Encañonan, roban, tiran al monte… ¿y la autoridad?
(En semanas recientes una oleada de robo de vehículos se ha desatado en los municipios de Victoria, Tierra Blanca y Xichú. Mientras entre la gente crece la duda si el comportamiento pasivo de los responsables de brindar seguridad es por negligencia o complicidad, a falta de acciones eficaces y resultados, a las autoridades les ha dado por difundir ampliamente boletines oficiales disfrazados como notas informativas, donde con oportunismo explotan cualquier suceso para construir artificialmente una imagen de heroísmo policial)
1.-Comenzaba septiembre y con la alegría de dirigirse a sus labores, Pablo “N” abordó su vehículo. En la calle había ancianos y ancianas regresando de misa. Para acompañarse en ese luminoso amanecer conectó el bluetooth al estéreo. La música empezó a sonar. Se estremeció de alegría al pensar en los nuevos proyectos de su labor profesional. Todavía sentía el ímpetu de la juventud.
Había llovido, las flores lucían un amarillo encendido, de pronto un auto sin placas se colocó al frente a baja velocidad, encendió la luz para rebasar, pero por el retrovisor notó que otro auto ya estaba en su costado. En cuestión de segundos lo encajonaron y obligaron a detenerse. Hombres cubiertos de la cara se acercaron. Llevaba los vidrios arriba y los seguros puestos, apuntándole con arma larga, ordenaron: ¡abre! “si quieren el carro llévenselo pero no me hagan daño”, alcanzó a decirles al tiempo que sintió como era arrojado con violencia al asiento trasero de uno de los autos “¡agáchate, no nos veas a la cara!” -dijo el que parecía estar al mando- .
En medio del desconcierto, escuchó que su automóvil arrancó, y poco después hicieron lo mismo quienes lo llevaban sometido. “¿Hacia dónde te dirigías? ¿A qué te dedicas”? “sino haces caso, ahorita veras lo que te puede pasar” El hombre que iba a su lado no dejaba de apuntarle con la pistola, sentía el riesgo inminente de alguna tortura física.
Se detuvieron en un paraje aislado. El del asiento del copiloto recibió una llamada: “¡ehh güey! ya salimos”. “órale, está bien, entonces ya nos vamos para tirarlo”. Como el hombre que lo sometía le apretaba fuerte del cuello, su angustia creció. Avanzaron varios kilómetros, pasando unas bodegas abandonadas dijeron en tono apresurado: “ya por aquí lo vamos a tirar”, otro se opuso “no güey, más adelante”. Al salir de una curva lo bajaron agachado, caminaron hacia adentro del monte, entre una nopalera le ordenaron permaneciera boca abajo durante media hora.
Cuando escuchó que se fueron invocó a Dios. Entre el tumulto de emociones que lo invadían y el llanto asomando en sus ojos, alcanzó a discernir que no debía esperar. Levantó la mirada, a lo lejos se vislumbraban las torres de una parroquia. Amarró bien sus agujetas, se acercó a pedir auxilio en la carretera pero los autos no se detenían. Decidió echar a correr, en el trayecto se iba ocultando entre ramas y huizaches. Luego de un largo tramo, con la angustia desbordada llegó a una vivienda. Gritó fuerte. Los caseros observaron su desesperación. Todavía temblando les contó lo sucedido. Les pidió ayuda para hacer una llamada.
En toda esa secuencia de hechos sintió que había pasado una eternidad, pero desde el momento en que lo despojaron de su vehículo y la voz de su familiar que ya estaba al otro lado de la línea, solo habían transcurrido 30 minutos.
2.-El pasado miércoles por la mañana, una víctima reciente de la delincuencia observó que uno de los carros sin placas que usaron para robarlo transitaba rumbo a la cabecera de Tierra Blanca, municipio a cargo del alcalde Rómulo García Cabrera. Ya días antes, casi se le paraliza el cuerpo cuando vio en esa misma ruta otro de los autos involucrados (esa ocasión más tarde se supo de otro robo casi llegando a San José Iturbide). Siguió conduciendo, al llegar a la altura del CECyTE la policía estaba desviando el tránsito por lo que parecía un accidente. pensó que hacia minutos seguramente acababa de transitar por ahí una de esas personas que le robó su patrimonio y su tranquilidad, pero los oficiales no revisaban, solo daban el paso. Sentía mucha indignación, porque en la policía solo había encontrado negligencia y subestimación de los hechos. Su propia amarga experiencia le permitió experimentar la falta de humanismo y empatía de las instituciones con quienes padecen un delito, además, le resultaba irracional que sumado al ultraje de los maleantes y los daños emocionales, la víctima -cuando por casualidad se logra localizar el auto robado-, tiene que gastar miles de pesos en trámites y viajes a la fiscalía. Lo vivido también le confirmó que los malvivientes actúan confiados en su impunidad. ¿Qué se necesita hacer para que la autoridad cumpla su deber de brindar seguridad a la gente que se gana la vida honestamente? –pensó, mientras salía de aquel embotellamiento.
Pronto se supo a través de las redes sociales, que en ese crucero el tráfico estaba bloqueado porque un conductor no atendió la orden de detenerse y chocó una patrulla. Circuló la versión que se trataba de presuntos delincuentes, y que en el percance estuvo involucrado un vehículo de la SEG, y un supervisor escolar, también regidor electo del PAN en el municipio de Victoria.
Xichú: robo en las narices del alcalde…
A metros del balcón de presidencia donde el alcalde Francisco Orozco Martínez había dado el grito, teniendo como fondo la parroquia y estando la comandancia de policía a pocos pasos, al amanecer del 16 de septiembre, de un costado del jardín fue robado un vehículo Ford fusión Titanium blanco, placas GGC-005-C. Cámaras registraron como sin ninguna dificultad sale del pequeño poblado, posteriormente en la parte alta de la sierra se enfila por la carretera que conduce a Victoria y San Luis de la Paz.
Irónicamente, horas después de cometido ese delito, los policías de las FSPE retomaron su costumbre nocturna de recorrer los comercios de esa misma cuadra, para tomarse fotografías posando con su arma y casco, que luego envían como prueba de que cumplen su deber.
Mientras tanto, el alcalde sigue afirmando que en Xichú “no pasa nada”. Desde su expertise como camionero y comerciante, en ese pueblo todo es verdor, huapango y felicidad.