Travesía mortal
A la precariedad que padecen los migrantes centroamericanos se suman la posibilidad de ser secuestrados o reclutados por el crimen organizado. Hablamos de seres humanos vistos como carne de cañón o mercancía.
Violencia, pandillas, miseria y falta de empleos dignos, orillan a los centroamericanos a dejar sus países de origen y migrar a Estados Unidos.
Pero entre su tierra y el ‘sueño americano’, hay 5 mil kilómetros plagados de peligros e incertidumbre, un territorio que ya parece más hostil que el entorno del que escapan: México.
En menos de un mes hemos visto dos tragedias que revelan una parte del infierno que viven los migrantes al cruzar el país. Dos tragedias que por su magnitud acapararon la atención de todos los medios, mientras las historias particulares que entretejen este fenómeno social permanecen a la sombra de la indiferencia y en total impunidad.
El incendio en una estancia migratoria de Ciudad Juárez, el secuestro de más de 100 personas en San Luis Potosí, no son fenómenos aislados.
¿Albergues o cárceles?
“No es justo, porque esta gente son los que trabajan, somos los que estamos más necesitados, en nuestro país no hay empleo, no hay nada”. Palabras de Merlin Amador, hondureño que hizo parada en Celaya.
Gracias a personal de Cruz Roja logró llamar a su madre, preocupada por la posibilidad de que él se encontrara entre las 40 víctimas del incendio en Juárez. Merlin se dijo agradecido por encontrar un lugar donde asearse y descansar, una de las tres casas con que cuenta el municipio para apoyar a los migrantes.
La estancia en Ciudad Juárez “era una cárcel”, en la opinión de William, “si hay rejas ya no es albergue”. Él es nicaragüense. A su paso por León, sobrevive pidiendo dinero que gasta en comida.
Peregrinar, dormir en las calles, buscar trabajos eventuales, es el estilo de vida que adoptan los centroamericanos que cruzan Guanajuato, estado cada vez más peligroso para ellos.
‘La Bestia’, ese tren que a pesar de su significativo y pavoroso nombre, es una esperanza, una de las pocas a las que pueden aferrarse.
Traficar con vidas
El miércoles 5 de abril trascendió la presunta desaparición de 23 turistas de San Felipe que se dirigían a Saltillo, Coahuila. Luego de que circularan versiones confusas, y del pésimo manejo de la información por parte de las autoridades, se reveló la aterradora realidad.
En Matehuala, San Luis Potosí, fueron encontradas alrededor de 105 personas, privadas de su libertad por un grupo criminal. No se trataba de turistas sino de migrantes, la mayoría centroamericanos. El episodio dejó una víctima mortal, el conductor de una de las unidades en que se transportaban, Joel Juárez de 36 años.
De acuerdo con la federación la zona es territorio que se disputan al menos tres células delictivas. Esto significa, que a la precariedad que padecen se suman la posibilidad de ser secuestrados o reclutados por el crimen organizado.
Hablamos de seres humanos vistos como carne de cañón o mercancía.
Este episodio también evidenció la magnitud del tráfico de migrantes, delito que según la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas, de la Secretaría de Gobernación, en 2019 generó ganancias de hasta 615 millones de dólares.
El 70% de los indocumentados provenientes de Guatemala, Honduras, El Salvador, Venezuela, y el 50% de los mexicanos que buscan cruzar la frontera, recurren al servicio de ‘coyotes’ a quienes pagan cerca de 5 mil dólares.
Vulnerabilidad
La realidad de las mujeres que atraviesan México es cruda y poco se habla al respecto. La ONG ‘Médicos sin fronteras’ reveló que en 2022 atendieron 61 agresiones sexuales a migrantes.
‘El País’ cita un informe del Instituto Nacional de Salud Pública de la UNAM que señala que el 29% de las personas que intentan cruzar la frontera son víctimas de violencia física, psicológica o sexual; la mayoría de estos abusos quedan impunes. Sólo uno de cada 10 casos se denuncian por temor a la repatriación.
‘Médicos sin fronteras’ resalta que no existen en nuestro país políticas públicas que permitan dar acompañamiento a las víctimas de abuso, por la estigmatización y discriminación que implica para las mujeres.
Y hablemos de los niños. La escritora Valeria Luiselli trabajó como traductora en la corte migratoria de Nueva York; apoyaba en el cuestionario que se hace a los menores que logran llegar, a veces solos. La pregunta siete es “¿te ocurrió algo durante tu viaje a Estados Unidos que te asustara o lastimara?”. Luiselli no da detalles, porque sobran, pero afirma: “como mexicana, es la pregunta que más me avergüenza hacerles a los niños. Me avergüenza, y duele, y llena de rabia, porque lo que les ocurre durante el viaje, en México, es casi siempre peor que cualquier otra cosa”.
¿Quién protege a menores, mujeres y hombres que integran este éxodo sin fin? Los horrores aquí enumerados apuntan a que la respuesta es nadie.
LO SUPERFLUO: Nuestro país se enorgullece de sus migrantes, pero sólo cuando regresan al país cargados de dólares.
LO PROFUNDO: Nuestro país ignora es el infierno para los extranjeros que lo cruzan en busca de esa misma prosperidad y fortuna.
JRP