Miércoles, 12 Marzo, 2025

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Un proyecto de nación

Opinión

Cecilia Durán Mena

Hace pocos días, escuché que el presidente López Obrador comentaba que un periodo sexenal no era suficiente para concretar un proyecto de nación. Tiene razón. La construcción de un país necesita de ejes de concordancia que sigan adelante sin importar quien esté en la silla presidencial, la ideología política o la pertenencia a cierto movimiento ideológico. Todos los mexicanos —todos— sin importar nuestro credo, tradición, origen, preferencia, filiación anhelamos un México próspero. La prosperidad es un plan a largo plazo.

            Las miradas cortoplacistas que un día van a la derecha y luego a la izquierda, que destruyen lo que ya se construyó por el sólo hecho de haber sido idea del anterior matan la prosperidad. Me encantaría ver un país en el que todos los mexicanos somos prósperos que no es lo mismo que ser ricos. En México hay muchos ricos, muchos multimillonarios que aparecen en las afamadas listas de revistas internacionales y también hay muchos pobres. La distribución de la riqueza es desigual aquí y más allá de nuestras fronteras.

            La prosperidad, en cambio, busca un crecimiento económico que sea inclusivo, sostenible y digno. El crecimiento económico es un factor esencial para el desarrollo de un país. Si queremos un país próspero, es decir, con un ritmo de progreso sostenido y boyante que tenga finanzas favorables, en las que el emprendimiento, la industria, la creatividad, la excelencia y la innovación sean los detonantes de avance, nos tenemos que poner de acuerdo.

Hay que comprometerse en serio con esos elementos comunes que nos fuerza para crear la nación a la que todos aspiramos como mexicanos sin importar si somos conservadores o liberales, rojos, blancos o verdes, bellos o feos, fifís o chairos. Se trata de cuidar los factores que nos ponen en una ventaja competitiva y que nos ayudan a tirar hacia adelante.

Ya en los años ochenta, Miguel de la Madrid instituyó el Proyecto Nacional de Desarrollo a partir de la consulta popular más grande de la historia en aquellos tiempos. Su intención era mirar al largo plazo, a ese que construye una nación. A esa línea de tiempo que no se puede dibujar en un sólo sexenio. Eran los tiempos de un México con fronteras cerradas que correría en por las rutas de la globalización, que soñaba con integrar una sociedad con Canadá y con Estados Unidos para conformar la zona económica más poderosa del mundo.

De la Madrid supo que no lograría su aspiración en el tiempo de su mandato. Sería Carlos Salinas quien concretara ese anhelo. La firma de lo que se conoció como TLCAN o NAFTA nos comprometió a una serie de responsabilidades que se cumplieron en sexenios posteriores de Zedillo —que pertenecía al mismo partido que sus anteriores—, de Fox y Calderón que eran oposición, y parte del sexenio de Peña —otro priísta— hasta que se renegociaron las condiciones en las que hoy nos encontramos y que se han asumido, a veces de buena gana y otras pujando, por el gobierno Morenista.

Una de las reticencias a las que se enfrentó López Obrador cuando estaba en campaña fue precisamente, el miedo que muchos sectores en México sintieron por ese cambio de proyecto. Los recelos sobre el riesgo de la discontinuidad de las cosas que sí estaban funcionando los aplacó Romo en aquellos tiempos. Pero hubo un giro que buscó un cambio que frenó la continuidad. Se disolvió el Estado Mayor Presidencial, se frenó la construcción de un aeropuerto internacional para la Ciudad de México, se atentó contra la inversión en energías limpias, se optó por energías fósiles. Y, aunque entiendo que mucho de lo que se cambió tuvo que ver con una visión muy personal del mandatario, hay ejes que debieran ser comunes y respetados más allá de ideologías, por un simple hecho: son buenos para el país en su conjunto, no para un sector.

Los proyectos de nación que nos presentan quienes sustentan una candidatura a la presidencia de la República chocan entre sí. Claudia tira a la izquierda, con una propuesta colectiva y a seguir con la construcción de la 4T; Xóchitl a la derecha busca impulsar el crecimiento con apoyo al emprendimiento, a las energías limpias y Álvarez Máynez tiene una visión de legalizar las drogas y combatir la delincuencia. Cada uno de ellos quiere un México mejor y en todos esos planes hay buenas ideas. Debiéramos exigir a cada uno que se acuerden esos ejes comunes de concordancia para conseguir prosperidad.

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