Viernes, 10 Enero, 2025

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Censura

Opinión

Cecilia Durán Mena

Censura

Es curioso que en pleno siglo XXI, en tiempos en los que vivimos en la era del progreso vertiginoso y la información esté al alcance de una tecla, optemos por prácticas que en el pasado nos han hecho tanto daño a la Humanidad. De pronto, parece que mientras dormíamos, las manecillas del reloj se echaron para atrás y nos despertamos en plena Edad Media cuando se perseguía a los herejes por el simple hecho de pensar distinto o que estamos en 1542, cuando el papa Paulo III creó la Santa Inquisición. Me refiero a esta manía que se está dando en los Estados Unidos por prohibir ciertas lecturas y por expulsar ciertos libros ya no sólo de los programas escolares sino del catálogo de ciertas editoriales. Eso es censura al más puro y antiguo modo. El que censura acorta las miras y achica sus perspectivas.

La censura es una intervención en el contenido o en la forma de una obra, atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas. En un sentido amplio y moderno, se trata de la supresión de material de comunicación que puede ser considerado ofensivo, dañino, inconveniente o innecesario para un grupo de personas. Llama la atención como, libros que formaron parte de la infancia de muchas personas y autores que escribieron obras fundamentales en la formación de muchos estudiantes o del entretenimiento de tanta gente, hoy estén prohibidos. Plumas imprescindibles se lanzan a la hoguera, se les quema en leña verde en forma metafórica, no les permiten llegar a su destino que es el mejor lector posible.

Para quienes escribimos y hemos hecho del impulso a la lectura una vocación, la censura es un sinsentido. Los que amamos leer y que aprovechamos cualquier pretexto para perdernos entre las páginas de un libro, la prohibición de que alguien pase los ojos por las palabras de un escritor, es sencillamente, una aberración. Por fortuna, no estoy sola en forma de pensar. El expresidente de los Estados Unidos, Barak Obama —que es un gran lector— publicó en Twitter una carta abierta para que se tome una postura en contra de la censura de ciertos libros.

“La primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos sustenta que la libertad empieza con la capacidad de compartir y acceder a ideas —incluso aquellas con las que no estamos de acuerdo—“, sostiene Barak Obama. Autores tan fundamentales como Mark Twain están en la lista de escritores censurados, es una exageración prohibir la lectura de Huckleberry Finn por encontrarla ofensiva. El expresidente de los Estados Unidos hace notar en su carta, como los libros prohibidos tienen personajes de raza negra, indígenas, miembros de la comunidad LGBTQ+. Las obras censuradas tratan temas de raza, convicción o racismo.

Por supuesto, es preciso ser cautos: es cierto que muchos textos abordan tramas con poca delicadeza, autores que eligieron palabras que hoy pueden resultar ofensivas o se refieren a prácticas que son totalmente reprobables. Pienso en Pablo Neruda y el poema en el que describe la violación que perpetró en contra de una trabajadora doméstica cuando estaba cumpliendo una misión diplomática en África, evidentemente, nadie podría celebrar el hecho, ni siquiera tratándose de un poeta de la talla del chileno. Pero, prohibirlo, negarle la posibilidad al lector de conocerlo es impedir que el propio lector forme criterio y en libertad tome la decisión que le resulte pertinente.

La censura es un intento malogrado. Cualquier iniciativa que atente contra la libertad, nos lleva a ser esclavos. Cuando alguien intenta someter mis derechos al albedrío ajeno, está transgrediendo mi ámbito más sagrado. Nadie entiende mejor que nosotros, desde el fondo de nuestro corazón, aquello que en conciencia está bien o está mal. Así lo sustentó Aristóteles desde los tiempos de la Antigua Grecia. Es nuestro derecho contar con la más amplia variedad de puntos de vista, exponernos a todo tipo de ideas para que, a partir del ejercicio de nuestra inteligencia, podamos decidir aquello con lo que estamos de acuerdo o no.

El criterio se forja así, enfrentándonos a todo tipo de argumentos e información. El razonamiento se pone a prueba cuando nos enteramos de puntos de vista divergentes y somos capaces de adherirnos o no a ciertas formas de pensar. Es nuestro derecho y no debemos rendírselo a nadie más. Hacerlo sería someter nuestra libertad a criterios ajenos.

La censura es una práctica arcaica y peligrosa que pone en peligro el intercambio de ideas y siempre, siempre va en contra de una vida democrática, debilita a la sociedad, porque nos quita la forma de aprender. Una sociedad que no lee, que no se instruye, es una comunidad debilitada y nuestro derecho es leer todo lo que en ejercicio de nuestra libertad queramos. Y, a partir de ello, con nuestros propios medios, decidir.

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