Sábado, 01 Marzo, 2025

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Terroristas

Opinión

Cecilia Durán Mena

Resulta que veintiún fiscales de varios estados de la Unión Americana y que son gobernados por republicanos han demandado al gobierno de Joe Biden que declare terroristas a las organizaciones del crimen organizado que operan en México. El tema es grave por los alcances que implica que los cárteles de la droga sean clasificados como grupos terroristas. No se trata de denominarlos con una nueva palabra o de tratar de asustar con el petate del muerto, pero sí que dan miedo las consecuencias de lo que estos gobernadores le exigen al presidente de los Estados Unidos.

Más que una complicación adicional a la enredada relación entre México y Estados Unidos, que ya de por sí tiene sus procesos laberínticos sobre comercio, migración, trabajo, intercambios, está la crisis del fentanilo y al combate a los cárteles de la droga. Los republicanos han criticado a Biden y ya encontraron otra forma más de atacarlo. Le achacan que el agravamiento de este problema es consecuencia de las políticas suaves de su gobierno en la frontera con respecto al crimen organizado.

Más allá de bravatas políticas, están las realidades y las consecuencias. La realidad es que aquí ponemos los muertos y la sangre y allá los estadounidenses no pueden parar esa terrible necesidad que tienen sus ciudadanos de drogarse y engancharse en adicciones difíciles de abandonar. La consecuencia es según las leyes estadunidenses, si una organización es declarada terrorista por la Casa Blanca como terrorista, el gobierno estadounidense se puede adjudicar el derecho de intervenir en cualquier lugar del mundo contra ellos. Eso no nada más nos pone nerviosos, sino que francamente, da miedo.

El tema no es nuevo. Donald Trump tuvo esa intención y quiso atacar con drones los laboratorios de fentanilo y metanfetaminas mexicanos en plena crisis de opiáceos. Por fortuna, fueron los propios militares de su país quienes lo convencieron de que no lo hiciera. No obstante, ahí está el tema y conforme pasa el tiempo, los republicanos se van enojando, van queriendo echarle la responsabilidad del consumo de las drogas a los productores y no a los consumidores. Este enojo va aumentado de tono de buena parte de los estados gobernados por el partido republicano y van subiendo las presiones que quieren forzar a Biden a pronunciarse y tomar cartas en el asunto.

El presidente de los Estados Unidos es prudente y sabe que este tema tiene aristas filosas, pero tampoco puede hacerse de la vista gorda y entiende que este tema es de suma relevancia porque representa una preocupación legítima de los estadounidenses. Eso apremia también a endurecerse al propio gobierno de Biden, porque, pese a los esfuerzos que se hagan en contra de los cárteles mexicanos y los golpes que pueden haber recibido los grupos criminales, la crisis no da muestras de disminuir, por el contrario.

Si a Biden le aprietan las exigencias de los gobernadores republicanos, si encima por ahí tenemos pendientes como los juicios de Ovidio Guzmán, de Caro Quintero y de García Luna, el escenario próximo se puede poner color de hormiga para México. Toda esta serie de conflictos influyen y aumentan la tensión en la agenda bilateral. No son buenas noticias las exigencias de los gobernadores republicanos. Basta imaginar un escenario en el que empezáramos a ver drones estadounidenses volando por el cielo mexicano y estallando sus armas sobre lo que ellos suponen que es un laboratorio donde se cocinan drogas.

No se necesita ser muy inteligente para darse cuenta de la gravedad de la situación. México no quiere vivir una situación como la de Afganistán después del 11S o la de Irak en los primeros años del milenio. Hay expertos que opinan que es muy poco plausible que nuestros socios comerciales dieran ese paso, pero, no hay que confiarnos demasiado.

Hay que observar y comprender. Con los panegíricos en torno a las organizaciones criminales, las complacencias, el uso de procesos como el de García Luna en Nueva York, para la agenda política interna estamos escupiendo al cielo. Lo único que traerá como consecuencias es que esos mismos argumentos se utilicen en nuestra contra. Y con eso, en México, no gana nadie. No ganaremos con bravatas ni con populismos. Es preciso cambiar el rumbo con inteligencia si no queremos padecer consecuencias. No queremos que el gobierno de Joe Biden que declare terroristas a las organizaciones del crimen organizado que operan en México por evidentes razones.

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