La evaluación en la política
La población en general tiene el deber de evaluar su comportamiento en el cotejo electoral recientemente acontecido, para intentar convertirse en un conjunto de ciudadanos cada vez más al tanto de lo que hacemos y dejamos de hacer por la familia, la escuela, la ciudad, el Estado y el país.
La responsabilidad ciudadana implica respeto a nuestro pasado, como premisa para trabajar en el presente, cada vez más conscientes de los deberes que tenemos como integrantes de una comunidad, sin reparar en la condición que tengamos como: padres, hijos o simplemente como habitantes de una ciudad; como miembros de una familia; como alumnos de una escuela. La edad no debe ser limitante para empeñarse en ser mejores y con ello contribuir al mejoramiento de la realidad por la que todos debemos trabajar.
La población deberá ser consciente de que para mejorar al país, la sociedad en su conjunto: mujeres, hombres, niños, púberes, o ciudadanos en pleno goce de sus derechos, debemos cultivarnos en la idea de ser mejores sin importar el punto de partida. Para asumir con seriedad ese objetivo, es necesario establecer un punto de partida, apoyados en un examen de conciencia sobre el comportamiento habido, en las distintas funciones que se desempeñaron.
La mejoría debe comenzar por el aprecio a los valores: debemos cuestionarnos sobre nuestra conducta en las pasadas elecciones para saber con certeza si cumplimos con el objetivo de las mismas. Los partidos políticos se preguntarían si realizaron el mejor esfuerzo para proponer al electorado las personas idóneas para desempeñar los distintos cargos; los militantes de los partidos, si tuvieron la oportunidad de trabajar para que sus dirigentes cumplieran con el deber moral de impulsar a los mejores como sus candidatos y, los ciudadanos si están conformes con su conducta como electores.
La sociedad enfrenta muchos y graves problemas; quienes queden al frente de las instituciones, deberán asumir la responsabilidad de combatir con éxito la violencia, no sin antes, conocer las causas de la misma. Convocar a los mejores para que recibir de ellos orientación y ayuda, pues las dimensiones de los problemas que aquejan a la sociedad, requieren del concurso de todos los habitantes aptos, para aportar a las soluciones.
La democracia debe ser el instrumento que convierta las leyes en reglas para vivir; no podremos avanzar como sociedad, si carecemos de respeto a los valores, entiéndase: la justicia, la equidad, la solidaridad y la empatía. Todos ellos deben servir de apoyo, para convertir las leyes en responsabilidad de todos. La sociedad debe condenar el privilegio, porque arruina a quien lo otorga y a quien lo recibe y convierte a la sociedad en una masa amorfa que no sabe con certeza a dónde ir.
Los gobernantes deben ser capaces de sacar a la sociedad de su extravío; pero antes, deberán hacer un examen de conciencia, ante lo que demanda, no la sociedad, sino la realidad, que requiere ser transformada para que todos los seres humanos, puedan vivir con dignidad.