Reforzar el civismo ante la familia
El Estado tiene el deber de crear las condiciones para que su gobierno, ejerza las funciones que la ley de otorga, pero al mismo tiempo, mantener en la conciencia de los gobernantes la determinación de avanzar hacia el mejoramiento de las instituciones.
Las instituciones deben mantener la buena fe, tanto en la población como en los gobernantes. El trabajo del gobierno habrá de entenderse como la obligación moral que la sociedad necesita en el desempeño de gobernantes y ciudadanos para que, al aplicar la ley, no se busquen resquicios para desvirtuar su finalidad, sino para atender la intención que tuvo el legislador, al convertirla en parte del orden jurídico nacional.
Mientras mejor entendamos la función del derecho; en tanto que la diferenciemos de la ética, la religión y las normas de trato social, mayores posibilidades se tendrá de contribuir a las relaciones pacíficas entre la población.
Todas las instituciones necesitan de la sociedad en su conjunto, para su mejor funcionamiento. Hay tendencias que no aceptan la rectoría del Estado en la vida social, pues mantienen un celo especial por lo que entienden por libertad; pero sin respeto al valor intrínseco de la norma, no es posible el orden, reina la anarquía y con frecuencia se recurre a una violencia mayor, para tratar de volver las cosas, a la “normalidad”, que debe entenderse sólo, como las condiciones para restaurar la armonía social.
Las normas deben ser provistas de facticidad, pues la norma jurídica es distinta a la ley natural, que dadas las condiciones, se cumple fatalmente. La posibilidad de la violación de la norma jurídica, debe garantizar la posibilidad de su aplicación y el cumplimiento del mandato ético que contiene, pues de lo contrario, no facilita el orden necesario para que la sociedad viva en paz.
Por tanto, el gobernante debe estar en capacidad de entender claramente el fenómeno social y conocer el desarrollo histórico de las instituciones; así como las motivaciones de la conducta humana.
Una vez cumplido con la cultura mínima del encargado de hacer cumplir la ley, tendrá que poner todo su empeño, creando una política de comunicación social, en la que se apliquen todos los adelantos de las ciencias, para mantener informada y concientizada a la población de la importancia que tiene el proteger a la familia o sus sucedáneos, para que todos tengan acceso al buen trato, para desarrollar sus potencialidades.
Lo anterior será posible en la medida que el Estado asuma la rectoría de la educación, en condiciones tales, que ayude eficazmente, a convertir la democracia en una forma de vida y, que el bienestar de la sociedad en su conjunto sea objetivo toral del Estado,
Debemos mantener la fe en que la humanidad, aún prefiere la verdad a la mentira; la bondad a la maldad; la justicia a la injusticia. Pero debemos evitar que nos perdamos en las redes de la enajenación progresiva de nuestros prójimos. El Estado mexicano, es producto de nuestra cultura, por acción de los elementos contrarios, que actúan en el seno de la sociedad.
JRP