La discreción y la diplomacia
El lenguaje de la diplomacia es muy particular, es preciso pero cortés, es amable pero claro. Un diplomático elige sus palabras con cuidado porque sabe que en esa arena la forma es fondo. La finura de los modos no se pelea con la necesidad de tratar temas delicados, por el contrario, es la base pare negociaciones de carácter duro. Por eso, el hecho de que Mike Pompeo haya salido a burlarse de Marcelo Ebrard al presentar su libro y exhibirlo al decir que dobló al canciller mexicano me parece una falta de respeto que no es propia para una persona que llegó a ocupar un puesto de tan alta dignidad en el gobierno de los Estados Unidos.
Desde el punto de vista del señor Pompeo, queda claro que dejó a Marcelo Ebrard contra las cuerdas y lo obligó a aceptar condiciones poco convenientes para México en torno al problema de migración. Si esto es tal como lo indica el secretario de Trump, tampoco él luce como una persona proba y su honestidad queda en tela de juicio. Conforme a esta versión de cómo fueron las negociaciones ante la crisis migratoria de 2018, Pompeo dice que Marcelo Ebrard aceptó los términos impuestos por el programa Quédate en México, a través del cual se expulsaría en caliente a los migrantes que llegaban a Estados Unidos. Lo único que el canciller mexicano le pedía era que no se hiciese público para no manchar la imagen del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Claramente, Pompeo no cumplió. Traicionó la promesa que hizo y eso lo pinta de cuerpo entero.
Claro está que otro al que vemos tal como es, es a nuestro flamante canciller. Las declaraciones de Mike Pompeo —con independencia de la calaña que exhibe el sustentante— hablan de un funcionario que quiso tapar el sol con un dedo, que buscó meter el tema debajo de la cama para salvar cara y no quedar marcado por la vergüenza de haber tenido que aceptar condiciones inadmisibles para México. Marcelo Ebrard fue capaz de pedirle a un funcionario extranjero que le guardara el secretito de que los funcionarios de la 4T dicen una cosa y hacen otra. La hipocresía con la que se ha tratado el tema es de pena absoluta.
Claro que Don Marcelo no se quedó callado. La reacción no se ha hecho esperar. Como respuesta, Ebrard ha asegurado que lo dicho por Pompeo es “una campaña basada en ideas antimexicanas” que buscan presentar a México “como una amenaza ante la cual hay que construir un muro”. Sí, claro. Lo cierto es que todos sabemos que en la administración Trump, los mexicanos no fuimos jamás los personajes favoritos ni nos vieron como personas que estuvieran a la altura. Siempre nos pusieron un escalón abajo, a pesar de que López Obrador le haya dispensado tantas atenciones.
Pompeo escribió: “Marcelo estaba visiblemente agitado. Él insistió en que su Gobierno no podía aceptar estos términos, señalando el hecho obvio de que su pueblo sería muy infeliz de tener miles de extranjeros ilegales quedándose en su país”. Se entiende que Ebrard estuviera preocupado porque un programa así sería una forma brillante de empezar el sexenio. Sin embargo, así fue.
Martha Bárcena, quien en ese momento era la embajadora de México en Estados Unidos se negó a aceptar el programa Quédate en México, tuvo muchos problemas con su jefe, el secretario de Relaciones Exteriores. La evidencia nos deja ver que el acuerdo fue acceder a la voluntad de las autoridades estadounidenses, pero dejarlo en lo oscurito. Pero, la verdad sale a flote tarde o temprano. No se trata de darle toda la credibilidad a Pompeo, pero la evidencia no deja dudas de lo que sucedió.
En este juego de hipocresías, Pompeo sienta en el banquillo de los acusados a Ebrard y lo hace ver como una persona que tiene dos caras: una la que deja ver frente a la gente y otra la que negocia en público. Desde luego, Pompeo levanta en forma puritana el dedo que juzga y se burla sin darse cuenta de que su credibilidad también queda en duda.
En este tema hay una terrible falta de respeto. La discreción se vulneró, los modos diplomáticos se violentaron y lo que podemos ver es lo que ya intuíamos: nos mintieron. No nos dijeron la verdad. Sea cual sea la versión que queramos aceptar como cierta, hay muchas mentiras en medio.