Estrategias exitosas, estrategias fallidas
Nada más nos hizo falta ver la cara de satisfacción de Mario Delgado para enterarnos que sus estrategias fueron exitosas. La sonrisa que se pintó de una oreja a la otra habla de la satisfacción que sólo da el triunfo. Por su parte, la oposición lejos de la euforia del premio de la victoria luce ceniza, desdibujada y más que nada desordenada. Competir es uno de los parámetros sociales que nos enseña quien está parado en el lugar correcto y quien no.
Nunca tan cierto como hoy, en que la competencia se ha incrementado tanto y que la estridencia la ha llevado a niveles de encono y, en algunos casos, de destrucción del tejido social a partir del discurso de odio, para ver como vencer no tiene que ver con competitividad sino con algo más primitivo y simple: con saber comunicar un mensaje. Morena lo ha sabido hacer y por eso, en tan pocos años, se ha convertido en el partido más poderoso en México mientras la oposición se va desmaterializando en el desorden estratégico.
De acuerdo con Michael Porter, padre de la administración estratégica, hoy cualquier organización en todas las esferas sociales deberían de competir para darle valor a la gente —sean clientes, consumidores o votantes—. En términos políticos, el valor es un sinónimo de prosperidad en todos los niveles. Es decir, de procurar la prosperidad a quienes no la tienen, de darle impulso a los que apenas la tienen y de cuidar a aquellos que la tienen en demasía. No sucede así con Morena poque hemos visto que la pobreza ha aumentado en México y muchos mexicanos están cayendo en pobreza alimentaria. ¿Entonces?
Morena se ha sabido comunicar con sus votantes. No han sido eficientes en entregarle algo de valor tangible, comprobable y cuantificable a la gente. Es decir, no ha habido una proporción en la que, por cada día de trabajo, sus electores encuentren mejores servicios de salud, aumente la seguridad, haya limpieza en las calles, el dinero les rinda más. No, no hay nada de eso. Sin embargo, siguen ganando. Entender las reglas de la competencia política en nuestros días es algo complejo que debe capturar los anhelos de la gente que está con los pies en la tierra. Morena lo ha hecho. Ha sabido desarrollar marcos de referencia que le sean accesibles a las personas que votan por ellos: por eso han sido exitosos. A ellos no les ha interesado cerrar las brechas entre la teoría y la práctica, entre los que todo tienen y los que no poseen nada, entre los sabios y los ignorantes. Se han interesado en entregar un mensaje que la gente entienda y sus votantes los han aceptado. Saben prometer, aunque no cumplan; saben hechizar y esa es su fuerza. Son exitosos, no se les puede restar ese mérito.
Por su parte, la oposición parece no lograr articularse. Con la brújula extraviada, no entienden qué mensaje deben dar ni a quién se lo deben dirigir. Se les ve como un barquito de papel que lucha contra las olas de varios metros en medio de un océano tan oscuro como salado. Entonces, sus discursos suenan afectados, lejanos: poco sinceros. Un verdadero político debe comprender que, en la elaboración de una estrategia triunfadora, se requiere tener un ingrediente importante. Ese ingrediente secreto sin el cual no funciona la receta es la creación de un valor superior.
Claro que, de nada nos sirve ese valor superior si no sabemos comunicarlo. La oposición debe entender que el liderazgo se alcanza prefigurando estrategias exitosas. No es una serendipia, no les llegará por inspiración divina ni serán el burro que tocó la flauta como el de la fábula de Esopo. La estrategia es el arma más poderosa con la que cuenta cualquier institución y es lo que aglutina a los grupos de personas a seguir un propósito común y da dirección. Así se forja una estrategia exitosa. Sería tiempo de que la oposición se espabilara, se arremangara y se pusiera a trabajar con seriedad antes de convertirse en una estampa del recuerdo.
Claro, cuando no hay ese valor superior por ningún lado, cuando los ciudadanos no logran encontrar ese ingrediente tan importante, se conforman con aquellos que les dan un mensaje que puedan entender. Si no me creen, vean la sonrisa de Mario Delgado que supo poner en operación una estrategia exitosa.