Vida universitaria
Hay muchas voces apocalípticas que afirman que la universidad tal como la conocemos está llegando a su fin y desaparecerá como si se tratara de un artilugio que ha dejado de tener vigencia. Me entristece ver que, incluso muchos académicos, además de múltiples medios, revistas y estudios que se sustentan como serios vayan siguiendo esta corriente. Independientemente de que el tema merita una reflexión profunda hay una verdad incontrovertible: las universidades son de las instituciones más longevas que existen.
La universidad desde siempre ha sido un lugar donde se forjan las ideas que darán forma al mundo y donde se forma la personalidad profesional de los jóvenes,. Es el espacio glorioso donde la docencia y la investigación se dan la mano y el saber se comparte, y donde se proyecta el futuro técnico y científico de quienes la conforman. Entendida así, la universidad no está destinada a desaparecer, ni por mucho.
Lo que si está destinado a desaparecer son estas opciones que han frivolizado el saber, estos modelos en los que estudiantes y académicos se disocian de las ideas y los debates. La universidad como centro de encuentro de inteligencias no desaparecerá, pero debe, adaptarse más que a los cambios tecnológicos, sociales y geográficos, a la lucha por dejar de frivolizarla. No se trata de centros de recreo, ni de lugares en los que se expenden títulos sin mérito. Son espacios en los que se reta a la inteligencia.
Ver nota: La periodista Nuria Fernández será la nueva directora del DIF
Por supuesto, la vida universitaria no dejará de existir, de ser así, se empobrecería la Humanidad. Hay quienes opinan que el formato o modelo para transmitir los diferentes saberes sí que debe cambiar, como ha cambiado el mundo entero. No sé. La forma de hacer bebés para traerlos al mundo se ha transformado, no obstante, la manera tradicional sigue siendo la mejor y la más disfrutable. Se habla constantemente de innovar, pero es importante entender que las innovaciones no deben ser sólo mobiliarias, utilitarias, ni mucho menos frivolizantes. La vida universitaria ha de afrontar, principalmente, los retos del del aprendizaje para toda la vida.
Es triste darse cuenta que muchos estudiantes aprovechan la vida universitaria para todo menos para adquirir conocimientos. Jóvenes que prefieren la fiesta por encima del aprovechamiento, que buscan una nota más que el saber, que están más enterados de cuáles son los lugares de moda que de entender las tendencias del mundo; profesores que adormilan a sus estudiantes, que repiten el mismo tema, como si no hubiera nada nuevo que aportar, que copian y pegan la lección y aportan poco o nada; instituciones que están más interesadas en que suene la caja registradora que en tener una misión formativa.
Hoy, los conocimientos teóricos son ya ilimitados y al alcance de todos. Entonces, muchos se preguntarán ¿qué caso tiene? Peor aún, la pregunta adquiere relevancia cuando nos damos cuenta que un título universitario no garantiza mucho: no es reflejo del mérito de lo aprendido ni es subterfugio para asegurar una vida mejor. Me parece que la clave está en educar para la vida y enfocar los esfuerzos en torno a lo que es realmente la persona humana.
Según Newman, la vida académica ha de ayudar a analizar sin obsesión, a resumir sin simplificar, a adentrarse apasionadamente en cada tema de pensamiento y a abandonarlo con agilidad y prudencia cuando es necesario. Así se toma relevancia la ambiciosa herencia que ha de dejar la universidad en el siglo XXI: lograr en cada estudiante una mente libre. Vaya que hace falta
Entonces, los profesores cambian y se convierten referentes de vida y acompañantes de cada alumno, con facilitaqdores que caminan de la mano de la razón, que encienden la curiosidad, avivan la reflexión y el cuestionamiento, y que forjan el el pensamiento necesario para discernir y elegir. La vida universitaria no es la del exceso juvenil sino la que brindaa elementos que templen el carácter y contribuyen a acrecentar la vida intelectual y un mejor mañana.