Los peligros del alcohol en la adolescencia
Como preventólogo me preocupa el consumo de alcohol de los y las adolescentes. No es la primera vez que escribo al respecto en este espacio (y debido al escenario seguramente no será la última).
Muchos y muchas adolescentes apenas están alcanzando los 15 años y ya cuentan con abultadas agendas festivas. En ciudades grandes los padres/ madres se convierten en choferes de sus hijos e hijas. Otros prefieren comprarle o prestarle un automóvil (aun cuando no cuenten con permiso de manejo).
Muchas de estas fiestas no cuentan con la presencia de personas adultas que acompañen el momento y funjan –aún– como reguladores y mediadores ante situaciones conflictivas o ante conductas de riesgo que pudieran surgir, o como modelos de relación social, simplemente.
Se trata de reuniones en la casa o en la finca que alguno de los padres o madres presta a los y las adolescentes para que pasen la tarde, la noche y en ocasiones hasta el día siguiente festejando o conviviendo.
La presencia de alcohol en estos espacios, exige de los y las adolescentes una toma decisión.
Algunos toman decisiones inteligentes: quedarse en el lugar sin tomar (para lo cual se requiere una seguridad y firmeza muy alta para lograr tolerar la insistencia de los y las jóvenes que ya llevan unas cubas encima), otros deciden aislarse del grupo consumidor, otros de plano optan por retirarse del lugar; también están quienes desde que se enteraron que en esa fiesta habría alcohol, decidieron no asistir.
No obstante, existen otros que no pueden decir no a la insistencia de sus pares. ¿Por qué? No perdamos de vista que en la adolescencia importa mucho la pertenencia al grupo. La necesidad de sentirse parte del colectivo es tan grande que a muchos les resulta muy difícil decir no, sobre todo cuando la insistencia de los otros llega a ser hasta acosadora. En ocasiones es la falta de seguridad la que obstaculiza la intención de dar una negativa a aquella insistencia. El deseo de sentir se grande o maduro es otro elemento ahí presente.
Por otro lado, no perdamos de vista que en la adolescencia se viven las cosas por primera vez: la primera relación de pareja, el primer beso, el primer baile, la primera cita, la primera fiesta sin los padres/madres ni familiares, también la primera invitación a tomar, a fumar. Y las primeras veces suelen no ser fáciles de manejar. De ahí la importancia de la presencia de las personas adultas en la vida de los y las adolescentes.
Tampoco debemos perder de vista que esta es una etapa donde aún no se cuenta con las habilidades cognitivas y emocionales suficientes para la toma de decisiones complejas. Y sin lugar a dudas, la convivencia entre pares plantea dinámicas complejas que requiere decisiones del mismo tipo.
La vida está llena de riesgos, cosa inevitable. No obstante, una de las funciones parentales es la de protección. Nos corresponde a los padres cuidar el crecimiento de los hijos e hijas. La función protectora consiste no en sobreprotegerles, sino en posibilitar y permitir la asunción de riesgos medidos.
Entre más crecen los hijos y las hijas más grandes son los riesgos, por lo que dejarlos solos en presencia de alcohol, tabaco y demás drogas no es buena idea. ¿Por qué? Porque son sustancias adictivas cuyo consumo en un cuerpo tierno terminarán por afectarlo, la presión de los pares en ocasiones es muy fuerte y porque no siempre cuentan con los recursos para una toma de decisión adecuada.
El consumo de alcohol por adolescentes asociado al volante se ha convertido en un problema de salud pública. Son muchas las muertes las que está generando este cruce. Es responsabilidad de los padres y madres su prevención.
El proceso de educación no termina en la infancia sino que continúa en la adolescencia. Los hijos y las hijas requieren de la guía de sus padres, madres y personas cuidadoras para acceder a la adultez gracias a la habilidad para sortear los riesgos y tomar decisiones inteligentes, producto de un largo proceso de educación y formación humana.