Volver a las aulas, directrices de alto riesgo
Con una estela especulativa sobre la disposición de volver a las aulas a finales de enero del 2021, estaremos cerrando el año y preparando otro periodo vacacional en el encierro. Cual sutil sondeo para pulsar las reacciones de la comunidad educativa y la misma sociedad, ha sido planteada la posibilidad de reabrir las escuelas para volver al modelo educativo presencial.
Resultado de los tanteos políticos de la vuelta a la escuela, voces de diversos segmentos sociales se han alzado inconformes con lo anunciado, resaltando lo contradictorio de la medida cuando el espectro del riesgo se encuentra ensombrecido por los casi 66 millones de enfermos en el planeta y el millón seiscientas mil muertes, aderezado con los 110 mil fallecimientos que el país registra y el ritmo abrumador de los mil nuevos contagios diarios de nuestro estado.
Sin lugar a dudas que se debe abrir un foro de análisis y valoración del status del sistema educativo, de las repercusiones de mantener las escuelas cerradas y del impacto en el logro de aprendizajes, mediante la concurrencia de los órganos colegiados de la estructura educativa, padres de familia, autoridades sanitarias, protección civil y expertos epidemiológicos, para la elaboración de la hoja de ruta que garantice la seguridad de estudiantes y cuerpos docentes y directivos.
Al parecer somos muchos los que consideramos que la afectación a los procesos de formación de nuestros niños, niñas y adolescentes ya toca fibras preocupantes, pues la incertidumbre del modelo a distancia pareciera llevar navegando la educación entre corrientes ficticias de operación regular y la cruda realidad de brechas cada vez más distantes entre los segmentos escolares privilegiados y los vulnerados por las condiciones adversas de acceso a la interacción educativa.
Sí, ya los chicos y chicas se encuentran abatidos física y emocionalmente por las limitaciones sociales y académicas del confinamiento, quizá muchos ya denoten conductas de riesgo socioemocional, tal vez algunos ya han sido alcanzados por el virus y las secuelas funestas del mismo, quizá el abandono y la deserción escolar ya sea preocupante, probablemente la desgracia del desempleo y las necesidades familiares estén acosando a los estudiantes en sus prioridades de vida, pero se debe reflexionar a mayor profundidad.
Quizá sí sea urgente ya regresar a las aulas, para poder brindar un servicio educativo más cercano y de mayor control de los procesos de aprendizaje curricular, pero igualmente se debe alertar sobre el impacto en la dispersión del virus que el incremento de la movilidad desatará. Volver a la dinámica de escuelas abiertas, implicará tráfico y aglomeraciones por los desplazamientos que la entrada y salida escolar requerirán, así como la reactivación comercial que colateralmente habrá de enlazarse.
Abonando al tema de la urgente necesidad de redinamizar la escuela, para mitigar los daños que la crisis del Covid19 ha provocado al mundo, la UNICEF plantea a manera de sugerencia obligada el cuidado del aprendizaje que reduzca la brecha digital, la garantía del acceso a la salud y vacunas asequibles, la protección de la salud mental sin abuso ni violencia, asegurar el acceso al agua potable y la higiene de espacios escolares como condiciones para la vuelta a las aulas.
Pensar en reabrir escuelas reclama la existencia de un plan gubernamental muy cuidadoso y responsable, que garantice: condiciones de mínimo riesgo de contagio, salvaguarda de los servicios y suministros esenciales para un comportamiento saludable del contexto escolar, acceso al agua y productos sanitizantes, protocolos de actuación y monitoreo constante de riesgos. Hoy urge un plan emergente de contención, recuperación e implementación de estrategias educativas para salir sin peligro al encuentro de la realidad pandémica.
La preservación de la niñez, adolescencia y juventud, es garantía del futuro de una nación.