Sábado, 14 Diciembre, 2024

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El auto consumo… pero de “Maruchas”

Opinión

Eliazar Velázquez - Divisadero

Si la pandemia que puso en vilo al planeta y en entredicho la soberbia que nos aqueja como especie humana, no parece haber provocado cambios sustanciales en la mayoría de los guanajuatenses, ni tampoco redundó en mejorar la convivencia colectiva, y eso que estamos hablando de la salud, lo más preciado; puede entonces anticiparse que un fenómeno como la inflación que impacta el bolsillo, así pudiera ser prolongada debido al conflicto bélico, en cuanto se disipe con ella se irán las prédicas y golpes de pecho por todo lo que hemos perdido al dejar de producir nuestros propios alimentos.

Deseable sería que esta predicción fuera errónea, pero lo más probable es que como estos meses cuando amaga la sequía y se prenden las alarmas de los daños irreversibles que ha provocado la depredación, en cuanto lleguen las lluvias de junio, crezcan los ríos, se llenen las presas, se echará al olvido, y así hasta que un día la naturaleza pierda la paciencia.

Por eso suenan románticos los llamados que ha hecho el Presidente de la República para que en las familias se vuelva a producir el maíz, frijol, carne, huevos, las verduras que consumimos. Sería excelente, pero se ve muy cuesta arriba, porque además para propiciarlo se ocupa algo más fino y alejado del paternalismo, que esa intentona de girar el programa federal “Sembrando vida” para en lugar de cultivar árboles, ahora subsidie que la gente regrese a la milpa, las granjas y los huertos de traspatio.

Cuando era cultura…no un programa

Regiones como la Sierra Gorda de Guanajuato han sido portadoras de una longeva tradición agrícola de temporal. Aunque curiosamente las artes y técnicas para el cultivo de la tierra llegaron a esta zona hasta después de la conquista, como parte de las prácticas que irradiaron y propagaron las Misiones religiosas.

Pero ya apropiadas por los mestizos y los criollos que la habitaban, todavía hasta cercano el final del siglo pasado lo común en poblados y localidades era trabajar y producir con el esfuerzo propio, en primer término para alimentarse. Y no sólo era comer el pollito, el blanquillo de rancho”, el piloncillo, el puerquito engordado con frutas y sobras de la comida, también existía una vasta tradición gastronómica a base de maíz, frutas, semillas y plantas.

Hoy día esto se ha extinguido como sabiduría cotidiana, si acaso persiste es de modo aislado. Es tan evidente todo lo que se ha perdido que el Instituto Estatal de la Cultura lleva dos décadas promoviendo un certamen de “cocina tradicional” que se realiza en Santa Catarina, ocasionalmente a otras instancias incluidos los Ayuntamientos, también muy en ese estilo de abordar por encimita la realidad, les da por impulsar concursos o “muestras” casi siempre desde una visión folclórica superficial. El mismo concepto institucional de “rescatar” y su afán de siempre uncir ese tipo de acciones al turismo suelen ser indicadores de que algo está marchito.

En esta región serrana, el mundo de las tortillas de comal con maíz criollo ya comienza a ser un mero recuerdo. Trabajar para producir lo que las familias comemos, tiene algunas décadas que ya dejó de ser una manera de abordar la vida.

Haga patria”…no coma salchichas

Dice López Obrador que se haga patria produciendo alimentos, si la realidad se transformara con liturgias viviríamos en otro tipo de mundo, pero lo que le resta de su mandato, y ni otros cuantos sexenios más le alcanzarían a su partido para detener inercias y hábitos de consumo que ya echaron raíces, y frente a las cuales, en el caso del noreste los Ayuntamientos no oponen ninguna resistencia.

Los nuevos usos y costumbres en la alimentación que llevan cuando menos tres décadas estableciéndose, además de que ya están provocando evidentes y severos daños en la salud pública, enuncian una ruptura cultural profunda y quizás irreversible por generaciones, también son un indicio de los múltiples impactos que en las economías locales está teniendo la circulación del dinero en proporciones antes no vistas. Los recursos llegan por varias vías, pero una principal son las remesas, que como lo consignó Correo a partir de reportes del Banco de México, tan solo en el primer trimestre de este año en los ocho municipios del noreste ascendieron a un global de 100 millones. Destacando el hecho de que Santa Catarina está en el octavo lugar estatal de dólares per cápita.

Cualquier abarrotero del rumbo da cuenta que algunos de los productos alimenticios actualmente más consumidos por personas de las comunidades rurales que surten la despensa en cabeceras, son las salchichas, jamón, chorizo, tortillas de harina, maruchas, pan bimbo, refrescos, cerveza y botanas.

Es muy probable que sea de escándalo el porcentaje de esos 100 millones de remesas trimestrales que ni siquiera llega a las casas, y solo recorre el tramo que va del Banco o la Caja Popular a la tienda donde son invertidos en ese tipo de mercancías. ¿A cuántas de esas familias les importará “hacer patria” renunciando a las salchichas?

Así como están las cosas, quién sabe dónde estará ese “pueblo responsable” al que alude el Presidente en sus mañaneras.

JRP

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