Miércoles, 12 Marzo, 2025

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Todos fuimos testigos

Opinión

Juana Adriana Rocha Luna

Los gritos de Milagros nos angustiaron, sentimos su desesperación, nos contagiamos de su miedo. La reflexión no se limita a “podría pasarme a mí”, se debe tomar en cuenta que toda mujer objeto de violencia atravesó un sufrimiento semejante, que justo en este momento podría desarrollarse una tragedia parecida, aunque sin espectadores.

El día de su cumpleaños número 40 Milagros caminaba rumbo a su trabajo en un Walmart de la ciudad de León.

Al cruzar la calle Lago de Zumpango, en la colonia Granada, fue interceptada por un sujeto que la apuñaló en repetidas ocasiones hasta matarla.

“No fue un intento de asalto”, aseguró Ernestina Meza, madre de Milagros. El secretario de Seguridad, Mario Bravo, confirmó que en efecto no le arrebataron ninguna de sus pertenencias.

Todo apunta a otro feminicidio. Uno más, que habría pasado desapercibido de no ser por la viralización del video del crimen, grabado por una cámara de seguridad.

Mucho se habla de la normalización de la violencia. Asesinatos como el del pasado jueves ocurren todos los días y las reacciones son apenas perceptibles. En esta ocasión, la muerte de Milagros fue vista por miles, en toda su crudeza, exhibió la realidad sin filtros, sin las narrativas a las que estamos acostumbrados, exhibió la crueldad a la que todos estamos expuestos, la vulnerabilidad que nos convierte en potenciales víctimas.

A los ojos del mundo

Si nos mostraran imágenes de todos los asesinatos que se cometen en nuestro estado (hasta 10 al día), tal vez no fuéramos tan indiferentes a la crisis que enfrentamos y que parece rebasar la capacidad de las autoridades.

Hablemos en específico de agresiones contra mujeres. Entre enero y junio de 2023 el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registró sólo seis feminicidios.

En cuanto a lesiones dolosas, en el mismo periodo se reportaron 4 mil 29, todas en contra de mayores de 18 años. Guanajuato ocupa el segundo puesto a nivel nacional tan sólo por debajo del Estado de México, que registra 7 mil 788 casos.

Al igual que sucede con las víctimas de desaparición, las cifras opacan de cierta manera las historias detrás, se nos habla de números, no de personas, y escuchamos y leemos datos tal como nos enteramos de los pronósticos del clima.

Los casos que se convierten en fenómenos mediáticos dependen de varios factores, uno de ellos, su viralización, posible gracias a las redes sociales. El crimen de Milagros nos reveló que presenciar sin censura, descarnado y en toda su brutalidad un delito, estremece y por desgracia genera mayor empatía. Ver, más allá de enterarnos por las fórmulas periodísticas o rumores, nos pone en los zapatos de la víctima.

Y así, los gritos de Milagros nos angustiaron, sentimos su desesperación, nos contagiamos del miedo. La reflexión no se limita a “podría pasarme a mí”, se debe tomar en cuenta que toda mujer objeto de violencia atravesó un sufrimiento semejante, que justo en este momento podría desarrollarse una tragedia parecida, aunque sin espectadores.

Contradicciones ‘naturales’

A diario, ‘scrolleando’ en Twitter o Facebook, vemos decenas de fotografías de personas desaparecidas, y no siempre las compartimos. Tenemos que admitir la imposibilidad de memorizar todos esos rostros, toda esa información. Las fichas de las alertas Amber y Alba son tan comunes como los anuncios publicitarios y los memes que encontramos al abrir cualquier plataforma.

Por otra parte, el rostro de Miguel, agresor de Milagros, se compartió a lo largo y ancho de México. La sociedad se solidarizó de inmediato.

No es válido comparar ambas causas, pero tal vez sí su impacto. En la búsqueda de Miguel, la esperanza de un final lo más justo posible alentó a la ciudadanía. En la búsqueda de los desaparecidos la experiencia nos habituó a que pocas veces, casi nunca, hay un desenlace favorable. Todo desemboca nuevamente en la normalización.

Hay una contradicción escalofriante. Sí, las imágenes de Milagros desangrándose en plena calle conmocionaron a internautas alrededor del mundo. ¿Pero qué hay de quienes a pocos metros del punto donde fue apuñalada no acudieron en su ayuda?

En la colonia Granada se registran asaltos, pero jamás un hecho como este, refirieron vecinos.

Durante varios segundos los gritos de Milagros fueron lo único que se escuchó en la calle, a una hora en que probablemente muchos habitantes de Lago de Zumpango se preparaban para salir rumbo al trabajo o la escuela. Resulta desconcertante, hasta improbable, que nadie se diera cuenta de lo que ocurría. Pero antes de sembrar innecesarias culpas, debemos reconocer que el temor a involucrarse y convertirse en víctima colateral de la violencia también nos lo ha sembrado la experiencia.

O quizá todo sucedió muy rápido, pero al atestiguarlo nos pareció eterno.

Lo superfluo: La difusión del feminicidio de Milagros contribuyó a la pronta captura de su victimario, que desde el viernes está en manos de las autoridades.

Lo profundo: Se dice que Miguel se entregó por temor a ser linchado. En este clima sangriento, de rabia, tal como podemos ser víctimas, podemos convertirnos en victimarios.

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