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La resiliencia en el año de la pandemia

Opinión

Editor Web

Casa Integrativa de Potencial Humano, es un centro de atención en Tepic, Nayarit, que proporciona atención psicológica y trabaja en la prevención de riesgos de las niñas, niños, adolescentes y sus familias.

Fue en el marco de su 15 aniversario que su directora, la psicóloga Luz del Carmen Aguilar, nos convocó a dialogar con el psiquiatra y psicoterapeuta argentino Lucas Raspall.

¿Qué se necesita para salir librados de esta pandemia?, fue la pregunta detonadora de dicho espacio reflexivo. Tres conceptos pueden resumir lo ahí dicho en respuesta a tal cuestionamiento: vínculos, adaptación activa a la realidad y juego. Sí, tres elementos fundamentales para salir adelante ante un virus cuya característica obliga a salvarnos juntos. Tres elementos parte de la biología de los seres humanos, afortunadamente.

En marzo del presente año cuando se declaró la cuarentena y la Covid-19 aún generaba más preguntas que respuestas para los epidemiólogos e investigadores, la angustia y el estrés intenso fue la constante en la población.

Dos elementos sumaron a tal emocionalidad. Por un lado, la ignorancia ante el fenómeno, es decir, el desconocimiento del virus, su dinámica de contagio, potencial letal, etcétera. Por otro lado, la incertidumbre ante el desconocimiento de la duración de la pandemia, sus consecuencias y dimensiones que tomaría.

Y es que los seres humanos necesitamos la certeza, la calma y el control que otorga la predictibilidad de la vida. De tal manera que cuando se nos coarta dicha predictibilidad, el piso se nos mueve, la ansiedad hace su aparición, y si las circunstancias adversas crecen, se torna en angustia.

Con los meses, el miedo ante lo desconocido del virus y la pandemia disminuyó. Pero para entonces ya había dejado sus múltiples secuelas individuales, sociales, laborales, económicas, culturales, académicas: afectaciones físicas y mentales, muerte, fracturas en las relaciones familiares y conyugales, cesantía, deterioro financiero, cierre de escuelas, teatros, cines, plazas y con ello la obturación de los espacios de encuentro que constituyen el sello humano: la necesidad profunda del encuentro social que ratifica la existencia y produce cultura.

Nueve meses después la llegada de la vacuna vislumbra la posibilidad de la superación paulatina de la incertidumbre. No obstante, los daños, el desgaste, las muertes y pérdidas de todo tipo son muy grandes, abriendo un boquete en la sociedad que requerirá de mucho trabajo y tiempo para repararlo.

¿Cómo salir de esta situación? Vale decir que hasta ahora hemos resistido. Pero será conveniente no sólo resistir, sino también levantarse y levantar los cachitos productos del destrozo para salir fortalecidos. La moneda está en el aire: ¿Aprenderemos de la experiencia y saldremos más fuertes, sabios, solidarios y humanos de esta situación o una vez que todo vuelva a la “normalidad” seremos los mismos de siempre? Lo primero será fruto de la resiliencia. Lo segundo será sólo resistencia.

ara que la resiliencia sea una posibilidad se requiere mantener el trabajo constante para la creación o sostenimiento de los vínculos humanos. El estrés, las pérdidas, la angustia y el miedo ante la adversidad empuja a nuestro cerebro social a buscar apoyo en los otros, en las otras. Será la posibilidad de encontrar a ese otro, a esa otra, lo que posibilitará vivir en consciencia las emociones detonadas por el mal momento, con lo que la evitación o recuperación del trauma será posible.

Los vínculos construyen redes sociales que posibilitan salir adelante de los problemas que la pandemia ha ido dejando a su paso.

La adaptación activa a la realidad, en términos del psicoanalista Pichon-Rivière, es la capacidad de poder asumir nuevos roles, junto al abandono paulatino de los roles anteriores que sean inadecuados para a la situación actual. Para el despliegue de este tipo de adaptación se requiere de toda la creatividad, imaginación y disposición posible.

Finalmente, el juego es fundamental para la vida en general y, de manera especial, para transitar la adversidad. El problema es que aún antes de la pandemia jugábamos poco. Nos hicimos trabajadores y dejamos de ser jugadores hace mucho tiempo. Toca recuperar este atributo que posibilita la experimentación del goce y la alegría, elementos fundamentales para vivir y no solo sobrevivir.

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