Entre soldados y furor rojinegro, aficionados demostraron su amor por el León
Fernando Velázquez
Jalisco.- En el estadio Jalisco hubo más soldados que aficionados de León, listos para atestiguar el partido de vuelta de la final de la Liga Mx.
Entre la complejidad para conseguir boletos, su costo y el riesgo que implica ir a la casa del Atlas, cuyas barras se han visto inmiscuidas en varias ocasiones en trifulcas y campales, muchos esmeraldas optaron por verlo en casa.
Otros tantos sí viajaron a Guadalajara, pero lo hicieron de incógnito, camuflajeados, escondiendo el verde, el color de sus amores, para evitar ser cazados.
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Sin embargo, hubo una centena que asumieron el riesgo y, custodiados por policías, decidieron invadir el Jalisco enfundados en sus jerseys verdes y ante la mirada retadora de los aficionados locales quienes los recibieron con mentadas de madre, contestadas airadamente por los leoneses.
Uno de ellos es el señor Alfonso Juárez, que junto a su hijo y sus amigos, pagaron 2 mil 500 pesos por boleto.
Sabe del riesgo que implica portar su playera del León, pero aseguró que es más la fe que le tiene al León de que ganaría. Pronosticaba una victoria 2-1.
Inicia el partido y el Estadio Jalisco se vuelve un sonoro manicomio. Se siente la ansiedad y el nervio acumulado por arrastrar más de 70 años sin levantar la copa.
En un rincón de las alturas, están agrupados los seguidores de la Fiera que de a poco se sacuden el nervio con cánticos que rápidamente son opacados por el rugir rojinegro.
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Transcurren los minutos y termina el primer tiempo. Todo en orden para la visita.
Sin embargo, apenas en el minuto 9 del segundo tiempo, el mayor temor de los verdes se vuelve realidad: gol del Atlas.
Caras largas, manos al cabello o a los ojos como para tratar de que lo recién visto haya sido solo un espejismo, no la realidad. No es así. Los locales han empatado el marcador global. Y ahora sí a sufrir.
El aire huele a tabaco y cerveza, que por los nervios se consumen de forma cada vez más apurada.
Cada tiro de esquina u oportunidad para el Atlas, provoca un súbito incremento de la religiosidad de los aficionados verdes.
En la recta final del encuentro, hasta los policías que cuidan a los esmeraldas han optado por convertirse en un espectador más.
Termina el tiempo regular e inicia el periodo extra. Algunos leoneses parece que prefieren ya no ver. Miran constantemente el reloj, el celular, al desconocido de al lado que solo por hoy es como parte de una misma familia.
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Llegan los penales, un buen escenario tomando en cuenta que León se quedó con un hombre por la expulsión de Emmanuel Gigliotti al iniciar los tiempos extras.
Al final, el Atlas rompió la sequía de títulos, y sus aficionados despidieron con aplausos a la pandilla esmeralda, la cual a su vez contestó el gesto felicitándolos por el triunfo, demostrando que el fútbol, si bien a veces divide, también deja estampas de honor y unidad.
