría el Día de la Madre, “debido a que ya no había pareja para él”, eso dijo el niño. Razón por la cual, la mamá fue a hablar con la docente. Grande fue su sorpresa cuando esta le explicó que lo dejó fuera del baile debido a que él y otro niño estaban muy inquietos, distraídos y no hacían caso.
En ese momento a la mamá le invadió la vergüenza, pues ella tenía otra versión. Su hijo había ocultado su comportamiento. De cualquier manera, le explicó que ella lo veía muy afectado, muy triste por no poder participar de ese regalo que harían a sus respectivas madres. La maestra sólo amplió la explicación de los sucesos dando por hecho que el niño actuó mal y que esa era la única alternativa. La mamá no atinó a decir algo más en ese momento, sino que regresó a casa contrariada y un tanto confundida.
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Pero no soltó el asunto. Lo reflexionó. Entonces logró clarificar sus emociones y pensamientos, retomó uno de los libros sobre crianza respetuosa que ha estado leyendo, se hizo de argumentos y al día siguiente regresó con la maestra. Le explicó que su hijo estaba triste y arrepentido de lo que había hecho y deseaba participar y las razones por las que ella no estaba de acuerdo con la medida tomada.
“Se portó mal y le he puesto una consecuencia. Todos los comportamientos tienen consecuencias y las tiene que asumir”.
La mamá sabía que tal cosa no era una consecuencia sino un castigo, pues dicha medida había sido decidida e impuesta de manera unilateral, sin antes haber acordado que eso pasaría si había mal comportamiento en el ensayo, había sido excesiva e irracional, por lo tanto, nada educativa.
Las consecuencias lógicas, de acuerdo con Jane Nelsen, co-creadora de la metodología “Disciplina positiva”, debe tener cuatro “R”: ser “respetuosa” (significa que no debe implicar culpa, vergüenza o dolor y debe hacer cumplir cordial y firmemente) y “racional” (o sea, no debe implicar alarde y debe ser justa desde el punto de vista del niño y del adulto), así como tener “relación” con la conducta y ser “revelada” con anticipación, es decir, el niño debe saber lo que sucederá si elige determinada conducta.
“Es que para que los niños entiendan se necesita algo que les duela, de lo contrario seguirán haciendo lo que ellos quieren”, fue uno de los argumentos de la maestra, argumento que desafortunadamente goza de suma vigencia en pleno siglo XXI.
La verdad es que los castigos no generan ningún tipo de habilidad para la vida, acaso la conclusión de que ese que castiga te puede hacer sentir mal, por lo tanto, evítalo.
Las cuatro “R” de las consecuencias lógicas detonan momentos de reflexión, y la revelación anticipada le añade una dimensión de respeto y elección, promoviendo el ejercicio de la libertad y la autonomía.
Cuando a las consecuencias le falta una o más R, lo que los niños pueden experimentar son las cuatro “R” del castigo, de acuerdo con Nelsen:
– Resentimiento: “Es injusto. No puedo confiar en los adultos”.
– Revancha: “Ahora ganan ellos, pero me voy a desquitar”.
– Rebeldía: “Les mostraré que puedo hacer lo que yo quiera”.
– Retraimiento en su forma de cobardía: “La próxima vez no me atraparán” o en su forma de baja autoestima: “Soy una mala persona”.
Aquello de que las niñas y niños para portarse bien requieren de métodos que duelan está basado en la tradición del autoritarismo, pero no goza de evidencia, pues la ciencia concluye en sentido contrario: para que un niño aprenda debe sentirse seguro, confiado, protegido, digno. Y los castigos y métodos basados en el dolor o en el miedo, activan circuitos cerebrales contrarios al aprendizaje, circuitos que activan todo su cuerpo para atacar, huir, paralizarse, o sea para, sobrevivir.
Privar a un niño de la oportunidad de darle un regalo a su progenitora en el Día de la Madre sólo por desempeñarse mal en uno de los múltiples ensayos no puede generar aprendizaje ni habilidades para la vida, sino sólo resentimiento hacia quien castiga, deseo de venganza, y tristeza profunda al no poder regalar un grato momento a la persona de quien depende su vida.
La maestra no cedió. El niño no bailó para su mamá. La mamá le regaló a la maestra el libro de crianza que traía a la mano. “Creo que tendré que irle regalando uno a cada maestra que tenga mi hijo”, concluyó.
Si duele no hay aprendizaje profundo
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