¿Un obispo distinto?
¿Un obispo distinto?
Monseñor Fidencio López Plaza, o ‘Fide’, como se le conoce en su natal San José Iturbide, en 2015 fue nombrado obispo de San Andrés Tuxtla, Veracruz, llegaba precedido de una buena reputación como sacerdote sencillo y comprometido con causas sociales. Luego, en septiembre del 2020 fue designado al frente de la diócesis de Querétaro. Esa decisión papal sorprendió por tratarse de una sede controlada históricamente por corrientes muy conservadoras.
Solo el tiempo mostrará qué huellas logra dejar en esa estructura religiosa que vive el decisivo dilema de conectarse con la historia y sensibilidad contemporánea o seguir quedando pasos atrás. Ha trascendido que grupos de poder con arraigados intereses en esa diócesis se resisten a cambiar, pero comienzan a observarse algunos signos novedosos que anuncian pudiera estarse gestando una nueva época, lo cual sería de suma trascendencia considerando el inmenso espacio espiritual que sigue llenando la iglesia católica en las regiones guanajuatenses y queretanas que forman parte de ese territorio diocesano.
Hace una semana, el obispo Fidencio López Plaza visitó la Sierra Gorda guanajuatense, sorprendió su sencillez y cercanía en contraste con la imagen que ahí se ha cultivado de los prelados de ese rango, y es que sus antecesores se envolvían en una burbuja inaccesible y se rodeaban de protocolos que los hacían sentir distintos al común de los mortales.
En su recorrido no se percibió ese tufo virreinal en el que siguen instalados muchos ministros de la Iglesia Católica y que es secundado por toda una legión de políticos que también se solazan en los privilegios del poder. Grata sorpresa fue que por primera vez en la historia un representante de la Iglesia con esa jerarquía, mostró rasgos de humildad genuina. Esto es particularmente significativo en una zona donde todavía el grueso de la población mitifica las figuras de autoridad, y no se diga las eclesiales, circunstancia que suele ser aprovechada por muchos vivales.
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Una cuesta muy complicada…
C omo señales de una nueva ruta evangelizadora que solo el tiempo habrá de confirmar, en su paso por Victoria y Xichú incluyó una visita a la comunidad más alejada de la cabecera, en el primer caso fue Álamos de Martínez, colindante con Rioverde; en el segundo, la localidad Tortugas, donde solo hay una decena de familias y cuyo acceso por carretera solo es posible rodeando hasta San Ciro, San Luís Potosí.
Hasta la década de los setenta, ese lugar fue un paso obligado para los arrieros que pretendían llevar sus productos a la huasteca potosina o a poblados queretanos. Con sus bestias cargadas de jarrones, telas, yerbas, canastas, frutos, ahí en Tortugas solían pernoctar para rehacer las fuerzas y enfrentar el desafío de ascender aquellas enormes montañas donde serpentea la llamada ‘Cuesta del Borrego’, una dura prueba para llegar a la cima y luego ir más ligeros a donde venderían sus productos y comprarían maíz y piloncillo.
Luego de recorrer brechas accidentadas donde hubo hasta múltiples ponchaduras de llanta, la estancia del obispo Fidencio López Plaza en esa comunidad no podía ser más simbólica, pues es una cuesta enorme y muy complicada la que deberá transitar si pretende que en el territorio a su cargo la Iglesia deje atrás la mentalidad medieval y franquista que hoy predomina, y se acerque a los aires frescos del siglo XXI.
Solo el tiempo dirá si tuvo fortaleza para perseverar, pero de ser así hará un inmenso aporte histórico, pues la espiritualidad renovada puede constituirse en el último y más importante dique que contenga la creciente descomposición social.
Una decisión sorprendente…
Como parte de los signos que están sorprendiendo a feligreses y observadores de lo que acontece al interior de la Diócesis de Querétaro, y cuyos impactos llegan hasta el noreste de Guanajuato, este 4 de febrero se emitió un comunicado en el que se vuelve a habilitar para el ejercicio como sacerdote católico a don Luis Ugalde Monroy, quien fue expulsado del clero hace casi 50 años, debido a que inspirado por la teología de la liberación, junto con otros sacerdotes, pugnó por la vocación social de la Iglesia, trabajo en las periferias, y como parte de su convicción y labor cercana a la gente humilde, promovió un movimiento cooperativista que alentó la creación de cajas populares como respuesta a la voracidad de banqueros y prestamistas. Esa situación molestó a grupos pudientes, y el entonces obispo Alfonso Toriz Cobián, al no poderlo doblegar, en 1975 le retiró la licencia sacerdotal.
Don Luis Ugalde Monroy ya cumplió 96 años de edad, y en lo que parece ser una enmienda de aquel acto represivo y un reconocimiento a su labor e integridad, medio siglo después el obispo López Plaza lo acaba de habilitar como sacerdote adscrito a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en la Ciudad de Querétaro, también lo designó Responsable Diocesano de la Pastoral del Cuidado Integral de la Creación.
Esta noticia seguramente ha sacudido a los núcleos más duros y conservadores de esa estructura diocesana.