Nuevos hombres buenos
No es necesario explicar en extenso que la manera en que fuimos educados –y aún se sigue educando en buena medida– a los niños está basada en la construcción de un hombre con atributos asociados a la fuerza, productividad, infalibilidad, competencia, potencia, una especie de robot, capaz de hacer cálculos milimétricos ante cada situación de vida y que traen como resultado un resultado exacto y acertado, un ser con la capacidad de negar, ocultar, minimizar o postergar las emociones y sentimientos, con tal de ostentarse invulnerable, sólido. Se trata de una propuesta educativa que empobrece la personalidad de los hombres al dejar fuera otros atributos humanos, por ejemplo, la ternura, la sensibilidad emocional, la colaboración, la solidaridad, la espiritualidad, la falibilidad, el cuidado, etcétera.
Los tiempos que vivimos anuncian la urgencia de una educación y socialización diferente, una que no haga de los atributos humanos parcelas al asignar unos a las mujeres y otros a los hombres.
Para tal fin, el antropólogo y trabajador social, Ritxar Bacete, nos invita a los hombres a no conformarnos con lo que somos y con la manera en que aprendimos a actuar y a relacionarnos entre nosotros y con las mujeres, con el modelo de hombre poco cuidador, emocionalmente distante, utilitarista en exceso o volcado en el trabajo que aprendimos a ser. En su libro “Nuevos hombres buenos”, nos invita a buscar al ser cuidador, empático, expresivo o, lo que es lo mismo, más libre, completo, pacífico, justo y feliz que podemos llegar a ser. Y nos ofrece pistas precisas que pueden ayudarnos en el tránsito hacia dicho hombre integral; las comparto para hacer eco a la tarea que hemos venido postergando los hombres:
Cuestiónate a ti mismo. Siempre hay áreas de mejora. Ser hombre no es un destino, sino una etiqueta que nos pusieron y con la que hemos construido nuestra identidad: del mismo modo que hemos aprendido, podemos desaprender.
Quiérete bien. Conecta contigo y sé lo que quieras ser. Eres un ser único y excepcional. Estás en tu derecho y solo se vive una vez.
– Toma conciencia de que el camino hacia la igualdad, como cualquier peregrinación, no es fácil y solo lo puedes transitar paso a paso, con tus propios pies: nadie lo puede hacer por ti.
– Acéptalo: no se puede estar en dos lugares el mismo tiempo. Y sí, perderás privilegios, poder y oportunidades, es cierto. Pero está probado que mejorarás mucho en tus relaciones, serás más libre y feliz. Quien te quiere es quien más te lo agradecerá.
– Escucha con mucha atención a las mujeres que te rodean, a las de hoy y también a las de ayer: aprenderás mucho de ellas. Escucha más, habla menos y cuida de no interrumpir a las mujeres cuando hablan.
– Escucha a tus emociones, conecta con tus sombras y reconoce tu vulnerabilidad, porque es ahí donde reside la verdadera fortaleza.
– Ríete mucho, sobre todo de ti mismo.
– Da un paso adelante en los cuidados. Responsabilízate. Cuida más de las personas que te acompañan en la vida. Y, de paso, cuida también el planeta.
– Da un paso atrás o apártate en algún espacio de poder que ocupas, al menos una vez en tu vida, para dejar paso a una mujer.
– Cuídate más a ti mismo. Vivirás más años, nos costarás menos y aliviarás de la obligación de cuidarte a las personas que te quieren y que son importantes para ti.
– Saborea la vida, porque es un regalo. Trabaja menos en tu empleo y comparte más: ¡sólo se vive una vez!
– Además de mantener tus aficiones y practicar tus deportes favoritos, entrena cada día la empatía y la compasión.
– Respira profundamente cada vez que tengas miedo. Te ayudará a renunciar al uso de cualquier tipo de violencia, física y verbal, como forma de regular los conflictos: que la ira no te acompañe.
– Ama y honra a otros hombres, conversa con ellos con calma, mira a los ojos, disfruta de la intimidad y la amistad profunda. Déjate querer por ellos.
Manos a la obra.