Sábado, 11 Enero, 2025

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Amor y ciencia ante la traumatización infantil

Opinión

Gaudencio Rodríguez Juárez

Amor y ciencia ante la traumatización infantil

Mi primer trabajo como psicólogo comenzó hace más de veinte años y lo realicé durante más de una década en una institución residencial para niñas y niños menores de seis años de edad en situación de maltrato extremo. Y aún después de concluir mi labor en dicha institución continúo trabajando en el tema. Ahora acompañando a los equipos operativos y directivos de las residencias que solicitan mi apoyo, asesoría y acompañamiento.

La última intervención de contención y capacitación realizada, me deja ver que la realidad en cuanto a capacitación y formación universitaria no cambia; la academia continúa sin dotar del conocimiento y herramientas que las y los profesionales requieren para atender a niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia, con historias de trauma, producto de la vulneración de sus derechos fundamentales.

Los equipos que atienden a esta población en las instituciones residenciales, también llamados centros de asistencia social o casas hogar, suelen caracterizarse por la entrega, la pasión y la buena voluntad. Pero, como menciona la investigadora en el tema Nieves Pereira, no basta con el amor en esta labor, junto a ella se requiere ciencia: “Amor, para comprender al niño y quererle personalmente con todas sus características, tal como es, y ciencia para resolver el caso concreto de cada uno”. Conocimiento que cada día se produce en centros de investigación prestigiosos del mundo, pero que no fluye suficientemente hacia nuestro país (ni hacia Latinoamérica), ni hacia las personas que lo requieren para su quehacer.

Las niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia llevan siglos esperando protección y atención integral que sea humanitaria, afectiva y oportuna, tal y como ya se mandata en los reglamentos operativos de más de alguna institución residencial y hasta en algunas leyes. Pero, cambio de discurso no significa cambio de prácticas de protección y cuidado. Para que tal cosa suceda se requiere capacitación y formación humana basada en evidencia, con estrategias pedagógicas que generen aprendizajes significativos, en una temática nada sencilla debido a lo dolorosa que resulta, pues se trata de cuerpos y mentes de niñas, niños y adolescentes rasgadas por la violencia que, al estudiarlas, acompañarles, protegerles y atenderles hacen eco en las propias heridas, traumas y rasgaduras del profesional que los atiende. De ahí la importancia de saber de qué está hecho el trauma, sus causa y consecuencias, para entonces abordarlo con sumo cuidado y tino.

Las niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia atendidos en instituciones residenciales tienen derecho a contar con un resguardo y protección, a través de un espacio que brinde seguridad y garantice el proveer de la atención multidisciplinaria y el respeto a sus derechos fundamentales.

La evidencia científica acumulada nos permita conocer el grave daño que genera la violencia, el abandono, la negligencia y la exposición de niñas, niños y adolescentes, así como la gran responsabilidad de las y los profesionales e instituciones que les proporcionan la atención integral en un entorno residencial.

También contamos con amplia investigación que permite conocer las dinámicas de las familias de las que vienen estas niñas, niños y adolescentes, familias con múltiples problemas y en riesgo social. Y, lo más importante, las investigadoras e investigadores están trazando los caminos para la atención de esta población y el abordaje del trauma complejo que suele ser parte de su biografía.

Sabemos también de la capacidad de recuperación y resiliencia del ser humano, la cual tiene como condición la existencia en el entorno de sistemas de protección, instituciones y profesionales capacitados y, por lo mismo, capaces de ofrecer la intervención oportuna y pertinente para cada caso.

Hoy contamos con información que posibilita la atención adecuada, que empuja y permite ofrecer una protección y atención de calidad y tino para la consecuente recuperación.

Sabemos que lo que provoca el hundimiento no es el golpe, sino la falta de apuntalamiento afectivo y social que impide encontrar tutores de resiliencia. La adecuada capacitación de las y los profesionales a cargo de las niñas, niños y adolescentes en las instituciones residenciales es fundamental para convertirse en tutoras y tutores de resiliencia y, en ese acto, acabar con el sufrimiento de una población que muchas veces queda invisible a los ojos de la sociedad, y que día a día sigue esperando que la garantía de derechos sea una realidad en sus vidas.

JRP

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