Globalización, parentalidad y adolescencia
h y curriculares sumamente pesadas, a las que se le suman excesivas tareas extra escolares –deportivas, culturales, etcétera– que traen como consecuencia cansancio, estrés intenso, desvitalización y, en grado extremo, cuadros de ansiedad, angustia o depresión.
Una colega y amiga, mamá de hijos adolescentes, me compartió la reacción que le provocó el artículo: “Totalmente de acuerdo. Pero ahora ¿cómo salir de esta compleja globalización y cómo prepararlos para enfrentarla sanamente? Debo confesar que en el transcurso de la semana al ver a mi hijo ocupado y estresado por tanta carga y a punto de llorar por el cansancio fue necesario decirle que lo más importante es él y que sea feliz, no los dieces, ni ser de los mejores, que no importaba no pasar un examen o tener una mala nota, que se vale decir no puedo o no quiero… Aunque eso implica cambiar los propios paradigmas…”
Una respuesta pertinente a un joven atrapado en la propuesta contemporánea: el individuo sacado de su lugar de humano para ser colocado en el de pieza de maquinaria productiva.
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Una respuesta valiente, pues efectivamente, implica un cambio de paradigma en el que aún esta generación de adultos –padres y madres hoy de adolescentes– fuimos criados, un paradigma de crianza que tenía como expectativa la productividad y el buen desempeño.
Nos educaron para producir convirtiendo el “hacer” en un eje fundamental de la identidad, dejando de lado la emergencia del “ser”. Resultado: adultos funcionales y competentes en la esfera de lo operativo, pero con serias dificultades en la esfera de la subjetividad, de los vínculos, de las emociones, de la identidad, del sentido hacia la vida.
Pero a este mundo nos tocó llegar y en él crecimos y nos convertimos en padres/madres, acompañantes del proceso de crecimiento de la nueva generación. ¿Cómo salir de esta compleja globalización y cómo preparar a los hijos e hijas para enfrentarla sanamente?, pregunta compleja, pertinente y que urge respuesta.
Considero que el primer paso es planteárnosla con curiosidad e intención de darle respuesta, para entonces detonar la reflexión personal y en colectivo. De esta manera nos daremos cuenta que la exigencia extrema hacia los y las adolescentes redunda en estrés tóxico y puede traer como consecuencia no solo cansancio –el cual puede desaparecer con un descanso o vacaciones propias del calendario escolar– sino trastornos de ansiedad, depresión y otros cuadros psicopatológicos.
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El aprendizaje profundo ocurre gracias al estrés tolerable y se obtura ante el estrés tóxico. Pero la adolescencia, etapa de búsqueda de identidad, de “reformateo” del cerebro, de consolidación del cuerpo físico y del aparato mental necesita tiempo de calma, de ocio, de recreación; necesita energía física y psíquica para trabajar en su consolidación. Es por eso que requieren dormir muchas horas, tirarse en la cama o en el sofá mirando al techo, sentarse y mirar a lo lejos. ¿Cómo salir de esta compleja globalización y cómo preparar a los hijos e hijas para enfrentarla sanamente? La globalización es un hecho, y tiene muchos beneficios. Es la cara inicua la que hemos de filtrarles a los hijos e hijas jóvenes, porque esta los empujará al consumismo, al individualismo y para ello tendrán que ser productores alienados.
¿Queremos que sean exitosos, felices, sanos? Enfaticemos y promovamos la búsqueda del sentido de la vida, la importancia de conservar los vínculos humanos y la solidaridad, la alimentación sana, el ejercicio, porque es ahí donde mora la felicidad, lo dice la ciencia. Sí, todo un reto parental, definitivamente. Asumámoslo en lugar de padecerlo.
MJSP