Ladrilleras de León: entre contaminación, adicciones y bajos salarios


Don Isidro lleva toda su vida en ladrilleras de León, pero la contaminación de la que los acusan no es en absoluto su único problema
Óscar Jiménez/ Karla Silva
León.- Todo el tiempo, Don Isidro manipula una pequeña hoja que cortó de un árbol cercano. Se la mete a la boca, le da vueltas, pareciera que quisiera limpiarse los dientes con ella. Todo, mientras platica y espera que caiga algo de trabajo para la ladrillera.
En ese lapso han pasado dos o tres camiones de carga con ladrillos de otros de los espacios que se concentran dentro de la misma zona de hornos; pero con Isidro no hay mayor novedad. Ya es casi mediodía y los jóvenes ‘pupilos’ ya están tirados bajo uno de los árboles haciendo bromas… y también, esperando ‘por si sale algo más’.
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Mientras le da un giro a la hoja dice que todo sube: el acero “ese es de los ricos”, pero el ladrillo no. Se vende en 3 pesos por pieza y lo compara con el ‘gustito’ de echarse un pan al mediodía. “(El ladrillo) debería de estar por los 4 o 5 pesos; el pan lo compras ya en 8 pesos o más, y eso no puede ser”.
Al mediodía ya no hay humo escapando de las ladrilleras, el trabajo inicial termina temprano y sólo se han dejado unos cuantos bloques grises para secarse. Ese proceso puede conllevar varios días, y eso si las condiciones del clima lo permiten; después, se meten a hornear y provocan el humo del que tantos se quejan.
“Empezamos a trabajar desde temprano; primero se agarra la tierra y se mezcla con agua para hacer la forma del ladrillo, y ya después se prende el horno. El horno prendido como tal, dura unas tres horas, desde las 8 hasta las 11 de la mañana, aproximadamente”.
“Acá dicen que se contamina y todo, pero lo que no entienden es que nosotros usamos materiales totalmente naturales. Por ejemplo, esa leña que se ve allá para prender esto, es totalmente natural; más bien con lo que hay que tener cuidado es con los aceites o los productos que llevan químicos, esos sí que contaminan”, dice Don Isidro, antes de darle otro giro a la pequeña rama que había cortado del arbusto.
Batallan con las adicciones
A pesar de que el ‘horizonte’ de las ladrilleras ya luce muy tranquilo cuando la mañana se disuelve, existe demanda de trabajo para la construcción; pero, se batalla con otra gran problemática: los vicios.
En los alrededor de los 200 metros que tiene de frente la zona de las ladrilleras de la zona norte de León, ya no se vislumbra la misma cantidad de jóvenes en el oficio. Al preguntar por qué no hay tantos trabajadores, o si tenía que ver la hora, Don Isidro se limita a contestar que, esa, es precisamente una batalla constante. Pues no hay trabajadores porque ya han sido arrastrados por la droga.
“Trabajo sigue habiendo, pero lo que no hay es gente que le entre porque ya no hay gente acá. Si usted se fija, ahorita ya no hay gente, y no hay porque se los lleva el criko. Esa droga es la que nos quita a la gente”
“Más bien lo que hay que quitar es esa droga, pero no se puede (…) Nosotros vivimos eso muy de cerca, los internados están llenos y ahí es donde está el negocio no acá que nos dejan solos”, señala Isidro.
Le ha dado, otra vez, un giro a la planta que ya mordisquea. Pero no deja de hablar.
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Más de tres décadas entre ‘bultos de arena’
Además de los tradicionales ladrillos ‘colorados’, los hay color gris, así como diversas especialidades de tabique para la construcción. Pero también destacan incontables montículos de arena, escombro y abono.
Al siguiente día, Don Isidro ha llegado al área de trabajo alrededor de las 8 de la mañana. Lo acompaña su esposa, y se han encontrado, precisamente, que uno de los bonches de abono está en llamas -nada que no pudiera detenerse con un cubetazo-.
¿Le aventaron algo o qué?, se le pregunta. “Sí, pasan y avientan aquí los cigarros, se prende esto y es un problema”.
Esto ha pasado en los últimos 33 años desde que Don Isidro participa en labores de la ladrillera. Incluso, este espacio que se encuentra al norte de la ciudad de León y donde se calcula que se encuentren unos 200 proveedores de material del tipo, tiene las mismas décadas en funcionamiento.
Ahora, Don Isidro tiene 45 años, pero sigue masticando las ramas como un jovenzuelo. Los dientes ni se le mueven ni los tiene chuecos… ni nada. Mastica y habla, habla y mastica.
Este viernes es el último día de la semana que, dicen los trabajadores del lugar, se prenden los hornos. Ni sábado ni domingo hay actividades, porque se deja el espacio para cumplir con los lineamientos del gobierno municipal que se han endurecido ante las quejas constantes de contaminación.
“El gobierno viene, mide adentro y demás, y lo sacan todo bien. El problema es cuando lo mezclan con el aire y hacen un relajo. Pero realmente nosotros tenemos todo muy limpio”, menciona Isidro, que desde los 12 años ya ‘quemaba’ para producir ladrillo.

Ven ‘el lado bueno’
Dentro del trajín diario sí hay algo bueno: coinciden dos trabajadores del lugar, que se rehúsan a ser entrevistados, que lo mejor de su trabajo es la ‘facilidad’ de horarios. Aquí no hay quien les diga algo: trabajan cuando pueden, cuando quieren y de la forma que prefieren. Sin horarios, sin muchas reglas. Eso sí, saben que mayor producción es mayor ganancia.
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Don Isidro coincide con ellos, y casi describe las labores como de un espacio de ‘co-work’, de trabajo creativo o algo por el estilo; “Un patrón te dice que debes estar a tal hora, pero puede que no sea buen patrón y que no te caiga, y que te digan cosas y demás. Acá nosotros trabajamos desde la libertad, nosotros sabemos a qué hora trabajar, cuándo parar, qué hacer. Eso ya depende también de lo que vaya saliendo”.
Le da así, la última mordida a la hoja antes de tirarla. Al fondo, ya han prendido un par de hornos que tiran humo blanco que dictaminan que hay trabajo, que el clima ayuda y que, pronto, comenzará la pasadera de camiones cargados de tabique rumbo a una ciudad ‘muy diferente’ que se está construyendo a diario a unos kilómetros de distancia.
Ladrilleras “mueven la economía” en Silao
El alcalde Carlos García Villaseñor consideró como necesario elevar la categoría que tienen los productores de tabique artesanal a la de empresarios, pues se trata de una actividad que “mueve la economía” de Silao.
Al hablar acerca de la tercera posición en la que se encuentra Silao -luego de León y de Abasolo-, en el top 5 de los municipios que concentran más del 50% de ladrillo rojo, dijo que se requiere apoyarlos.
“Al final del día son empresarios que, si los vemos como empresarios y los dejamos de ver como ladrilleros, y elevamos ese nivel hacia lo que realmente son: son empresarios que fabrican un producto”.
Ello conllevaría otorgarles capacitación y tecnificar los procesos, hasta que alcancen el nivel empresarial.
Mencionó que hace más 20 años -cuando fue Presidente Municipal por primera vez- se pretendió que los productores de ladrillo se mudaran a Predio de Lourdes, sin embargo, al concluir su trienio, ya no se les habría permitido.
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“Dejamos un plan para que esas ladrilleras pudieran cada vez ir generando la quema de manera más ecológica. En Silao…con todo el desecho que hay en las empresas, se queman (los ladrillos) con gran parte de esta madera, que hace que no sea tan dañino (al ambiente), como la llanta”.
Son necesarios apoyos
Expuso que una alternativa para reducir la contaminación generada por esta actividad, es el uso de gas. Sin embargo el combustible licuado tipo butano resulta muy costoso.
“Yo creo que lo ideal sería quemar con gas natural”, dijo, al mismo tiempo en el que reconoció que se elevarían los costos de producción, pero “si buscamos un sistema eficiente de quemado…no ese ncarecería tanto”.
Por ello anunció que buscará el respaldo de la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable (SDES) para generar proyectos y se logre un ahorro eficiente en los procesos, además de financiamiento.
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LC