Niñez, adolescencia y juventud del activo Miguel Hidalgo y Costilla
Comenta el historiador Fortino López Robles en su libro El padre Hidalgo y las rutas primeras de la insurgencia: “Desde su nacimiento y hasta la edad de doce años (Miguel Hidalgo) vivió en la hacienda (de Corralejo). Su primer compañero de juegos y travesuras fue José Joaquín, el hermano mayor. A los siete años comenzó a familiarizarse con los hijos de los peones, con quienes, en grupo, se divertía: en cazar mariposas, tirar piedrecillas con ‘resortera’ a los pajaritos, cortar ‘maravillas’ y flores silvestres, montar a los borregos y becerritos, bañarse y medio nadar en los remansos del (río) Turbio”.
“Ya a los nueve años –continúa Fortino López- tenía ocupaciones más formales, como montar a caballo, jinetear en toretes, ordeñar las vacas, esquilar a las ovejas, recolectar frutas en las huertas, ayudar a los campesinos en diversas tareas agrícolas, desde el arar y sembrar hasta la cosecha”.
Más allá de la fantasía –exquisita por lo demás en este caso- se sabe que la infancia de Hidalgo transcurre efectivamente en el medio rural con los privilegios propios del hijo del administrador de Corralejo. Allí vive rodeado de sus hermanos, sus numerosos familiares y aprende de su padre Cristóbal la lectura y escritura, la aritmética básica y el reforzamiento de la doctrina cristiana, estudiada seguramente con el cura más cercano y su madre Ana María.
El fallecimiento de su mamá, precisamente, debió ser el golpe más terrible para aquel chiquillo de escasa edad. El abandono del hogar a los doce años para acudir al colegio también debió ser pesaroso… Viajaba tan lejos, a Valladolid… Por fortuna lo acompañaba Joaquín, su hermano mayor.
En la hoy Morelia ambos hermanos fueron recibidos por su tío materno José Antonio Gallaga, quien los inscribió en el colegio jesuita de San Francisco Javier, dando inicio Joaquín y Miguel a una carrera eclesiástica que llevó a los dos a destacar en el ámbito intelectual de la región y a ser reconocidos, los dos, por su preocupación social.
El camino no estuvo exento de dificultades, siendo la primera el cierre del colegio a raíz de la expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios españoles, decretada por Carlos III en 1767. Entonces los Hidalgo tuvieron que esperar algunos meses a la apertura de cursos en la institución competidora, el colegio de San Nicolás Obispo, en el cual fueron admitidos como alumnos internos.
La excepcional capacidad para el estudio mostrada por Miguel le permitió graduarse en 1770 como bachiller en Letras, y al año siguiente obtener el bachillerato en Artes por la Real y Pontificia Universidad de México. Esta máxima institución volvió a reconocerle un bachillerato más, el de Teología, mismo que obtuvo el 24 de mayo de 1773 junto con su hermano.
En 1774, con la aprobación del obispo de Michoacán, Miguel Hidalgo recibe las cuatro órdenes menores, las cuales se ven complementadas con el subdiaconado, el diaconado y el presbiterado en los meses siguientes, de forma que ejerce como sacerdote a los 25 años de edad.
En lo tocante a su desempeño académico, en 1776 se integra como catedrático del colegio de San Nicolás impartiendo Filosofía, Gramática Latina y Teología Escolástica, para la cual propone un novedoso método de enseñanza. Luego recibe los nombramientos de tesorero, vicerrector y secretario de aquella casa de estudios.
En 1790 llega al previsto cargo de rector, atendiendo desde antes la sacristía de Santa Clara del Cobre y gozando de sus beneficios. Ante esto, no se podía dudar del éxito personal alcanzado por el niño de Corralejo; aquel que, en la visión poética de Fortino López, se divertía cazando mariposas y tirando piedrecillas a los pajaritos.