Regreso al aula
Siempre he creído que la vida universitaria se nutre en el aula. Más que un inventario de conocimientos, lo que un estudiante se lleva a la vida es lo que escuchó de sus profesores, los debates que se propiciaron en clase, las anécdotas que se oyeron, la diversidad de puntos de vista, la forma en la que se argumenta y contra argumenta. Lo hacía Sócrates en la plaza pública de Atenas tal como lo hacen los buenos maestros del siglo XXI. No obstante, el panorama cambió hace más de un año ante la Pandemia Covid-19. Las escuelas mexicanas, de todos los niveles, suspendieron las clases presenciales.
Los salones y campus cerraron sus puertas y migraron a toda serie de plataformas digitales. Se trancaron las escuelas, pero no la educación. Seguimos adelante. En un suspiro, con mucho esfuerzo y trabajo de miles de maestros, se adaptaron las salas de casas, recámaras y paredes para convertirse en salones de clase. Así, aprendiendo sobre la marcha a usar las plataformas digitales, con la angustia de entrar a terrenos desconocidos, para seguirse desempeñando, logramos que el show pudiera continuar.
Creímos que sería otra cosa, que tendríamos unas vacaciones de Semana Santa extendidas. No hubo despedidas ni un hasta luego ni forma de planear nada. El cierre de instalaciones nos llegó como un decreto de toque de queda, en medio de mucha confusión, preguntas sin respuestas y un creciente nivel de incertidumbre. La pandemia de Covid-19 creció como un animal de tentáculos largos y dañinos que afectó la salud física, psicológica y económica de todos los habitantes de los países del mundo. A muchos ya no los volveremos a ver.
Y, con la misma sorpresa con la que nos vimos encerrados de repente en nuestras casas, con la urgencia con la que nos conminaban a quedarnos en casa, a respetar la sana distancia y a encerrarnos a cal y canto; ahora quieren abrir las puertas de las escuelas y regresar a la educación presencial. Y, aunque la intención es buena y todos estemos de acuerdo que mientras más pronto volvamos, será mejor, no deja de haber resistencia. En México, la velocidad de vacunación es muy lenta y los que sabemos hacer cuentas creemos que si las cosas siguen como están —ceteris paribus— no tendremos condiciones óptimas para volver.
Nos quieren convencer de que se están cumpliendo con todas las medidas de seguridad, incluso nos presumen de una serie de artilugios que de han adquirido para resguardar la salud como tapetes con cloro, recipientes de gel antibacterial, marcos rociadores de desinfectante. Son medidas paliativas para la neurosis. La forma de prevenir el contagio es el uso de tapabocas. Lo demás sólo sirve para generar una sensación de seguridad. Además, ¿quién se va a cerciorar que profesores y alumnos tallen los zapatos en detergente, se laven las manos correctamente o usen el tapabocas como debe ser?
Se pasa por alto la gran rebeldía que existe para usar el cubrebocas. La gente no quiere usarlo y para taparle el ojo al macho se lo ponen de sombrero, lo colocan en la barbilla, lo usan como gorro de la nariz o de la boca: no se usa adecuadamente. Si asumimos esta realidad, ¿quién va a exigir y supervisar esta medida? Será una tarea titánica. Y, dentro del aula, ¿cómo escucharán los estudiantes a sus profesores si no tienen la boca libre?, ¿cómo será la participación en clase?, ¿tendremos que exigir a maestros y alumnos que queden vulnerables para hablar y ser escuchados? Me temo que hay muchas preguntas que quienes quieren precipitar el regreso no se han tomado la molestia de contestar. El modelo híbrido parece un chiste.
Es cierto, el sector educativo está en crisis. No obstante, es imposible desestimar que la situación que vive hoy la educación mexicana es resultado del terrible manejo y fracaso que ha implicado el combate a la pandemia. Todos hemos puesto nuestro granito de arena: estado y sociedad hemos fallado, no ha habido responsabilidad en nuestro actuar. ¿Queremos regresar al aula? Claro que sí, pero queremos hacerlo bien. Hay que ejercer presión al gobierno mexicano y a las autoridades de las instituciones educativas para que tengan una respuesta adecuada para volver. El estado debe implementar una estrategia de vacunación eficiente y nuestra sociedad, amigos, familiares y nosotros mismos tenemos que dejar de ser irresponsables.