Gilberto NavarroGuanajuato.- Entre apariciones y brujerías, Juan Carlos López ha pasado los últimos 37 años de su vida, conviviendo hombro a hombro con la muerte como sepulturero, velador y encargado del Panteón de Santa Paula.Proveniente de una familia que siempre ha tenido en la muerte su forma de vida, él forma parte de la cuarta generación de panteoneros.Juan Carlos recuerda que, desde muy joven, comenzó su acercamiento con los difuntos, con una curiosidad infantil que lo llevó a espiar los cuerpos antes de que fueran sepultados.Puedes leer: Cempasúchil, cubrebocas y gel… regresa el cariño a panteones de Guanajuato“Desde niño mi lugar de jugar era aquí el Panteón, porque yo nací aquí enfrente de Santa Paula, cuando a los difuntos los traían a la mesa de descanso, poníamos escaleras para ver el cuerpo, desde niño me acostumbré a ver a las personas sin vida”.Este temprano acercamiento con la muerte lo llevó a ejercer un oficio que no es para los débiles de corazón, el de sepultar a los difuntos en su última morada.Y es que, según afirma el sepulturero, para esta labor es necesario dominar los sentidos y el corazón, ya que no es fácil lidiar en ocasiones con cuerpos en descomposición y tener respeto a los familiares y su dolor.También ve: Saturación de panteones en Valle de Santiago es tema prioritarioSin embargo, dominarse ante la vista y el olor de los cuerpos sin vida, no es lo más difícil de la actividad de sepulturero, ya que en el panteón ha sido testigo de situaciones, a las cuales no les encuentra otra explicación más que sobrenatural.“La primera experiencia la tuve al año de trabajo, me salí a la puerta del panteón y una señora me empezó a platicar que Guanajuato estaba muy cambiado. Cuando me di cuenta que no era normal fue cuando me dijo que iba a entrar a rezarle a sus muertos antes que le dieran las 12 y ya no la dejaran entrar, vi que era una persona de unos 95 años y con ropa antigua, la busqué en todo el panteón y no la encontré”.A esta le siguieron decenas de visiones de movimientos entre las sombras, ruidos y sensaciones que a cualquiera le pondría la piel de gallina.La más común es la de una pequeña niña que escogió las tumbas del camposanto como su lugar de recreo y que al rozar la medianoche corre entre los sepulcros, desde la capilla hasta un añoso eucalipto, donde se desvanece en el aire.Otros de los fenómenos que se encuentran en Santa Paula y que tienen un origen más terrenal, pero no por ello despojado de la maldad del ser humano, son los trabajos de brujería que comúnmente son hallados por los trabajadores.Esto ocurre con mayor frecuencia en las fechas próximas al Día de Muertos, incluso horas antes de la entrevista, Juan Carlos encontró el cadáver de una gallina envuelta en mantas de color negro y rojo.Y es que, entre los practicantes de la magia negra, utilizan la tierra de panteón para hacer maleficios.Te puede interesar: Ante falta de espacios, se saturan los panteones de Celaya“Periódicamente en todos los panteones ocurre eso, que vienen y se roban la tierra del panteón para hacer sus trabajos, entierran sus fetiches en algunas tumbas, salen monos, nos dejan cocos con listones, han llegado a dejar gallinas vivas e imágenes de la Santa Muerte”.Y es que las zonas donde se presentan más situaciones paranormales es la zona del Panteón Jardín, la segunda ampliación y las capillas en las áreas más antiguas en donde se perciben energías negativas e incluso se siente un descenso en la temperatura.No obstante, el convivir a diario con la muerte, situaciones paranormales y brujería, hace que Juan Carlos valore más la vida y los momentos con sus seres queridos.“Le tengo respeto a la muerte, desde que nacemos empezamos a morir, estar aquí y convivir con la muerte nos hace valientes, pero también valorar más la vida, los momentos con la familia, disfrutar a los hijos a mi esposa, porque hay situaciones que se ven aquí de personas que se van de la ciudad y regresan ya cuando no está su familia y es lo que nos hace valorar los momentos”.