Miércoles, 19 Marzo, 2025

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Música, ejercicio y creatividad: así viven las personas encarceladas en León (VIDEO Y FOTOS)

Tras las rejas, el único camino por seguir es rumbo a la ‘libertad mental’ para sortear el duro paso de los días

Vida Pública

Óscar Jiménez

Música, ejercicio y creatividad: así viven las personas encarceladas en León (VIDEO Y FOTOS) Música, ejercicio y creatividad: así viven las personas encarceladas en León (VIDEO Y FOTOS)

León, Gto.- La única diferencia es la concepción de la libertad. Afuera, hay una vialidad estrecha y de doble sentido por la que se llega al Centro Estatal de Prevención y Reinserción Social de León (CePreReSo); en su desemboque esperan familiares -por trámites-, vendedores, cuidacoches y personal de seguridad (que son el primerísimo filtro).

Adentro, la única oportunidad de libertad es otra: meramente mental, meramente ‘creativa’.

Para llegar a la explanada principal del CePreReSo de León hay que transitar en demasía de filtros. Ni los propios encargados tienen tan presente la cuenta de cuántos son.

- ¿Siempre son una buena cantidad de filtros para entrar, verdad? ¿Cómo cinco o seis?

- La verdad es que sí, son bastantitos

Se pasa por engrosados enrejados en innumerables ocasiones y con apertura coordinada. Que alguien entre o salga, es un trámite laborioso. Antes se tuvieron que dejar en ‘recepción’ las llaves (por ser objetos peligrosos), esclavas o collares y cualquier otra herramienta o artículo personal. Hay que posar a la cámara (para grabación facial) por tres segundos, bajar escaleras y subir escaleras. Saludar a uniformados que cuidan por doquier… y finalmente, llegar al pequeño gran mundo de quienes están privados de la libertad.

En el trayecto: Siempre cuidados, siempre acompañados.

 

Puede ser un lugar amable 

Más allá del proceso de cada interno y sus respectivas sentencias, las personas, en algunos casos, son capaces de recobrar el sentido de la vida.

Así lo manifiesta un -muy- alegre Áxel, mejor conocido como Alexa, y quien se ha presentado como fan distinguido de Gloria Trevi. Incluso, en una de sus confesiones, ha señalado a sus compañeros en la prisión por tenerlos fastidiados porque cambiaría de canción, pero no de artista. “No voy a ser chaquetero”, dice ante la imposibilidad de dejar de seguir los pasos de la Trevi, con quien se identifica.

 

Alexa está en todas las actividades del penal. Al rato juega voleibol, con algunos del muy diminuto grupo (de 8 personas) que se ha confirmado como parte de la comunidad LGBTQ+, y con otros que esperan -en fila- el turno para pasar por sus alimentos de la tarde. Sabe que el ser fiel partícipe de las actividades recreativas le puede acortar la estadía en ese espacio que para algunos puede emular al mismísimo purgatorio.

Cuerpos entrenados, mentes libres 

Así como la libertad para los de afuera es el poder transitar por una u otra calle, optar por tal prenda de ropa, llegar en el transporte público o identificarse con su INE en el acceso principal del centro, para los reclusos, tras los filtros de seguridad, la libertad que queda se concentra únicamente en lo mental: en defender el valor de la comunidad, el predicar con las canciones de Gloria Trevi… o el ejercitarse con objetivos muy puntuales.

De esto último sabe bien Claudio Andrés que desde antes de terminar en el centro ya vislumbraba su faceta deportiva.

 
Tras las rejas, el único camino por seguir es rumbo a la ‘libertad mental’ para sortear el duro paso de los días. 

“Es lo que me gusta”, dice ante la visita de las autoridades del penal, a quienes, aún con el nerviosismo de quien pide algo con el miedo de recibir la negativa, se atreve a decir: “Me gustaría contar con el material necesario para prepararnos para competir como fisicoculturistas”.

Sin duda, la petición sorprende a más de uno.

Pero los encargados de área de inmediato recalibran: hay competencias entre internos de diversos centros, y éstos, ya han participado en las respectivas al acondicionamiento físico.

“Y es que hasta cambiarnos de ropa nos permite salir por un rato de este mundo”, recuerda Claudio Andrés. Y ésta, es otra de las realidades -en apariencia, muy sencillas- pero que se perciben radicalmente diferente desde dentro.

 
“Es lo que me gusta”, dice ante la visita de las autoridades del penal, a quienes, aún con el nerviosismo de quien pide algo con el miedo de recibir la negativa, se atreve a decir: “Me gustaría contar con el material necesario para prepararnos para competir como fisicoculturistas”.

Tras una breve charla, Claudio sigue con el grupo: “Fuerza y disciplina”, son dos de las principales consignas que les hace manifestar a sus ‘entrenados’ durante las planchas que ya han hecho sudar a más de un pupilo… algunos, con la posición ‘jorobada’, en medio de la rutina que simula, por momentos, lo estrafalario de un entrenamiento militar. Qué ironía.

Arte y manualidades: la posibilidad de ‘comunicarse’ con el exterior

Ataviados en los clásicos uniformes color naranja que se conocen más por el cine o las series que por la mera realidad de quienes les portan -y dónde les portan-, un grupo de reos ha optado por otra escabullida hacia la libertad mental: la música.

“Que contagiemos; lo que quisiera que hiciéramos es que grabáramos, desde aquí podemos generar”, les comenta Julio César Pérez Ramírez, director general del Sistema Penitenciario del Estado de Guanajuato; “Podemos hacer un CD, es más, me comprometo a venderles 100 copias”.

 



El grupo de una decena de reclusos se ha centrado en gestionar la compra de un bajo para la banda que se ha conformado, con un guitarrista líder, y que gusta de clásicos de La Cuca y otras bandas del rock nacional. Cantan, y no lo hacen mal a pesar del carraspeo de la garganta.

 

Pero no es lo único. También, con las manos de las que pagan sentencias, se fabrican artesanías: figurines tejidos, atrapasueños, lápices adornados, pequeños bolsos, entre otros aspectos, salen después de trabajarse desde el pabellón femenil. Ahí, un grupo de mujeres que “se ha pasado el conocimiento de cómo hacerlo de generación en generación”, fabrica lo que a la postre se vende en ferias como la respectiva de León o de Irapuato.

 
También, con las manos de las que pagan sentencias, se fabrican artesanías: figurines tejidos, atrapasueños, lápices adornados, pequeños bolsos, entre otros aspectos, salen después de trabajarse desde el pabellón femenil.

“La semana pasada terminamos diario a las 9:00 de la noche por lo de la Feria de Irapuato”, cuenta una mujer que lleva más de 10 años privada de la libertad. Es quien ahora comanda al grupo de aprendices.

“La idea es registrarlo en Marca Guanajuato, para que nos apoyen, pero faltan algunos detalles de calidad”, completa Julio César, quien asegura que la totalidad de los ingresos generados son para las mujeres que han confeccionado los artículos. Desde ahí, hay un ingreso.

Vidas en la cárcel hay muchas y muy variadas. Algunos como los cantantes -aún con guitarras desafinadas-, los deportistas que sueñan con llevar los cuerpos al fallo o las hacedoras de artesanías como capibaras, gokús o florecillas, han optado por el mejor camino: el de encontrar la libertad, al menos, en la mente.

 

Para la libertad física, como ha dicho un joven recluso con 13 años de sentencia por homicidio: “Mientras haya vida, hay esperanza”.

 

EL CEPRERESO DE LEÓN, EN CIFRAS

CAPACIDAD

  • 1 985 personas

POBLACIÓN

  • 1 851 personas privadas de la libertad al cierre de 2024
  • 1 777 hombres
  • 74 mujeres
  • 1 801 de fuero común
  • 59 de fuero federal
  • 628 procesados
  • 1 223 sentenciados


 

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