Sábado, 11 Enero, 2025

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Entre visitantes y visitados

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Las visitas diplomáticas que se hacen entre mandatarios son distintas a las que se hacen en el ámbito social, por lo tanto, deben de analizarse desde los resultados y no desde las emociones. Cuando una persona platica sobre cómo le fue al estar en casa ajena, cuenta si se sintió bienvenido, si lo trataron con amabilidad o no, detallan lo que les llamó la atención y subrayan lo que les pareció importante. Al hablar de los encuentros entre presidentes, lo que comieron o cómo iban vestidos queda en el ámbito de las revistas de corazón, lo trascendente y en lo que debemos poner atención es en lo que resulta de esas reuniones.

A decir verdad, lo que trasciende a los medios de información es muy poco con comparación con lo que en realidad sucedió. Las pláticas privadas son las que determinan los temas relevantes en una relación bilateral y hay poco acceso ya que son los momentos álgidos de la verdad. Los comunicados son notas edulcoradas. Después de encuentros como el que sostuvieron el martes los presidentes López Obrador y Biden, se empezarán a conocer los detalles relevantes ya que se van a filtrar los acuerdos a los que llegaron y los desencuentros que hubo.

Por eso, más allá de las declaraciones que se quedan en la superficie, están las profundidades de lo que verdaderamente pasó.

¿Y qué pasó? Pues a juzgar por lo hoy ya sabemos, simplemente no hubo acuerdos. En el análisis de la visita, vemos que fue una de las reuniones más tibias entre mandatarios de México y Estados Unidos de las que se tenga memoria. Las muchas palabras pronunciadas, tal vez demasiadas, tuvieron el efecto de los diálogos entre sordos. Nada nuevo bajo el sol: Se habló y se habló, pero nada de compromisos reales.

Se desperdició la oportunidad, una vez más. No apareció la altura necesaria para darle un mejor rumbo a la Historia. De los temas que abordó el presidente López Obrador, ninguno recibió respaldo por el presidente Biden. Más bien fue al revés y hasta parecía que la ironía del estadounidense rayaba en burla soterrada. A lo planteado por el mandatario mexicano, su homólogo se echó para atrás y fue en sentido contrario. Lo de las visas tipo programa Bracero simplemente pasó flagrantemente inadvertido y Sembrando Vida ni mereció atención, mucho menos halago ni acción.

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Los dislates del presidente mexicano causaron sopor y aburrieron a los anfitriones mientras a los integrantes de la delegación mexicana les causaron dolor de estómago. La ocurrencia de que los estadunidenses cruzaran la frontera para cargar gasolina del lado mexicano fue terrible. El secretario de Hacienda debió de sentir calambres al darse cuenta de que a su jefe se le olvidó el hecho de que nuestra gasolina está subsidiada por el propio gobierno, así que con nuestros impuestos les haríamos el favor de compartirles el subsidio a los estadunidenses. Por suerte, todos estaban tan adormilados que ni cuenta se dieron de lo que les dijeron.

Si quisiéramos dar un resumen de la visita del presidente López Obrador a Joe Biden basta con ver las imágenes que corren por las redes. El lenguaje corporal de ambos habla más que todas las palabras. Y si AMLO creyó que no le iban a cobrar la descortesía de dejarlos plantados en la Cumbre de las Américas, el chiste salió caro. De todo lo que se pudo haber conseguido, no hubo más que frases y soflamas. De resultados, nada. No hay resultados en la Casa Blanca y tampoco hubo una agenda que los buscara. No se vio al mandatario mexicano reunido con congresistas o con empresarios. Lo único que vimos fue a un grupo de acarreados que le ayudaron a tener una anécdota más para la egoteca y ya.

Sabemos que al presidente mexicano no le gustan las visitas internacionales, entonces, ¿qué necesidad de hacer una visita así? Uno hace lo que no le gusta cuando persigue un objetivo más alto, cuando hay un propósito mayor. En ésta, no parece haber habido una estrategia que diera resultados. Falló la cancillería. La visita fue tan tibia, tan a fuerzas, con tan poca sustancia, sin acuerdos, predominada de tantos desencuentros. No sé si se dieron cuenta, pero le hicieron sentir el frío en la Casa Blanca. El anfitrión los recibió con cortesía y pinto una raya.

No hay empatía con Washington y no es para menos. Los desaires, la majadería innecesaria, el continuo pasarse de la raya, la falta de educación cobra facturas. Desde el dislate de la estatua de la Libertad, los coqueteos a Cuba y la falta de crítica a Rusia, no caen bien y ya lo dejaron claro. Todo tiene un precio y no lo paga sólo López Obrador. La factura nos la cobran a todos los mexicanos. Eran tantos los temas en los que se podría avanzar, pero para ello se requiere altura de miras y un compromiso que brilló por su ausencia. Entre visitantes y visitados se perdió otra oportunidad de mejorar la vida de muchas personas.

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