El reloj del fin del mundo, un llamado de conciencia
Un campanazo de alerta resonó este jueves 20 de enero con la emisión del Boletín de los Científicos Atómicos, al marcar 100 segundos antes que las condiciones de la humanidad den paso a la llegada del fin del mundo. Como cada año, el informe en torno al avance del reloj del juicio final causó incertidumbre y pánico, para quienes aún conservamos la capacidad de asombro activa, debido al movimiento de las manecillas y su cercanía con el momento crucial de la existencia universal.
Establecido como un mecanismo indicador de un posible cataclismo y riesgo de la vida en el planeta, el “reloj del juicio final” se considera el símbolo cronológico de la distancia entre el momento actual y el holocausto definitivo. Este colegiado de expertos es dirigido por un equipo de científicos, entre los que se encuentran 13 premios nobel y que sistemáticamente emite un boletín de advertencia sobre el tiempo metafórico que le queda de vida a la humanidad.
Creado por iniciativa de un grupo de científicos de la Universidad de Chicago en 1947 con una cuenta regresiva inicial de 7 minutos para la aparición del apocalipsis, este panel de intelectuales ha establecido las bases para pulsar los daños que las armas nucleares, el cambio climático, las tecnologías disruptivas y las pandemias le pueden ocasionar a la existencia de la vida en la tierra. Hoy el colapso de la salud con sus referentes de enfermedad y muerte, así como las posturas bélicas entre Estados Unidos y Rusia por el control de Ucrania ha vuelto a encender los focos rojos del peligro inminente de una catástrofe mundial.
De la misma forma resulta de alto impacto en los indicadores del movimiento del reloj, el estatus del daño atmosférico causado por el cambio climático, pues los desequilibrios que la acción humana le ocasiona podrían derivar en serias consecuencias manifestadas mediante desastres naturales. Ciertamente que poder determinar el momento crucial del fin del mundo parece cosa menos que imposible, considerando que incluso la Biblia menciona que Jesucristo expreso en torno al tema: “más en orden al día y a la hora nadie lo sabe, ni aún los ángeles del cielo, sino sólo mi Padre”.
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A la medición de indicadores de un contexto de colapso apocalíptico, la Junta de expertos ha impreso la rigurosidad y metodología científica suficiente para considerarla como una metáfora respaldada por la ONU y las diversas instancias académicas de la ciencia, por lo que no es una simple analogía u ocurrencia y sí un muy alarmante llamado a la sociedad y sus gobiernos, para que despierten y enfoquen los esfuerzos de la política mundial hacia la paz mundial, la salud y el equilibrio medioambiental, ya que ante el acoso de la pandemia por coronavirus el reloj se adelantó 20 segundos y se encuentra en el punto más preocupante desde su creación hace 75 años.
Hoy la responsabilidad de los gobiernos debe estar centrada en la contención y erradicación a la brevedad del virus pandémico que tantos enfermos y fallecimientos está registrando, así como el cuidado del medio ambiente y la adopción de políticas de sustentabilidad en los diversos procesos industriales, de desarrollo y crecimiento. Por desgracia es precisamente en los puntos referidos que el gobierno de nuestro país destaca por sus descuidos e incompetencia, ya que la estrategia de atención sanitaria ha sido de las más irresponsables a nivel mundial y la obstinación en el uso casi primitivo de insumos para producir energía estimula el calentamiento global.
A este momento las políticas públicas vigentes no parecen las más afortunadas en la lucha por preservar la vida y promover el desarrollo armónico, siendo que nuestros gobiernos prefieren el discurso evasivo y la protección de posturas ideológicas o de intereses económicos, antes que asumir su responsabilidad con el bien común.
Si la sociedad no asume su responsabilidad en el cuidado del planeta, no habrá destino ni futuro a que aspirar.