Apoyo es fundamental
Susana Palomares Olivares, de 55 años de edad, sobrevivió al cáncer de mama con el apoyo de su familia y amigos, sin ellos no hubiera podido enfrentar esta batalla, una de las más difíciles de su vida.
“Me siento afortunada, iluminada por Dios, muy emocionada, tengo emociones encontradas porque pude haber muerto sin embargo Dios aquí me tiene, me salen las lágrimas de haber mirado hacia atrás y decir: hombre, pasé por todo esto he vencido el cáncer y estoy muy agradecida con Dios porque me tiene con vida”, platicó con voz entrecortada Susana. Todo empezó en octubre del 2016, cuando Susana como solía hacerlo cada año, aprovechó las campañas que realizan en un hospital privado por el mes de la prevención del cáncer y se realizó su chequeo anual.
En febrero del año siguiente, en 2017, acudió con los resultados de sus exámenes con su Ginecólogo, que, tras revisar la mastografía y ultrasonido, instruyó que se sometiera a una biopsia del seno izquierdo porque probablemente habría células cancerígenas. El diagnóstico fue confirmado.
“No presentaba ningún síntoma no me le dolía, no había antecedentes en mi familia, al momento de estar sola en el consultorio del ginecólogo y escuchar el diagnóstico yo estaba sola, porque solía hacerme las revisiones sin compañía… Fue un golpe durísimo que no puedo describir, en ese momento sentí un nudo en la garganta inmenso, salí completamente mal, no había antecedentes en mi familia, fue sorprendente”, contó.
La instrucción médica fue muy clara, Susana debía comentar su situación primeramente con su esposo Alejandro y sus tres hijas, Itzel, Natalia y Alejandra, para posteriormente y a la brevedad someterse a una cirugía para retirar el seno izquierdo y evitar que se propagara el cáncer a otros órganos o huesos.
Susana recibió el apoyo de su familia y en abril del 2017, ingresó al quirófano donde un equipo de especialistas retiró las células cancerígenas.
“Fue muy duro porque pierdes el seno, pero ahora digo qué afortunada soy porque estoy viva y puedo seguir disfrutando con mi familia, con mis amigos”.
Tras recuperarse de la cirugía, Susana inició un proceso de seis meses de 16 quimioterapias, 12 sesiones “blancas” y las cuatro últimas “rojas”, las más intensas.
“En la segunda quimioterapia, tal y como me dijo el oncólogo, se me empezó a caer el cabello, lo notaba cuando me bañaba, cuando me peinaba, en la almohada veía los mechones de cabello. Eso fue algo muy difícil, muy duro, ver cómo cambia tu apariencia y en ese momento decidí quitarme todo el cabello… Esta etapa fue muy dura porque se cae el cabello, las cejas, las pestañas, se obscurece la piel”.
Recordó que el tercer día posterior a la quimioterapia era el peor, porque se sentía muy decaída y lo único que quería era permanecer en cama. Pero en esa etapa siempre estuvo acompañada por su familia.
“Mi esposo me decía ‘levántate y vámonos al trabajo’; en la segunda parte de la oficina teníamos una sala y eso fue algo muy importante porque nunca me quede en casa… Una amiga de mis hijas que sufrió cáncer de mama me regaló dos pelucas oncológicas y me dijo ‘cuando te recuperes de este proceso, las donas’ e hice lo mismo con una conocida que pasó por este proceso. Fue un apoyo total de amigos y familiares y es con lo que más me quedo, con ese apoyo incondicional”, compartió.
A cuatro años de la detección de cáncer de mama, desde el 2017 al término de la quimioterapia, Susana acudía a sus revisiones cada tres meses y ahora acude a practicarse los estudios cada semestre; a partir del 2022 serán anualmente.
Afortunadamente y gracias a Dios todo va bien, viento en popa… Quiero pedirles a todas las personas especialmente a las mujeres que acudamos a revisarnos periódicamente, que dejemos ese temor, porque todo se puede solucionar si se atiende a tiempo”, aseguró.