León: el mundo subterráneo que pocos conocen y que yace bajo sus pies
Óscar Jiménez
León.- Debajo de lo existente y aún pasados los siglos, la ciudad de León mantiene intacta la leyenda de sus túneles. Que, si se trata de desagües, mecanismos de huida o simplemente no existen, son los factores que se entrelazan y se teorizan a lo largo de la historia.
“En mi familia, por varias generaciones se habló de los túneles. Algunos cuentan haber visto un arco o artilugios. En mi caso, yo excavé en un par de ocasiones y nunca pude comprobar nada, a pesar de que decían que había un pozo profundo. Lo único que encontré en una de las paredes de mi casa fue una trenza de cabello de mujer”, señala José, quien fuera habitante del primer plano de la ciudad hace décadas.
Como él, cientos de ciudadanos leoneses han adoptado como suya, la idea de los túneles que conectaban puntos estratégicos, principalmente, entre lugares religiosos.
Una de las primeras versiones sobre el tema, fue la realizada por el historiador Antonio Rivera Tafoya, que en un libro denominado ‘Anatomía de León’ ahonda en ello. Desde su óptica, los túneles citadinos conectaban la Catedral de León, mientras que se cruzaba la zona peatonal (antes, un cementerio) y se desembocaba en edificios contiguos. Al final, las iglesias del primer cuadro quedaban unidas mediante estas construcciones.
“Lo único que podemos deducir es que los túneles son muestras de ello (búsqueda de refugios y escapar a las persecuciones). Ahí, también, donde se guardaban los tesoros. Donde quedó el oro, la inmensa riqueza, la cual, al término del problema con el culto, los ministros clericales regresan y disfrutan de esa riqueza”.
“Desde tiempos de la Santa Inquisición se buscaba la protección. En esa época de la barbarie de la más cruel herejidad… A partir de entonces, se tenía que recurrir a la protección de las vidas y paralelo a la construcción de las iglesias se edificaban los túneles para ocultamientos y poder escapar de los peligros”, narra el propio Rivera Tafoya en aquel libro.
Esa fue la versión adoptada por una gran mayoría, que explicaba los túneles como un único camino de protección. Además, los habitantes de antaño, de una buena posición económica, guardarían debajo sus riquezas, con el fin de protegerlas de los ladrones; “Los monjes caminaban de templo a la parroquia, a la catedral y de ahí a los conventos por las vías subterráneas”.
El primer templo que se tiene contemplado dentro de la ciudad de León es la Parroquia del Sagrario, donde cerca, se descubriría el primer túnel subterráneo, mismo que se encontraba en la esquina de los pasajes denominados como Domingo Mendiola y Juan de Orozco.
A la postre, antes de que se quemara el Mercado Hidalgo o Parian, se descubrió en el lugar una entrada a los túneles subterráneos; este espacio en particular se consideró como una construcción desde la época colonial.
En estos espacios llenos de misticismo se han encontrado, en diversos momentos, huesos, que según los especialistas no corresponden a las proporciones conocidas a los humanos de la actualidad; “Sino fémures de una raza más elevada que la actual”, narra Gilberto Guerra Mulgado en su libro denominado ‘León, su fundación y sus túneles’, y del cual existe una copia en el Archivo Histórico de León.
Rompe creencias
El anterior cronista de la ciudad, Carlos Arturo Navarro Valtierra, explicó en su momento que los túneles subterráneos -para cumplir objetivos específicos- nunca existieron. “De ahí a que se construyeran túneles expresos para otros fines, yo lo dudo”, dijo Navarro Valtierra, en relación, a más bien, considerar los subterráneos no como túneles, sino como pozos particulares para obtener agua.
“Me es difícil aceptar que se excavaran túneles para resguardarse de los chichimecas; o que en sus adentros se guardaran grandes tesoros, según las versiones que cotidianamente han corrido”, señaló Navarro.
Al final, la historia ha mantenido a los túneles leoneses como una leyenda que se ha avivado en diversos lapsos, como el 26 de marzo de 2014, cuando tras una serie de trabajos de rehabilitación en la calle Emiliano Zapata de la zona centro, se encontró un ‘arco’ que las autoridades e historiadores calificarían como ‘desagües’ pero que volcarían por enésima vez a la ciudad para intentar hilar su historia.
Agua, en escasez y abundancia, da fluidez al mito
Aunque hoy en día se ha recapitulado en el tema por la accesibilidad al agua para la ciudad de León, lo cierto es que históricamente, casi desde su fundación, ha sido un problema recurrente que ha desembocado en teorías. Por un lado, la ciudad -históricamente zapatera, también- se ha visto en la necesidad de lidiar con dos tipos de relaciones con el agua: la primera, a través de las inundaciones ocurridas, principalmente, en distintos años a partir de 1637 y hasta 1971, donde se consideran, por lo menos 11 de gran afectación. En la cara opuesta, León ha lidiado con la escases del agua; esto se demuestra a partir de diversas versiones históricas donde se cuenta la maniobra de los ciudadanos para, desde sus domicilios particulares, poder asegurarle.
“Se trata de zanjones que en la etapa de 1650 a 1700 se fueron adobando, para dar cause de manera profunda y no superficial a los excesos de agua”, cuenta Gilberto Guerra Mulgado en su libro ‘León, su fundación y sus túneles’, en relación a los túneles subterráneos construidos en el seno de la ciudad guanajuatense.
Por ello, las mismas contrapartes de los problemas con el agua en León, han llevado a otras versiones, inclusive de otro hecho histórico como los túneles; en primer término se consideró que a partir de 1649 con la inundación, se trabajó en una especie de drenaje para llevar el agua hacia el Arroyo Machihues o Soledad, pero por el otro lado, se reiteró la otra posibilidad, de que los pobladores del primer cuadro, en un momento de la historia, optaron por construir sus propios pozos para obtener agua.
“Desde su perspectiva, muchas arquerías se han descubierto porque en otros tiempos, el agua existía casi a flor de tierra. Sin embargo, ante el problema del agua que siempre ha vivido la hoy zona histórica, con el tiempo, en cada casa, y en cada solar se fueron construyendo pozos y en algunos casos norias, ahondadas en la medida que las corrientes subterráneas de agua se hicieron mucho más profundas”, refirió Carlos Arturo Navarro Valtierra, excronista de la ciudad.