Si duele o humilla no hay aprendizaje
Con cierta frecuencia la gente publica en redes sociales las maneras en que “corrigen” o les propinan una lección a sus hijos o hijas. Una de ellas que parece que goza de simpatía, implica exponer al niño.
Tiempo atrás me enviaron uno de estos testimonios al mismo tiempo que pedían mi opinión. El relato es el siguiente:
“Hoy le quisimos dar una lección a mi sobrino, ya que el día lunes se le hizo muy fácil a él y a sus demás amiguitos humillar a una niña de bajos recursos que pasa por nuestra casa por las mañanas y tardes a juntar botes para mantenerse. Sé que es un niño, ¡pero sé que él sabe lo que es correcto y lo que no!! Por eso el día de hoy, a pleno sol, ¡lo llevamos a vender chicles, con un cartel en el pecho y espalda, para que todos vieran el por qué vendía chicles, y qué explicará lo que hizo y entienda el esfuerzo de esa niña para juntar botes todos los días, para vivir. Que sepa que no lo hace por gusto sino por necesidad ¡Él entendió su lección! Y, cada vez que vea a la niña tendrá que pedirle siempre una disculpa y el dinero que juntó se lo entregará a ella. #no_ mas_niños_malcriados!”
Lo que dice el cartel es: “VENDO CHICLES PORQUE HUMILLÉ A UNA NIÑA DE BAJOS RECURSOS”.
No es la primera vez que veo circulando en redes sociales este tipo de métodos que tienen como finalidad hacer entender a los niños lo inadecuado de sus comportamientos. ¿Qué pienso de dichos métodos?
Me parece que existen otras formas de hacerle llegar el mensaje. Definitivamente, no creo que esta sea la mejor, por muchas razones: expone al niño al escrutinio de los demás y a las inclemencias del tiempo, le impone una labor que podría vacunarlo contra el trabajo en la vida adulta al asociarla al castigo, pueden modificar los comportamientos de manera inmediata –sin duda–, pero no garantizan que el niño adquiera un aprendizaje moral significativo, y un largo etcétera.
Son muchos los riesgos que tienen para la personalidad y para la salud mental todo aquel método que vaya contra la dignidad de un niño o niña. Si la medida es experimentada por este como algo denigrante, [email protected] Parentalidad Gaudencio Rodríguez Juárez Psicólogo Si duele o humilla no hay aprendizaje millante, desagradable, doloroso o impositivo, el niño o niña se sentirá en riesgo, en peligro, lo que activará serán estructuras cerebrales relacionadas con la sobrevivencia, con salir de la situación, con ponerse a salvo, no con el aprendizaje.
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No dudo que dejará de burlarse de la niña, pero no habrá aprendido nada de la situación, sino que sólo cambiará su comportamiento para que no lo vuelvan a castigar vendiendo chicles. De esta manera no estaremos contribuyendo a la formación de un ser humano responsable y autónomo sino, un individuo sólo al pendiente de lo que dicte la autoridad y no su propio criterio moral.
“Sí pensé algo así –respondió la persona que pidió mi opinión–, pienso que un niño tiene la suficiente capacidad de comprender un error cuando el adulto tiene la forma de explicar y hacer entender el error”.
Exacto, tal vez tarde más en corregir su comportamiento a través de métodos basados en la reflexión, el diálogo, el análisis de las consecuencias de los propios comportamientos. Pero cuando llegue a entender lo equivocado de su proceder ante la niña y sus circunstancias, lo entenderá para toda la vida, entonces habrá ganado un criterio moral propio, sabrá conducirse bien ante cualquier persona, situación y circunstancia, ahora sin necesitar una autoridad que lo esté vigilando.
Los niños y las niñas no necesitan métodos rudos, dolorosos, ni extremos para ir entendiendo la manera de proceder en situaciones vinculares y sociales. Lo que necesitan son personas adultas a su alrededor que les permitan identificar sus equivocaciones, reflexionar las consecuencias de su proceder, buscar alternativas de comportamiento civilizadas, empáticas y respetuosas, adquirir habilidades sociales, adultos pacientes y sensibles, con capacidad para hacer de una situación oportunidad de aprendizaje significativo, sin pretender modificar comportamientos de manera rápida, sino generadores de una suma de experiencias de reflexión co-construidas con el niño, que un día constituyan una conciencia moral plena. Si duele no hay aprendizaje, si detona reflexión, sí.
Ah, y no perdamos de vista que la categoría de “niño malcriado” no alude al niño, sino a quien le cría.