El 24 de septiembre de 1810, a su paso por Salamanca, Delgado se presentó ante Hidalgo para expresarle su adhesión y su deseo de extender el movimiento insurgente. El cura le dio su aprobación junto a otros insurgentes reconocidos como Tomasa Estévez, Albino y Pedro García, “el Padre” Garcilita, Lucas Flores, Andrés Tamayo y Tomás Baltierra.La Guerra de Independencia tuvo en el estado de Guanajuato el primero de sus grandes escenarios. Partiendo de Dolores, la muchedumbre insurrecta liderada por Miguel Hidalgo recorrió el Bajío destruyendo a su paso los bastiones del antiguo régimen.Sin embargo, a partir del 23 de octubre de 1810, aquel ejército popular conformado en Acámbaro abandona la intendencia guanajuatense en su marcha hacia la capital del virreinato. Luego vendrán las derrotas, la aprehensión y fusilamiento de los cabecillas, y la guerra ocupará otros espacios: Ignacio López Rayón en Michoacán y el actual Estado de México, y Morelos en el vasto sur.¿Qué ocurre entonces en Guanajuato? ¿Se restablece la paz?… Efectivamente, se impone la paz por las tropas del general Félix María Calleja al recuperar las plazas ocupadas por los rebeldes. Pero se trata de una paz temporal que no logra reprimir, con todo y su crueldad, a los guerrilleros que se ostentan como seguidores del cura de Dolores.Dejando de lado los ejemplos destacados: “el Amo” Torres, Albino García, y Pedro Moreno, entre otros, hoy nos ocupamos de tres guerrilleros menos conocidos; pero igualmente patriotas.Originario de Nativitas, Salamanca, el primero de ellos fue Andrés Delgado, conocido como “el Giro” por vestir ricamente pese a su extracción popular. Indio otomí nacido en 1792, se dedicó desde su infancia al tejido de mantas y rebozos, seguramente la ocupación familiar.El 24 de septiembre de 1810, a su paso por Salamanca, Delgado se presentó ante Hidalgo para expresarle su adhesión y su deseo de extender el movimiento insurgente. El cura le dio su aprobación junto a otros insurgentes reconocidos como Tomasa Estévez, Albino y Pedro García, “el Padre” Garcilita, Lucas Flores, Andrés Tamayo y Tomás Baltierra.“El Giro” tuvo pocas oportunidades de mostrar su liderazgo personal, ya que por lo general combatió como subordinado de otros jefes, en primer lugar de Albino García, de quien aprendió numerosas estrategias. En 1817 acompañó también a Javier Mina en varios enfrentamientos, destacando en el combate de la hacienda de ‘La Caja’.El 24 de septiembre de 1810, a su paso por Salamanca, Delgado se presentó ante Hidalgo para expresarle su adhesión y su deseo de extender el movimiento insurgente. El cura le dio su aprobación junto a otros insurgentes reconocidos como Tomasa Estévez, Albino y Pedro García, “el Padre” Garcilita, Lucas Flores, Andrés Tamayo y Tomás Baltierra“El Giro” llegó a contar con una fábrica de armamento situada en el cerro de Santa Ana y a considerar Santa Cruz –hoy Juventino Rosas— como su centro de operaciones.Allí, el 3 de julio de 1819, las fuerzas realistas encabezadas por Anastasio Bustamante sorprendieron a Andrés Delgado, quien herido por el alférez José María Castillo, prefirió morir luchando a entregarse a las autoridades.Por su parte, el mulato Tomás Baltierra Salmerón, citado frecuentemente sólo por su segundo apellido, fue compañero de “el Giro”. Unido a Albino García tomó parte en diversas acciones; entre ellas, el intento fallido de tomar Guanajuato.Para 1814 Salmerón militaba en las filas de “el Padre” Torres con el grado de brigadier. Pero su comportamiento sanguinario levantaba temor no sólo entre sus enemigos, sino también ante la población civil, lo cual le valió una reprimenda por parte del Congreso de Chilpancingo, el cual lo consideró más temible que los propios gachupines y le exhortó a no desacreditar con sus crueldades el movimiento independentista. Se desconoce el final de este rebelde; pero, como leyenda funesta, sigue existiendo.Un tercer guerrillero importante, Lucas Flores, nació en Jaral del Progreso. Su peligrosidad impulsó a Agustín de Iturbide a solicitar que la represión española se concentrara en él. Así, en 1814, en Cuerámaro, apenas escapó con otros cabecillas que pretendían fundar una junta insurgente.Como segundo de “el Padre” Torres, 1815 fue un año de gran actividad para Flores: primero derrotó en la hacienda de Quiriceo a los hombres de Cayetano Cesarini. Más tarde atacó Salamanca e Irapuato sin llegar a apoderarse de estas ciudades; pero provocando bajas lamentables entre los defensores.Para distraer al ejército realista que sitiaba el Cóporo, Lucas y otros insurrectos se lanzaron sobre Acámbaro el 4 de febrero del mismo 1815. Luego, como acostumbraban, se refugian en el fuerte de “Los Remedios” para planear nuevos y sorpresivos ataques.Al arribo de Javier Mina en 1817, Flores respalda a “el Padre” en la confrontación que el navarro y el religioso tienen por el mando de la insurgencia en Guanajuato. Por ello obstaculiza la campaña de Mina, como sucede en Valle de Santiago, donde Lucas aprovisiona al español de víveres; pero no de todos los disponibles.En 1818 su fidelidad fue mal recompensada, pues “el Padre” Torres, temiendo una traición, receló de Flores y luego de llamarlo a su campamento a jugar una partida de naipes le mandó fusilar.Polémicos en sus acciones, carentes de una ideología definida y luchando ante todo por sus intereses personales, los guerrilleros insurgentes del Bajío fueron, sin embargo, la flama que mantuvo vigente la insurrección iniciada por Miguel Hidalgo.