40 años: con la fuerza de las ánimas
En las velaciones de danzantes concheros como parte de la conexión que se busca con lo sagrado, siempre habrá una veladora separada del resto que se dedica al ‘ánima sola’, es decir, a un difunto o difunta que transita por el infinito sin el abrigo de alguien cercano que haga oración por ella.
Tuve la fortuna de crecer todavía rodeado de relatos inverosímiles. A la luz del aparato de petróleo, del ocote o de las velas, mi madre y mis mayores del pueblo construyeron en mi imaginación una dimensión de lo mágico inasible. En ese plano transitaban lunas, voces, animales, ruidos, siluetas, olores, y por supuesto las benditas ánimas que desde niño aprendí a respetar, invocar y abrazar. Desde entonces escuché en labios de hermosas ancianas con enaguas y mandil una oración que todos los días me acompaña: “Por las ánimas benditas todos hemos de rogar, que Dios las saque de penas y las lleve a descansar, de entre abrojos y cadenas y prisiones infinitas, libra señor de penas a las ánimas benditas…”.
A estas alturas vivo convencido que lo que hoy se concibe como leyendas, anécdotas extrañas o incomprensibles aparentemente sucedidas en los bordes de la irrealidad, no necesariamente pertenecen en todos los casos al reino de la fantasía. Me atrevo a aventurar que más bien en esta época así como hemos ganado en otras destrezas, hemos perdido aptitudes, sensibilidad y capacidad de percepción de otras cortezas y energías del universo, que sí pudieron sentir, intuir u observar nuestros inmediatos antepasados, por ejemplo los míos en la Sierra Gorda, cuya relación con la naturaleza, con el tiempo y el espacio no tenían las mediaciones racionales ni tecnológicas que predominan en la actualidad.
En estos tiempos de nuestra arrogancia digital y cómodo ‘googleo’ del planeta, para muchos debe resultar una locura pensar que uno establezca con sus ánimas un diálogo íntimo, y que estas se conviertan en un manto protector. En parte tienen razón porque finalmente se trata de puentes muy personales que se establecen con el fluir de la vida y de la muerte, y que solo son válidos para quien así lo concibe, pero el que hoy esté en boga lo inmediatista y lo material como reflejos cotidianos en las personas, no descarta que lo invisible pertenezca también al reino de lo posible.
Yo era apenas un adolescente cuando el destino me puso en la circunstancia de acompañar a mi hermano Guillermo Velázquez en sus primeras iniciativas cuando agarró el oficio de huapanguero y trovador de los Leones de la Sierra de Xichú. Me sumé a su pasión por adentrarse y abrazar una tradición milenaria pues algunos de sus componentes enraízan hasta el siglo XII de nuestra era. En ese ímpetu casi delirante surgió la fiesta del fin del año Sierra Gorda adentro, y cuyo momento más iniciático es el combate de los poetas, o ‘Topada’, durante toda la última noche de diciembre hasta amanecer al nuevo enero.
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Estamos cumpliendo 40 años de esa extraña fantasía a la que junto a mucha gente serrana le invertimos amor y trabajo durante meses. Más de alguna persona se sorprende cuando al preguntarme cómo hemos llegado hasta este punto, les comparto mi única respuesta personal verdadera y posible: con la fuerza de nuestras ánimas.
Del primer difunto de la tradición que tengo indicios es de un violinista del semidesierto potosino nacido en 1834, es decir hace casi doscientos años. En dos siglos es inmensa la cantidad de vareros y poetas difuntos. Tan solo en lo que ya me ha tocado vivir se cuentan por decenas. Todavía este 2022 se fueron otros tres músicos virtuosos y entrañables que conocí apenas saliendo de la infancia.
Sé que es difícil entenderlo para quienes no tienen la paciencia o convicción de abrir con más amplitud su espíritu, pero cuando uno atraviesa cierta línea del tiempo y de la experiencia, las motivaciones frente a la vida cambian, y para mí, que he sido parte de esta historia de cuarenta años, las razones y propósitos para sostener espacios como la Topada de Xichú y todo lo que envuelve esa fiesta, no son ordinarias ni de orden ‘cultural’ convencional, finco el impulso en mi humilde y llana necesidad vital de honrar y abrazar mis ánimas del pueblo donde nací, de la sierra que es mi casa grande, de algunas ciudades donde he estado, y de buscar en ellas, en las ánimas, energía, fortaleza y luz para este preciso instante y para el amanecer de mañana.
P.d. (La programación de la edición 40 del Festival del Huapango Arribeño y la Cultura de la Sierra Gorda, la puede encontrar en: Facebook: Huapango Arribeño Xichú. Instagram: Huapango Arribeño.
P.d. Mi gratitud a los lectores que se asomaron a Divisadero este año. Les deseo mucha salud y alegrías para el siguiente. Nos leemos en enero.
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JRP