Los números no mienten
Los números son amigos fieles que siempre dicen la verdad. Tienen la virtud de la frialdad, la objetividad y por eso son una base más sólida de sustento de la realidad. La contundencia de las cifras no da espacio para otra cosa que para enterarnos de lo que ya muchos sospechábamos: la cifra de personas que se contagiaron de Covid-19 es muy superior a la que nos informaban en forma oficial.
No, no se trata de ser adversarios de la 4T ni de estar criticando si sustento ni de emitir una opinión. Es un hecho, inmutable, inamovible, comprobable, medible y observable. Esa es la gran maravilla que tienen los números, no dejan espacio para ocultamientos, no tienen recovecos: son lo que son.
Las cifras que reporta el INEGI aseguran que no hay alrededor de ciento cincuenta y tres mil enfermos contabilizados sino el doble. No es que nos hiciera falta tener evidencia del pésimo manejo que se ha dado a la pandemia, ya nos lo imaginábamos, pero ahora lo sabemos. Hay mucho más de lo que nos han estado diciendo. El aumento en las cantidades reportadas tiene una explicación: la Secretaría de Salud no estaba tomando en cuenta a las personas que no llegaron a los hospitales, a las que se quedaron en la calle, murieron en sus domicilios y no alcanzaron lugar en un sanatorio.
En estricto sentido, no hay novedad. Era evidente que la situación fuera más grave de lo que nos estaban informando. Bastaba abrir los ojos para ver y los oídos para escuchar. Cada vez, son más las historias que escuchamos de personas que no lograron conseguir una cama en un hospital para ser tratado, cada vez nos enteramos de personas conocidas que se infectaron y de gente que no le ganó la lucha al coronavirus.
A botepronto, lo primero que uno se pregunta es de qué han servido todas las conferencias que ha dado López Gatell a diario. Nos han falseado la verdad y a pesar de que es el propio INEGI el que está sustentando esta información, la versión oficial no se modifica. El gobierno de la 4T se mantiene en sus dichos y cree que en esa actitud nos vamos a conformar con que nos sigan dando atole con el dedo.
Lo lamentable es darnos cuenta como nos han estado mintiendo. Falsear los datos es faltar a la verdad. Si partimos de esa premisa, podemos saltar a muchas conclusiones: si nos mienten en este tema, también nos mienten en los demás; si tratan de ocultar lo que está sucediendo, es que están tratando de tapar su ineptitud; si manipulan los hechos, es muy probable que también estén haciendo lo mismo en torno a la vacuna.
Es claro que la pandemia ha afectado a todo el mundo y que abundan los ejemplos de países que no han sabido como operar en esta situación. Cierto. Sin embargo, la manipulación sólo genera desconfianza. ¿Cómo podemos confiar en lo que ha de venir? La administración que la 4T ha hecho en la mayoría de los rubros tiene resultados que nos ponen a temblar. Y el porvenir nos deja la piel chinita.
Ya podemos intuir que las vacunas que nos prometieron no son lo que nos dijeron ni llegarán en la forma que informaron. El programa de vacunación se vislumbra como algo nebuloso que responderá más a intereses electoreros que a temas de salud y de protección a la población. Eso es criminal. Escuchamos a López Gatell y recordamos a la Chimoltrufia, el personaje de Chespirito que como decía una cosa, decía otra.
El subsecretario de Salud dijo que la vacuna Sputnik no era una opción porque aun no aprobaba la fase tres y ahora dice que la que se produce por Moderna no la vamos a comprar porque ya tenemos suficientes vacunas. ¿De cuáles?, nos gustaría preguntar. Y, de qué serviría que nos lo dijeran, sospecharíamos que no nos están diciendo la verdad.
Ni hablar, eso sería especular. Lo único que hoy sabemos de cierto es que las cifras del INEGI y las del gobierno de la 4T no coinciden. De ahí podemos saltar a conclusiones a partir de una mejor base. No hay sorpresas, pero ahora ya lo sabemos.