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Contra la venta de humo

¿Ayuda prohibir los vapeadores en la lucha contra el tabaquismo? Dejar de fumar es un popular propósito de fin de año, que no suele cumplirse

Opinión

Juana Adriana Rocha Luna

Contra la venta de humo

Se acerca el fin de año. Este fenómeno trae consigo la necesidad de renovación, de cambiar de hábitos y fijarse nuevas metas. Entre los propósitos más mencionados se encuentra dejar de fumar.

Recientemente, las leyes de nuestro país dieron un paso que se pretende disminuya el consumo de tabaco. Una acción sesgada, sin embargo. La prohibición de la venta y distribución de vapeadores y cigarros electrónicos aprobada en el Senado hace un par de semanas, no roza siquiera al monstruo que continúa siendo la industria tabacalera.

Fumar va más allá de la adicción a una sustancia; es una práctica tan arraigada a nivel sociocultural, que un reglamento federal ni escabrosas imágenes en las cajetillas del producto han frenado.

¿Por qué fumamos?

Mientras escribía este texto tomé una pausa para fumar. Entonces recordé la carta que Don Draper, protagonista de la multipremiada serie ‘Mad Men’, envía al ‘New York Times’ cuando su empresa rompe un histórico contrato con Lucky Strike.

El drama, ambientado en la década de 1960, nos muestra la vida en una agencia de publicidad cuyo mayor cliente es la mencionada marca. Todos los personajes fuman, incluso las mujeres embarazadas. Fuman en oficinas, aviones, restaurantes, frente a niños, en salones de belleza, foros de televisión.

Hablamos de una época donde los anuncios vendían el fumar como sinónimo de glamour, incluso como una oportunidad para las mujeres de romper estereotipos. Una época en que la industria trataba de desprestigiar los primeros estudios científicos que relacionaban el tabaquismo con padecimientos como el cáncer.

Lo que escribe Draper en su ‘statement’ es tan poderoso como vigente. Sobre todo cuando se refiere a los cigarros como “un producto que no mejora, que causa enfermedades y hace a la gente infeliz. Pero había dinero en él. Una gran cantidad de dinero”.  El publicista señala algo innegable: pese a todo, la gente no deja de comprarlo.

Comencé a fumar hace 20 años. En aquel entonces, una cajetilla de 20 cigarros costaba alrededor de 15 o 20 pesos. Actualmente el precio es de 85, y se estima que a partir del primero de enero el costo subirá 12 pesos. Los fumadores ni siquiera buscamos una justificación a una acción que afecta el bolsillo, nuestro cuerpo y hasta las dinámicas sociales.

Estamos enganchados a un hábito que conectamos con otros por cuestiones que en ocasiones están vinculadas a la salud mental, a la mera sugestión. Por qué caemos en el tabaquismo es la verdadera pregunta, y no existen políticas públicas que la atiendan como es debido.

Vapeadores, ¿el enemigo?

En los últimos años se popularizó el uso de cigarros electrónicos y vapeadores. Estos artículos surgieron como una alternativa para dejar el tabaco, una especie de transición que no es precisamente un placebo.

Estudios revelan que las sustancias utilizadas en estos dispositivos contienen, entre otros componentes, dimetil éter (altamente inflamable, utilizado en para quemar verrugas), linalool (insecticida) y alcohol bencílico (usado en la fabricación de cremas, jabones y otros productos de limpieza).

Semejante amenaza a la salud de la población no pasó desapercibida a las autoridades, así que prohibir dichos productos parece una decisión sensata.

De acuerdo con una encuesta que elaboró QM Estudios de Opinión para ‘El Heraldo de México’, hecha a 800 personas, el 71% de ellas están a favor de la prohibición, 21% en contra, y el 8% restante se reservó su postura.

Mientras tanto, las empresas cigarreras han iniciado hasta 2 mil amparos contra el Reglamento de la Ley General para el Control del Tabaco. Operan al margen de una ley que ha intentado regular las con medidas insuficientes. Limitarles la publicidad desde 2022, y la crudeza de las fotos que están obligados a incluir en sus empaques, no detiene las ventas.

Las estrategias contra el tabaco parecen enfocadas a los jóvenes. El acceso de adolescentes y hasta niños a estas sustancias, escapa al control de cualquier reglamentación. En las tiendas de la esquina, incluso en casa, la tentación está al alcance.

LO SUPERFLUO: Dejar de fumar es una cuestión principalmente de voluntad. Las prohibiciones poco abonan al problema.

LO PROFUNDO: Los propósitos de año nuevo pocas veces sobreviven al cabo de unos meses. Nada ha detenido a los fumadores hasta ahora.


 

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