Lunes, 02 Diciembre, 2024

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Cómo hacer de tu hija o hijo un experto emocional

Opinión

Gaudencio Rodríguez Juárez

¿Deseas que tus hijas e hijos se conviertan en personas socialmente equilibradas y alegres, con capacidad de compromiso con las personas o las causas, capaces de asumir responsabilidades y alcanzar una perspectiva ética, solidarios y cuidadosos de las relaciones, con una vida emocional rica y apropiada y que se sientan cómodos consigo mismos, con los demás y con el universo social donde viven?

¿Deseas que se conviertan en personas que expresan sus sentimientos abiertamente, y se muestran positivas con respecto a ellas mismas, poseedoras de una vida cargada de significado, con aplomo social para comunicarse fácilmente con personas nuevas y con capacidad para manejar bien la tensión?

La clave para tal fin radica en promover la inteligencia emocional, es decir, fortalecer las capacidades y habilidades mentales que implican la capacidad de procesar satisfactoriamente las emociones, conocerlas en sí mismo, reconocerlas en los demás y manejar las relaciones con los demás con resultados positivos.

Se trata de un largo proceso que comienza en la infancia y posee diferentes fases por las que se debe transitar hasta convertirse en un experto emocional. El psicólogo español Rafael Guerrero propone las siguientes:

1. Conocer cuáles son las emociones básicas y para qué sirven: Miedo, rabia, tristeza, amor, alegría, curiosidad y vergüenza. Sólo se pueden gestionar bien las emociones si previamente hemos aprendido cuáles son y somos capaces de diferenciarlas. Para facilitar su aprendizaje puedes describírselas a tu hija o hijo utilizando imágenes y pedirle que intente describir una ocasión en que las experimentó, qué sensación tuvo, qué pensamiento y cuál fue la acción que llevó a cabo.

2. Reconocer las emociones en nosotros mismos y en los demás: Para lograrlo, puedes invitar a tu hija o hijo a pensar en una situación reciente en donde algún familiar o amigo haya vivido una experiencia desagradable y detectar sensaciones, pensamientos y conductas que llevó a cabo él y la otra persona.

3. Legitimar las emociones: Consiste en aceptar y permitir la expresión de dichas emociones, es decir, aceptarlas como verdaderas y auténticas en la persona que las está viviendo o expresando, sin hacer juicios ni críticas.

4. Aprender a regular las emociones: Se trata de aprender a guiar el propio comportamiento de manera autónoma evitando actuar movido por la emoción. En muchas ocasiones las niñas y niños no pueden controlar sus emociones, para eso necesitan el apoyo de sus cuidadores. Estos pueden enseñarles recursos concretos, por ejemplo, alguna técnica de relajación sencilla, hacer respiraciones profundas, gritar, saltar, salir de la situación tomar un vaso con agua, abrazar, etcétera.

5. Reflexionar sobre las emociones que estamos sintiendo: Es importante dedicar un tiempo a pensar sobre la emoción que se está sintiendo o la que está sintiendo otra persona, las ideas o pensamientos asociados, las sensaciones y las acciones o comportamientos. Este ejercicio permite actuar de mejor manera, disfrutar de las relaciones sociales y evitar conflicto. Usar cuentos y hacerles preguntas a las niñas y niños sobre lo que los personajes del cuento sienten, notan, piensan y hacen puede resultar útil.

6. Actuar las emociones de manera adaptativa: Si se superan las anteriores fases se tendrá más probabilidades de actuar las emociones de manera adaptativa y sana y, a la vez se reducirán las probabilidades de sufrir un secuestro emocional. Regulada la emoción se puede utilizar la razón para elegir una alternativa constructiva.

7. Establecer una historia o narrativa: Consiste en contarse a sí mismo o contarle a la hija o hijo lo que ha ocurrido, de tal manera, que con una narración explique bien lo que ha pasado, comprenda lo que ha sentido, notado, pensado y hecho. El objetivo de esta última fase es transformar la experiencia en aprendizaje.

De esta manera, madres, padres y cuidadores enseñarán a sus hijas e hijos a regular y manejar sus propios momentos de estrés, habilidad fundamental para la salud mental y el éxito en las relaciones interpersonales.

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