Viernes, 10 Enero, 2025

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Luis Echeverría Álvarez

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Murió el presidente Luis Echeverría Álvarez. Tenía cien años, lo que lo convierte en el expresidente más longevo de México.  Con él se va un tiempo en el que México dejó el crecimiento estabilizador y se dio un punto de quiebre en el que la economía mexicana se empezó a romper. Fue un hombre de partido y un personaje con suerte, nadie se imaginó que el sería el sucesor de Gustavo Díaz Ordaz. En su momento, nadie imaginó que el dedo lo señalaría a él para ocupar la silla presidencial.

Su carrera en el servicio público fue larga y variada. Ocupó el puesto de Oficial Mayor de la Secretaría de Educación Pública; también fue Oficial Mayor del Comité Ejecutivo Nacional) del Partido Revolucionario Institucional; fue nombrado subsecretario de Gobernación y de ahí fue catapultado a ser el Secretario de Gobernación en un momento histórico en el que su desempeño y toma de decisiones fue crucial, controvertida y muy criticada ya que estuvo ligado a la persecución de los disidentes en México.

 Murió en su casa de San Jerónimo, al sur de la Ciudad de México, tal vez ya muy ajeno a los trajines de la vida política. Su última aparición pública fue el año pasado, cuando fue al Estadio Olímpico Universitario de Ciudad de México a vacunarse contra Covid19. Los años no pasan en balde, se le vio en silla de ruedas, usando sombrero de paja con la mirada fija al frente, sabrá Dios lo que estaría viendo.

La vida del expresidente Echeverría es el reflejo del México del siglo XX. Creció en los tiempos de la transformación del país, en la conversión de una nación rural, en un país revuelto para darle paso al progreso estabilizador y metropolitano. Cuando nació, Álvaro Obregón era la figura relevante y la Revolución se había convertido en un enjambre de batallas entre caudillos que apenas se iba calmando. Fue astuto y aprendió a moverse en el partido del General Plutarco Elías Calles, creador del Partido Nacional Revolucionario, antecedente del PRI. Era muy joven, tenía veinte años cuando Lázaro Cárdenas expropió el petróleo. Por eso, Echeverría es uno de los mejores emblemas del político del siglo XX en México y reflejo de lo que Vargas Llosa denominara “la dictadura perfecta”, de esos ejemplares que se estudian en los posgrados de ciencias políticas en las aulas más prestigiosas del mundo.

Ver nota: Muere Luis Echeverría, expresidente de México, a los 100 años

Sus aciertos fueron en cadena para tejer su suerte. Se inscribió al PRI en 1946 y doce años después ya era subsecretario de Gobernación, con el padrinazgo de Gustavo Díaz Ordaz. Esta mancuerna resuena en una de las épocas más nebulosas. A ellos se asociará siempre a masacre de Tlatelolco en octubre de 1968 y la matanza del Corpus Christi en junio de 1971, en la Ciudad de México. Echeverría vivió ambos eventos de cerca. De los dos trató siempre de distanciarse. Culpó a Díaz Ordaz de Tlatelolco y al regente de Ciudad de México del halconazo. En su tiempo, se persiguió todo lo que pudiera asociarse a las disidencias. Combatió la guerrilla con tácticas como la desaparición forzada. Su gobierno combatió a la disidencia guerrerense de Lucio Cabañas, a la liga 23 de septiembre.

Fue un líder populista. Viajó por todo el país. Tuvo un eslogán de campaña muy atractivo: “arriba y adelante con Luis Echeverría”. Como buen demagogo, Luis Echeverría se abanderó de la esquizofrenia política. Le gustaba coquetear con los regímenes de izquierda, cultivaba su amistad con Salvador Allende y se presentaba como defensor de las naciones del Tercer Mundo. Fue él quien impulsó la firma de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados en 1974, un intento por favorecer un modelo de crecimiento justo para las naciones en desarrollo. Le gustaba jalar reflectores. Acabó con el milagro mexicano de crecimiento sostenido. En su sexenio prodigaron los chistes sobre la figura presidencial y la torpeza del presidente.

Es cierto, los problemas que le tocó enfrentar en su momento fueron duros. El país gozaba de paz y las revueltas estaban a punto de estallar. Entenderlo no significa justificarlo. Fue un hombre de su tiempo. Eligió la represión para frenar los problemas. Tomó decisiones que resultan difíciles de entender. Eso puede estar bien o mal, dependiendo de quien eleve el dedo juzgón. Lo peor es que su reflejo brilla fuerte en líderes que hoy ocupan los puestos que Echeverría ocupó en su momento. Basta analizar al expresidente y ver como se parece a muchos de nuestros actores políticos actuales.

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