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El insurgente Mariano Abasolo, entre el heroísmo y la traición

Opinión

Artemio Guzmán - Consumación 2021

Cuando el 16 de septiembre de 1810 estalla el movimiento armado del Bajío, Abasolo era capitán del regimiento de San Miguel; pero se involucra en la lucha desde el principio al tomar en Dolores un arsenal que permitirá armar a los primeros insurrectos

¿Quién fue José Mariano Abasolo?… Además de haber nacido en Dolores, Guanajuato, el 29 de marzo de 1783, este rico criollo se incorpora muy joven a la milicia. Junto a sus amigos Ignacio Allende y Juan Aldama ingresa al Cuerpo de Dragones Provinciales creado en 1795 con sede en San Miguel el Grande.

A los 25 años contrae matrimonio con Manuela Rojas Taboada, señora rica e influyente que se opone de manera tenaz a los ideales independentistas de su esposo.

Abasolo, por su parte, se ve involucrado en la conspiración de Valladolid encabezada por José María García Obeso, José Mariano de Michelena y José María Abarca. Una vez descubierta ésta en 1809 puede librar la prisión e influenciado por Ignacio Allende se une a otro grupo de conspiradores que se reunía en Querétaro.

Cuando el 16 de septiembre de 1810 estalla el movimiento armado del Bajío, Abasolo era capitán del regimiento de San Miguel; pero se involucra en la lucha desde el principio al tomar en Dolores un arsenal que permitirá armar a los primeros insurrectos.

Mariano avanza con el resto de los sublevados de Dolores a Atotonilco y a San Miguel el Grande, donde hay un conato de resistencia que es sofocado por Allende. En Celaya, al organizarse por primera vez la muchedumbre rebelde que seguía al sacerdote Miguel Hidalgo, Abasolo recibe el nombramiento de coronel.

A partir de Guanajuato, el nombre de Mariano toma resonancia. Él es enviado con Ignacio Camargo a solicitar la rendición de la plaza ante el intendente José Antonio Riaño. Como es conocido, ante la negativa del intendente, en Guanajuato se vivió la primera batalla por la independencia de México. Los insurgentes tomaron la ciudad, la saquearon y sembraron el terror entre la población española y los criollos adinerados.

Continuando con la campaña que tenía como objetivo tomar la ciudad de México, los insurrectos se dirigieron a Valladolid (hoy Morelia), la ocupan y después, en Acámbaro, ordenan a la muchedumbre que los seguía, un amorfo contingente compuesto por 80 mil personas.

Ya como mariscal de campo, Abasolo sigue la ruta hacia la capital del virreinato, dirige un ala insurgente en la victoria del Monte de las Cruces y a las puertas de la metrópoli respalda a quienes proponen atacarla.

Al final prevalece la opinión del cura Hidalgo sobre posponer el asalto por la escasez de municiones y la proximidad del ejército realista dirigido por Félix María Calleja. En la retirada precisamente se topan con las temidas tropas del rey. Confiados en su superioridad numérica pretenden combatir en Aculco; pero son dispersados por los profesionales.

Después de esta derrota, Abasolo se une a sus compañeros militares y acompaña a Ignacio Allende a Guanajuato, mientras Hidalgo y algunas decenas de jinetes toman el rumbo de Valladolid. Calleja persigue a los primeros, a los que considera más peligrosos, y los obliga a huir a Guadalajara. Allí se reencuentran con Miguel Hidalgo, proclamado gobernante de los territorios liberados.

Confiados en su numerosa artillería, los rebeldes deciden presentar batalla a las fuerzas realistas en el Puente de Calderón. Un desafortunado incendio y el estallido de un carro cargado de pólvora causan estragos en las filas independentistas y les condena a la derrota. Muy a su pesar ceden Guadalajara al enemigo y parten hacía los Estados Unidos en busca de pertrechos.

En Saltillo los caudillos designan a Mariano Abasolo como jefe del ejército insurgente encargado de mantener la lucha mientras ellos regresan. Pero el joven criollo declina el nombramiento y decide partir con aquéllos, renunciando a ocupar un sitio preferencial en la Historia de México.

En su trayecto por el inhóspito desierto septentrional, el 21 de marzo de 1811 los dirigentes son aprehendidos en Acatita de Baján, Coahuila. Mariano es conducido a Monclova y luego a Chihuahua, donde incurre en una lamentable flaqueza; pues “en su afán de presentarse ante el juez Ángel Abella como víctima –describe la Enciclopedia de México- reveló múltiples detalles de la insurrección, que luego sirvieron de base para que fueran fusilados José María Chico, detenido en Monclova, y otros jefes cuya identidad desconocían los realistas”.

Esto, aunado a las gestiones políticas de su esposa, le salva la vida; siendo el único de los cabecillas que no es fusilado, sino condenado a cadena perpetua en España. Allá, en la provincia de Cádiz, fallece el 14 de abril de 1816.

Sin importar su actitud postrera, Mariano Abasolo fue declarado Benemérito de la Patria en razón de su actuación a favor de la libertad y su nombre quedó inscrito con letras de oro en la Cámara de Diputados. Además, a partir de 1963 el Congreso de Guanajuato denominó “Abasolo” a una importante ciudad y cabecera municipal de esta entidad.

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