Por más de 60 años don Jesús ha compartido su legado de la alfarería en Acámbaro
Acámbaro, Guanajuato.- El barrio de la Soledad es uno de los más antiguos de Acámbaro. Este barrio fue creado por los españoles para que lo habitara el grupo Otomí, uno de los que estaban asentados en la región de Acámbaro durante la conquista, junto a los Purépechas y Chichimecas, con la finalidad de cuidar el agua y regular su flujo hacia la ciudad a través del Acueducto.
Este barrio guarda historias llenas de tradiciones que siguen vigentes en las generaciones actuales. En esta parte de Acámbaro vivieron durante años los cueteros, quienes comenzaron la producción de este producto en el barrio. También hubo personas dedicadas a la alfarería que exhibieron macetas, comales, ollas, figuras y otros productos en la calle Prolongación Hidalgo.
"Yo aquí dejé mi ombligo en la cuadra que está en la carretera, ahí nací yo, al igual que todos mis hijos, soy cien por ciento originario del barrio", menciona Jesús Morales Camargo, quien nació en este barrio hace 83 años y siguió la tradición familiar de dedicarse a la alfarería, ya que sus padres se dedicaban a la elaboración de macetas.
“Cuando tenía 15 años, empecé a realizar macetas. Todos los días me levantaba a las 4 de la mañana para preparar el barro. Metía mis pies y manos en el barro. Por eso tengo las rodillas lastimadas, era muy pesado preparar el barro. Pero no solo me dañé las rodillas, también los pulmones, ya que cocíamos las macetas con leña y el horno que teníamos era muy grande. Tuve un cuñado que era cortador de leña, trabajaba en el campo y vivía en Tocuaro. Cuando se casó con mi hermana, comenzó a aprender alfarería. Recuerdo que decía que era un trabajo muy pesado, incluso más que el trabajo en el campo", contó don Jesús.
Señaló que el oficio era duro, pues todos terminaban exhaustos. No solo se trataba de elaborar las macetas, también teníamos que salir a venderlas, cargando en los hombros. Señaló que la alfarería no dejaba mucho dinero, por eso me retiro a una corta edad, a los 30 años, dedicándose a otros oficios como ayudante de albañil.
“En un momento, me fui a la Ciudad de México a trabajar en lo que fuera, pero tampoco alcanzaba el dinero. Así que me fui en busca del sueño americano por muchos años”
El barrio de la Soledad era conocido por ser cuetero y alfarero. A los primeros los sacaron de este lugar debido al peligro que implica la pólvora. La mayoría de los alfareros se trasladaron a la colonia Chicuazen. Tengo entendido que ya nadie se dedica a la producción de alfarería. El último que hacía comales era Antonio Ángel.
“La alfarería no era productiva, a veces no teníamos ni para la leña. Yo salía con mi mamá a caminar por las calles a ofrecer macetas, pero no se vendían tanto. Era más rentable para los intermediarios que revendían a la gente. Nosotros no ganábamos mucho. Siento que esta es una de las principales razones por las que terminó la alfarería en la Soledad. Cuando yo era niño, no había casas del otro lado de la carretera, solo había milpas de maíz, nopales, pirul, mezquite, zapote y magueyes. Yo iba a cortarlos para que mi mamá los echara al comal. Actualmente, hay puras casas. Mi tío Rómulo Velázquez Morales trabajó en la presidencia alrededor de los años 1940 o 1945. En esa época, les pidió a los gobernantes que dieran ese ejido a algunos pobladores para que vivieran allí. Ese lugar ahora es conocido como Las Malayas y también la Chicuazen, él fue quien lo inició”, narró.