El Santuario de Guadalupe en Acámbaro: obra maestra que alberga joyas artísticas


El Santuario de Guadalupe en Acámbaro data del siglo XVIII y además de ser una joya arquitectónica, alberga un destacado acervo de arte sacro
Onofre Lujano Sotelo
Acámbaro.- El culto a la Virgen de Guadalupe es una de las tradiciones más importantes de México, y Acámbaro no es la excepción.
En su obras literaria “Acámbaro colonial” el escritor Pedro Rojas detalla con pulcritud la obra del templo de la Virgen de Guadalupe, ahora llamado santuario.
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‘La Morenita’ adquirió auge nacional a partir de la construcción del Santuario monumental que le dedicaron a la villa de su nombre en la Ciudad de México. Este estuvo a cargo del maestro Pedro de Arrieta entre los años de 1695 y 1709. Y Acámbaro, como otras muchas localidades, también edificó un templo a su devoción.
Este se ubica en la cabecera de una angosta manzana, a dos cuadras hacia el norte del convento franciscano. Se le dio vista al sur y ante él quedo una plazuela, hoy convertida en jardín público (jardín Independencia, antes Plazuela de Guadalupe).

El Santuario de Guadalupe en Acámbaro data del siglo XVIII
El autor refiere que se trata de un templo de los edificados como secuela del convento, es decir, a su estilo, entre los años 1749 y 1772. La determinación de la época resulta de las analogías de los elementos formales que presenta, tanto con algunos del convento como de la “Casa Sámano”, que es de la segunda fecha.
Décadas más tarde sufrió una modificación, pues le agregaron contra el frontis un pórtico o nartex sotocoro que culmina en forma de torre centrada. Este agregado obedece a su vez a la secuela de una obra neoclásica. La construcción la llevó a cabo el maestro criollo Francisco Eduardo Trasguerras del Templo de el Carmen de Celaya, acometida entre 1802 y 1807.
Su origen remoto se halla en el planteamiento del frontis del templo carmelitano del Colegio de San Ángelo, obra de Fray Andrés de San Miguel y realizada a partir de 1615. La parte original del edificio corresponde a la composición más frecuente del templo colonial de tamaño medio y usos parroquiales.
Su interior es de planta de cruz latina dividida por tramos: tres desde la entrada al crucero con sus brazos y finalmente el ábside rectangular. Los tramos tienen bóvedas de aristas y el crucero ostenta cúpula octogonal sobre pechinas y linternilla en la cúspide. La entrada está dispuesta en la contraparte del ábside y sobre ella aparece la bóveda sotocoro.
La fachada del frontis estaba flanqueada por un par de torres campanario de las que se conservan solamente los cubos. Contra esta se desplantó el nartex sotocoro neoclásico, que consiste en un pasaje transversal al eje del templo con tres arcos sobre pilares al frente y otro a cada lado, un segundo cuerpo con tres vanos frontales y encima, reducido a la zona central, un cubo que sirve de caja al reloj y enseguida un campanario octogonal. Unas pilastras y dos entablamentos así como formas de frontones imprimen el sello del estilo al agregado.

Santuario goza de un estilo arquitectónico magistral
La cúpula, en la que actualmente se nota deteriorada y con fisuras, en su construcción casi no presentaba motivos de interés. Se limitan a estribos esquineros del tambor una cornista y remates de copa sobre éstos. Y la linternilla, que ordinariamente era una composición clásica y aquí así se le ve con sus vanos arqueados y el orden toscano, columnario, coronado por remates de bolas.
El templo cuenta con un pasaje a la sacristía, situados ambos al oriente del ábside. En ellos hay ciertas obras se arte que permiten establecer la relación que guardó la construcción con el convento franciscano.
La sacristía tiene puerta al exterior cuyo marco es del estilo básico del convento. Las jambas son de pilastras y traspilastras, del tipo Toscano y con fustes cajeados y moldurados. El dintel es una faja con esas mismas labores y doblada en escuadra por los extremos, descendiendo al encuentro de los capiteles de las jambas. Una generosa cornista descansa sobre la platabanda.
Unos florones embellecen los capiteles y un medallón sobre querubín y rodeado de hojas, que contiene el monograma AMR (María Reina), luce contra la clave. La platabanda de esa portada es semejante a la de los marcos de las puertas interiores de la “Casa de Sámano”, la principal residencia particular del pueblo, fechada en 1772, y es análoga a las más sencillas de algunas puertas interiores del convento.
Aparte de la estructura arquitectónica, el santuario contiene estas dos obras de interés artístico: un lavabo situado en el pasaje de ábside a la sacristía y una tela que ocupa toda la pared el fondo de data última, sobre la cajonera.

El lavabo: joya artística a la vista de todos
El lavabo del santuario en Acámbaro es una verdadera obra de arte y significados. Se ubica a un lado del altar principal de la Virgen de Guadalupe. La obra empotrada tiene una serie de accesorios de un lavamanos del siglo XVIII.
El lavabo es una obra de orfebrería. Es un desplegado de labor de talla menuda hecha en piedra para ocupar toda una pared y cuya parte superior es un medio punto. Cuenta con cuatro pequeñas pilas 3ª, un nivel y la cuarta centrada y en el inmediato superior. El desplegado incluye motivos litúrgicos asociados a un complejo conjunto de formas de fantasía.
El diseño y la tola del lavabo son de la misma clase de la hornacina de la escalera del convento, también dedicada a la Guadalupana. El diseñador compuso el conjunto mediante la división del trasfondo entres niveles y seis líneas verticales.
Dotó a las pilas de soportes, los que como ellas aparecen semiempotradas. Los de las pilas inferiores son cabezas de columnas que se pierden esta obra de fantasía y el de la superior es una pilastra estípite.

Arbol genealógico de Jesucristo: otra de las ‘perlas’ del Santuario
La pintura del árbol genealógico de Jesús, es uno de los cuadros que la gente en su mayoría no ha visto. Esto ya que se encuentra en espacio privado del Santuario de la Virgen de Guadalupe en Acámbaro. Sin embargo, la pintura recientemente exhibió en la Ciudad de México, donde también la restauraron.
El Santuario de Guadalupe atesora pinturas murales del renombrado pintor de arte sacro Pedro Cruz Castillo. El recinto también resguarda un interesante óleo del siglo XVIII que representa el árbol genealógico de la Virgen de Guadalupe. Este último lienzo se conserva como anónimo, y es una ‘maravilla’ de Acámbaro.
Este lienzo de estupendas proporciones transmite un sentimiento de inmensa paz. Se dice que se realizó en el primer tercio del siglo XVIII por un célebre pintor que pasó varios meses realizando infatigablemente con esmero e inmenso amor, la magnífica pintura barroca que legó a Acámbaro.
Y así, al pasar del tiempo, una mañana finalmente se develó aquella enorme y magistral pintura. El pueblo de Acámbaro quedó maravillado al admirar aquella obra llena de arte y esplendor de aquel estupendo pintor novohispano.
“De esta forma en aquel año de 1731 hubo grandes fiestas por los 200 años de la Santa Aparición por todas partes del territorio de la Nueva España. Famosa se volvió aquella enorme y magistral pintura del árbol de María, la cual por siempre se conservaría llena de esplendor, en el histórico pueblo de Acámbaro como fraternal legado de un ilustre hijo quién al pasar del tiempo se convertiría en un célebre pintor”, dice sobre la obra Leonardo Amezcua en su libro “Acámbaro Antiguo: Leyendas y Sucedidos”.

El misterio del autor de la pintura aún intriga a Acámbaro
A través de las redes sociales se realizan comentarios de que Posiblemente el pintor mencionado pudiese ser Diego de Cuentas.
Aunque el lienzo tiene rasgos y características del famoso pintor Cristóbal de Villalpando. Él era muy famoso en el siglo XVIII y tiene una obra similar al interior de la iglesia de Santiago Apóstol en Tuxpan, Michoacán.
A partir de Jessé, padre del rey David, se representa la línea genealógica que lleva a la virgen María, y, por tanto, a Cristo. Este es representado en esta pintura como un niño coronando a la Virgen debajo de Dios Padre y la paloma del Espíritu Santo.
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Completan el cuadro en la parte superior ángeles, músicos y en la inferior, dos escenas: la de Moisés y la serpiente de cobre que tenían que mirar para salvarse aquellos israelitas en el desierto que habían sido picados por los reptiles; y la del pecado de Adán y Eva en el Jardín del Edén, por el cual el hijo de Dios se sacrificó, según la tradición bíblica.

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