Miércoles, 04 Diciembre, 2024

19 ℃ Guanajuato

Necesidades y deseos

Opinión

Gaudencio Rodríguez Juárez

Las niñas y los niños tienen necesidades y deseos que tienen que ser cubiertas en su adecuada dimensión para gozar de un sano desarrollo.

En el largo proceso de educación y crianza de niñas y niños es responsabilidad de padres, madres y personas cuidadoras cubrir todas sus necesidades, más no todos sus deseos (sino sólo aquellos que le aporten bienestar o mejore la calidad de vida). Modificar esta combinación puede traer un mal resultado.

Para tal fin, lo primero es tener claras las diferencias entre necesidades y deseos.

Las necesidades del desarrollo infantil fueron identificadas con claridad en el siglo XX. Podríamos decir que son de tipo fisiológico (comer, dormir, aseo), emocional (reconocimiento, aceptación, amor), vincular (contar con personas a quienes recurrir para recibir consuelo y aliento), cognitivo (estimulación y adquisición de habilidades para crecer (lenguaje, razonamiento, resolución de problemas), social (convivencia, comunicación), moral (criterios para la toma de decisiones, creer en valores que les permitan sentirse parte de su cultura).

Las necesidades se pueden aplazar, pero en el margen de tolerancia que la niña o niño tenga en función de su edad y de la intensidad de dicha necesidad: a menor edad y mayor intensidad de la necesidad más rápida debe ser la respuesta del adulto.

Los deseos, en cambio, son aquellas aspiraciones al disfrute de algo.

Mientras que las necesidades son prescindibles para la existencia, los deseos no.

Las necesidades implican el llenado de un hueco una falta, mientras que el deseo se construye sobre una plataforma firme, sin huecos. Por ejemplo, jugar es una necesidad de desarrollo –tan importante que constituye en derecho–, pero querer una pelota nueva cuando ya se tiene una en casa, es un deseo.

Las necesidades son propias del cerebro profundo o inferior, donde se activan las necesidades de sobrevivencia, mientras que los deseos surgen en el cerebro superior, de manera precisa, en la corteza prefrontal, ahí donde está la capacidad de pensar, reflexionar, decidir, optar… desear.

Puesto que la corteza prefrontal tarda mucho en formarse (más de veinte años), las niñas y niños no siempre podrán desear cosas saludables o seguras. Si les dejamos la caja de chocolates, podrán comérselos todos.

Por la misma razón aún no logran diferenciar necesidad de deseo. Esto explica por qué un niño pequeño reclama: “¡Necesito una bolsa de dulces!”. O un niño de seis años reclama con desesperación: “¡Necesito un Smartphone!”. Alguien debe decirles que estos son deseos, no necesidades.

Tampoco se trata de nunca facilitar sus deseos. No perdamos de vista que estos son la sal y pimienta de la vida. Pero para esto existen momentos, fechas y ocasiones en el día a día, durante el año. Mantener la capacidad deseante es importante para activar la motivación hacia la vida, pues de lo que trata la existencia no es de sobrevivir, solamente, sino de vivir lo más plenamente.

Decir sí a todas las necesidades de desarrollo mas no a todos los deseos posibilitará la salud física y mental de la niña o niño.

Pero si invertimos la combinación, o sea, si decimos sí a todos los deseos y desatendemos las necesidades, se obstaculizará el pleno desarrollo infantil, porque cumplir todos los deseos trae como consecuencia individualismo, consumismo, intolerancia a la frustración, postergación de deseos, impulsividad, egocentrismo, entre otras cosas; mientras que desatender las necesidades deja huecos en la personalidad que después se tratan de llenar con lo que sea, aun de maneras nocivas.

Una cosa más: es importante no perder de vista que las necesidades y deseos se manifiestan de distintas maneras en las distintas etapas de desarrollo, por lo que son los padres, madres y personas cuidadoras quienes tienen que ajustar su estilo parental a la etapa en la que se encuentra la niña o niño.

También es importante mantener límites razonables a las expectativas de los adultos (padres, madres, docentes…) respecto a las capacidades y posibilidades de la niña o niño.

Gaudencio Rodríguez Juárez

Psicólogo / [email protected]

Temas

  • Parentalidad
Te recomendamos leer