Actos de sedición
Parece que estamos viendo una serie de televisión con un guión muy malo. Da la impresión de que vemos una película de acción, de esas en las que hay muchos efectos especiales y actores pésimos, pero es la realidad. Las fotos que circulan de los hechos que sucedieron en el Capitolio, sede del Congreso de los Estados Unidos son para no creerse y, sin embargo, no son ficción. Son reales.
La imposibilidad que tiene Donald Trump para aceptar su derrota sirvió de germen para la cruel provocación. Sus partidarios causaron lo impensable, lo que sólo sucede en esas producciones de Hollywood: un ataque al Capitolio de Estados Unidos. Fuimos testigos de cómo, una turba violenta, con más fuerza que la Policía, expulsó a los miembros del Congreso de sus cámaras mientras debatían el conteo de los votos electorales. ¿Hasta dónde puede llegar la frivolidad y la necedad de un sujeto?
Los efectos de amplio espectro resultan ridículos, pero son muy dañinos. Pareciera que estamos presenciando el berrinche de un niño chiquito que no entiende las consecuencias de sus actos, pero se trata del presidente de los Estados Unidos, nación que ha sido ejemplo de democracia para el mundo. El hombre al que le dieron el manubrio por los sufragios, parece estar determinado a destruir las vías democráticas. Es muy lamentable ver los niveles tan pobres que se exhiben desde Washington, D.C.
La responsabilidad de este acto de sedición recae directamente en el hombre al que le confiaron el honorable papel de ser presidente de los estadounidenses. Este hombre ha dejado evidencia suficiente de que su permanencia en el cargo representa una grave amenaza para la democracia estadounidense. Ya desde antes se habían visto semejantes muestras, pero los últimos actos lo muestran de cuerpo entero. Las voces en diferentes niveles claman al unísono: debe ser removido del cargo. ¿Apenas se dieron cuenta? Sin embargo, no podemos olvidar que Donald Trump llegó en forma legítima a la primera magistratura de su país.
Por esta razón, es lamentable el espectáculo que está dando. Hay muestras de que Trump alentó a la turba y luego, en vez de denunciar de inmediato la violencia y pedirles a sus partidarios que se retiraran, emitió dos tuits apáticos y vagos en los que les pidió que siguieran en paz. Gracias a los ruegos de algunos republicanos que lo llamaban a la mesura, finalmente subió un video en el que le invitó a las personas que se fueran a sus casas, no sin antes insistir en las mentiras que alimentaban a los vigilantes ilegales. No conforme, justificó los disturbios al tuitear que: “estas son las cosas y los eventos que suceden cuando se roba con saña y sin contemplaciones una victoria electoral sagrada y aplastante”. Así las cosas.
Por supuesto, los actos del presidente Trump se pueden clasificar como de sedición. Sedición es un término que deriva del latín y se refiere a un levantamiento grupal contra los gobernantes, las autoridades o el orden vigente. Lo curioso es que estas arengas trumpistas buscaban ir contra el gobernante —que es él— para perpetuarlo de una forma por demás ilegítima como habitante de la Casa Blanca. Si la niña es risueña, para que le hacen cosquillas. El galimatías de terror lo provoca él.
Ni modo que alguien hubiera creído en la civilidad de Donald Trump y que hubieran pensado que se iba a ir como un caballero. Ya falta poco para que se vaya. Son muchos, como la junta editorial del ‘Washington Post’ y de ‘USAToday’, los que sostienen que cada segundo que Trump conserva los amplios poderes de la presidencia, hay una amenaza para el orden público y la seguridad nacional. Sugieren al vicepresidente Mike Pence, —quien tuvo que ser sacado del Senado para su propia protección—, que invoque la 25 Enmienda, declarando que Trump está “imposibilitado para desempeñar los poderes y obligaciones de su cargo”.
Insisto, parece que estamos viendo una mala película de Hollywood, en la que los efectos especiales superan las buenas actuaciones. Los protagonistas no están a la altura, los fanáticos no entienden de razones y hay muchas luces y explosiones. Observemos y aprendamos la lección.