Voces en extinción
Los idiomas evolucionan. Así como aparecen nuevas palabras (neologismos), se incorporan de otros idiomas (extranjerismos), se trastocan otras (abusado por aguzado), también las hay que dejan de usarse. Todo eso pasa para que un idioma poco a poco se modifique.
Hoy me centraré en las que se están perdiendo. Por alguna razón, dejamos de recurrir a ellas. Algunas veces se debe a que se sustituyen por extranjerismos (emparedado por sándwich). Pero hay otras que empieza a sonar extrañas y deja de agradar. Un claro ejemplo son las palabras cuyo, tal, cuan y al futuro del subjuntivo de los verbos.
El libro Metodología del Aprendizaje señala que de los aproximadamente cien mil vocablos expuestos en el Diccionario de la lengua española, DLE, en México hemos reducido a solo 250 palabras nuestra habla cotidiana. Quizá, terminaremos por medio entendernos mediante imágenes (memes o caritas).
Para no pensar, la gente prefiere rellenar formatos (machotes) que redactar. Así no se preocupa por vocablos precisos. De esa forma los hablantes no enriquecen su vocabulario o dejan de buscar fórmulas adecuadas. A ello se suma, la ausencia de lectura.
Así, la costumbre hace más frecuentes oraciones como «Sufre de una enfermedad de la que se desconoce su origen» o «La policía liberó a un empresario de una casa de seguridad donde los secuestradores estaban por ejecutarlo».
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Esas mismas oraciones podrían ser más expresivas al usar cuyo: «Sufre de una enfermedad, cuyo origen se desconoce» y «La policía liberó a un empresario de una casa de seguridad, cuyos secuestradores estaban por ejecutarlo». La palabra tal tiene varias acepciones, según el DLE. Me parece que solo sobrevive en la expresión «¿Qué tal?» Sin embargo, se ha usado para formular oraciones como «Tal cual» (de la misma forma); «Tal fue su destino» (ese fue su destino); «Un tal Pedro vino a buscarte, con Fulano de tal y Perengano de tal (para referirse a personas desconocidas). Estos usos son ya poco frecuentes, al menos en México.
La voz cuan corre la misma suerte. Originalmente imprime a la oración intensidad o grado: «Ahora sabrás cuán grande es mi amor por ti». En el habla coloquial se enunciaría «Ahora sabrás qué tan grande es mi amor por ti». Sustituirla por la palabra qué le da sentido de exclamación; pero cuán deja de manifiesto la intensidad.
Del futuro del subjuntivo, solo sobrevive en dichos viejos y en algunas leyes: «A la tierra que fueres, haz lo que vieres» o «No será registrado, quien no presentare la documentación». Ese tiempo imprime un futuro de probabilidad a la oración. Actualmente se enuncia «A la tierra que vayas, haz lo que veas» o «No será registrado, quien no presente la documentación». Efectivamente, ambas oraciones se entienden, pero han perdido matiz porque los tiempos están en presente y no futuro de probabilidad.
La pérdida de vocabulario es tan grave que hace unos días apliqué a unos alumnos del último grado de licenciatura un examen y debí definir palabras como coacción y eximir por ellos desconocían su significado. En verdad, lamentable.
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JRP