Precampañas
Dicen que el periodo oficial para arrancar con las precampañas inició el 20 de noviembre. Todos sabemos que tirios y troyanos se saltaron las trancas y que esos procesos empezaron hace mucho tiempo. En el caso del partido en el poder, el propio presidente López Obrador inicio el juego de las corcholatas hace años.
Los procesos para convencer a los votantes en México son largos y engorrosos. En otros países, en semanas se organizan y forman gobierno. Aquí, la cosa va por etapas. Las precampañas electorales son una serie de actos preparatorios que organizan los partidos políticos y sus militantes con el objetivo de obtener respaldo para los cargos de elección popular.
Los actos de precampaña incluyen de todo, desde reuniones públicas, asambleas, marchas, hasta actividades de propaganda dirigida a sus simpatizantes y —ni modo que no— a todo un electorado. Hoy, para los procesos políticos y las actividades de propaganda hay que sujetarse a los lineamientos establecidos por el Instituto Nacional Electoral para regular y fiscalizar los procesos, actos, actividades y propaganda realizados en los Procesos Políticos.
Los procesos electorales en México duran mucho tiempo porque son un buen negocio. El INE ha establecido las cifras del financiamiento público que recibirán los partidos políticos nacionales de cara a las elecciones de 2024. El organismo estableció un total de $10.444.157.311, y los montos y distribuciones para los siguientes rubros se aplican de acuerdo con la fórmula establecida en la ley. Es mucho dinero lo que nos cuestan los procesos democráticos a cada uno de los mexicanos.
Los periodos tan extensos resultan ser variopintos y en muchos casos, aburren. Es justo decir que las candidatas han estado y van a seguir estando muy expuestas. A Claudia Sheinbaum la exhiben teniendo una de las lunas de miel más cortas de la Historia, a ver si la nota rosa genera al menos un poco de morbo en el electorado. Más allá de la cantera morenista, la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México no entusiasma.
A decir verdad, Xóchitl Gálvez tampoco. Lo que inició con gran sacudida está perdiendo lustre. La ilusión que causó el impacto de verla como una posibilidad de alternancia se va diluyendo como una pastillita efervescente en un vaso de agua turbia. No sé si la gente ya se enfadó de escuchar palabras altisonantes que no se emparejan con una propuesta, si las figuras que evocan un pasado abyecto con las que se ha fotografiado no le ayudan o si su curva de Gauss encontró un punto de inflexión muy rápido y ya va de bajada.
Por su parte, Samuel García tiene un modelo que parece conectar con los jóvenes. Sabe usar un lenguaje accesible, se mueve en redes sociales y logra tejer conexiones con la población que consume contenido en línea. Los picos de popularidad hoy lo colocan como una novedad y parece que, en este momento, quienes podrían simpatizar con Xóchitl, podrían cambiarse al bando samuelista. Las proyecciones no le dan para llegar a la presidencia de la República, pero sí para fortalecer a su partido. Aunque, corre el riesgo de desinflarse como está sucediendo con Xóchitl si sólo se dedica a hablar sin proponer.
La gran ventaja que tiene Claudia Sheinbaum es que está cobijada por el poder. Pero su figura no enciende los corazones de los votantes. Su voz evoca al pasado, su tono recuerda a los candidatos presidenciales de los setenta. Al oírle el ritmo, parece que está imitando a Luis Echeverría o a José López Portillo. Es una matraca que adormece, parece una profesora monocorde que aburre a sus alumnos en clase de cuatro de la tarde.
Ya empezaron las precampañas en forma oficial. Se supone que la propaganda no deberá engancharse en elementos del equipamiento urbano, ni obstaculizar en forma alguna la visibilidad de los señalamientos. De no acatar estos lineamientos, el INE ordenará su retiro inmediato. Y, como ya sabemos, ni esas ni otras reglas se han respetado. Dicen que arrancaron el 20 de noviembre y sabemos que eso sucedió hace varios meses, y en algunos casos, años.