No te hago caso
Aún existen profesionales del comportamiento humano dedicados a la crianza que recomiendan ignorar a las niñas y niños cuando estos están haciendo una pataleta. “Absolutamente nada que sea pedido a través de un berrinche, debe otorgarse”, le escuche decir a alguno de ellos.
El “berrinche” es un concepto utilizado para referirse de manera un tanto despectiva al desbordamiento emocional que viven niñas y niños traducido en comportamientos caracterizados por la desorganización, la impulsividad y la fuerza: llorar, gritar, patalear, tirarse al piso, etcétera.
¿Debemos ignorar a una niña o a un niño en este estado? Si deseamos que se ahogue sólo con sus emociones y nunca aprenda a regularlas y si deseamos que su cerebro se mantenga inundado de cortisol en niveles e intensidad, afectando las conexiones sinápticas y las neuronas, la respuesta es sí.
La verdad es que madres, padres y cuidadores no desean perjudicar ni inhabilitar emocionalmente a sus hijas e hijos. Sucede que la crianza, al día de hoy, sigue basada más en creencias y tradiciones (algunas de corte autoritario) que en evidencia. Y es que el estudio específico en el tema (acuñado bajo el concepto de parentalidad positiva) tiene pocas décadas, y aunque existen resultados de su práctica, estos no han sido difundidos suficientemente.
La parentalidad sigue sin ser una asignatura en las carreras relacionadas con este tema (psicología, pediatría, pedagogía, trabajo social, etcétera). Razón por la cual siguen egresando profesionales que difunden y promueven la crianza no siempre basados en evidencia, sino en deducciones o inferencias que hacen del conocimiento del desarrollo infantil que adquirieron, deducciones e inferencias elaboradas con base a la propia crianza recibida durante su proceso de crecimiento.
En otras ocasiones, los especialistas proporcionan sugerencias basadas en tradiciones o en creencias de lo que se dice acerca de la parentalidad. Y lo que se dice en nuestra cultura caracterizada por su amplia tolerancia a la violencia y a los malos tratos suelen ser cosas del tipo: “Si tienes un mal comportamiento no te hago caso”.
Lo que la evidencia y los estudios de las últimas décadas en el tema nos sugieren es justamente lo contrario: no ignorar el comportamiento de la niña ni del niño. ¿Por qué? Porque es su canal principal de comunicación. Sí, el comportamiento es el “lenguaje” principal en la etapa de la niñez. En los primeros años de vida, mientras la niña y el niño no han conseguido adquirir la habilidad del habla, nos queda claro que no podrá comunicar sus necesidades ni deseos. Entonces hacemos todo el esfuerzo para entenderlo. ¿Cómo? Interpretando su comportamiento: sus gestos, posturas físicas, sus sonidos de voz, etcétera.
Pero una vez que adquiere el don de la palabra, aparece la expectativa en el adulto que todo lo pide hablando y de buena manera. Olvidando que apropiarse del lenguaje no es suficiente para comunicar lo que pasa en el cuerpo y en la mente. Para que esto sea posible se requieren muchos años, mucha guía de adultos pacientes y sapientes que vayan permitiendo la adquisición de las múltiples habilidades socio emocionales necesarias para poder detectar las emociones, sentimientos, necesidades, deseos, etcétera, nombrarlas, tolerarlas, regularlas, comprenderlas y elegir las palabras precisas para su expresión, así como tomar decisiones sobre el comportamiento más pertinente a elegir.
Las estructuras cerebrales que posibilitan lo arriba enunciado se consolidan hasta alrededor de los 25 años. Esto en la medida que se haya tenido un acompañamiento sensible y sapiente, como mencioné renglones arriba, también.
Esperar que niñas, niños y adolescentes tengan un comportamiento impecable, es una expectativa sin fundamento, que se convierte en desesperación, impaciencia e intolerancia hacia el niño. Eso explica las explosiones de los adultos (berrinches) traducidos en gritos, regaños, castigos y golpes hacia una niña o un niño que mostró un comportamiento inadecuado.
Cambiemos la actitud, pasemos del “Si tienes un mal comportamiento no te hago caso” al “Te hago caso siempre, independientemente de tu comportamiento”. O mejor aún: “Estaré atento a tu comportamiento para hacerle caso a la necesidad que dicho comportamiento encierra”.
Recordemos que una niña o un niño desregulado emocionalmente la está pasando mal, no lo está disfrutando. No lo ignores, no lo dejes solo con sus emociones. Ayúdalo a procesarlas para que su cerebro madure y un día adquiera la capacidad de autorregularse. No olvides que entre peor se porta más te necesita.
¿Existen niñas, niños y adolescentes que ya más grandes sí pueden hacer berrinches de manera premeditada? Sí existen, y no sólo menores de edad, sino también adultos. Y su origen está en el tipo de crianza recibida.
Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]