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Vicente Fox y sus amarguras…

Opinión

Eliazar Velázquez - Divisadero

Vicente Fox y sus amarguras…

“Chairos con que poco se  conforman” fue una de las frases despectivas y biliosas con las que Vicente Fox se expresó a propósito de la concentración convocada en la Ciudad de México con motivo del cuarto informe presidencial. No es ninguna novedad su modo simplista y corriente de expresar sus diferencias con  el gobierno federal que encabeza Andrés Manuel  Lopez Obrador, al cual sin duda le hacen mucha falta contrapesos críticos serenos y sin fobias. Ante las frecuentes posturas y posicionamientos tan  irracionales y desmesurados del ex mandatario, cabe hacer un asomo a su recorrido que en lo personal he tenido que observar durante años de hacer periodismo.

 En los noventa -esa década conmocionada por el surgimiento del Ejercito Zapatista y por el asesinato de Colosio- se comenzó a escuchar el nombre de Vicente Fox Quesada,  para muchos  parecía avizorar una bocanada de aire fresco en medio del férreo control priista que se aproximaba a sus estertores. No hacía mucho ya estaba abierto el carril para que empresarios del bajío tomaran por asalto el poder político en Guanajuato pero ya no a través de terceras personas, sino ocupando los cargos ellos mismos, y todo parecía indicar que el de San Cristóbal apuntalaría esa tendencia.

En su campaña por la gubernatura en 1995, resultó atractivo para un electorado hastiado del PRI porque rompía con los estilos acartonados, y porque como buen vendedor supo aparentar ser una mercancía novedosa, también le favoreció el contraste que los votantes hicieron con su principal contendiente Ignacio Vázquez Torres, quien transpiraba el tufo del priismo arcaico y demagógico. Malú MIcher, la abanderada del PRD era el perfil más fresco, pero  no significaba ninguna competencia para el panista.

Ya siendo gobernador, sostenido en la hábil operación política de personajes claves en su entorno como el fallecido Ramón Martin Huerta experto en maniobrar desde las más oscuras alcantarillas del poder, tuvo tiempo y recursos para preparar su siguiente lance.  Inventó la marca “Guanajuato Tierra de Oportunidades”, inspirada en el afán de instaurar una especie de provincia de Texas en el centro de México y la comenzó a vender buscando construir  la percepción de una entidad modelo exitosa, al tiempo de ofertarse como el nuevo salvador de la patria.

Favorecido por el impulso ciudadano de dar un viraje drástico a la vida pública, en las elecciones del 2000 sucedió su encumbramiento. Por meras circunstancias fue el beneficiario de resistencias ciudadanas  pacificas e incluso armadas que  hubo durante la toda la segunda mitad del siglo XX, en su mayoría desde la izquierda. Durante su sexenio los hechos pronto fueron exhibiendo que su pregonado talante democrático, su cercanía con la gente, su  supuesta honestidad,  su discurso de limpiar las instituciones de corruptos y “víboras tepocatas” solo habían sido un falso disfraz para hacerse de la Presidencia de la República.

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¿No conoce el silencio?

Todo este precedente tiene sentido, porque a la vuelta del tiempo, el ex  mandatario se ha ido encargando de confirmar que su persona esta terriblemente dañada por la adicción que significa el poder y el dinero. Hace 27 años recuerdo a Fox Quesada  sentado en la pequeña sala de una estación de Radio entonces ubicada en el ahora turístico Pozos, municipio de San Luís de la Paz, hojeando los diarios con un aire de suficiencia  mientras llegaba el momento de salir al aire; al poco rato ya estaba en una plaza, y luego en otra,  pregonando en todas exactamente las mismas palabras y buscando generar simpatías con idénticos recursos verbales y corporales. Ya entonces estaba claro que era un mercader metido a la política y era obvio que eso lo embriagaba, solo que en ese momento era imposible predecir hasta qué punto iba a llegar el  extravió de la cordura  de este  guanajuatense que a la fecha  está cumpliendo 80 años de vida. 

 Y es que toda la visceralidad, la saña, la mala fe, el rencor, la superficialidad, las mentiras, que destilan sus declaraciones públicas, no pueden ser rasgos más que de un adulto mayor que no ha tenido la sabiduría de encontrar paz en sus adentros en el último tramo de su vida, y que ha perdido los rasgos mínimos de dignidad y humildad aconsejables para cualquier persona al llegar  al ocaso de nuestra vida y así transitar serenos el final del misterio de vivir.

En cualquier orden del quehacer humano todos tenemos un ciclo, el suyo en la política mexicana se agotó hace mucho. Si en los noventa oír su nombre desataba emociones nobles, hoy da pena ajena porque en sus palabras se trasluce un alma perturbada.

A los guanajuatenses nos tocó tenerlo como referencia de poder de 1995 a 2006, primero como gobernador y luego como Presidente. Si ya durante ese largo lapso le dimos un lugar en nuestra vida diaria, es un exceso enfermizo que  Vicente Fox pretenda eternizarse en nuestras emociones, en nuestras conversaciones, y todavía en 2022 ande ensuciando con su bilis clasista el debate público.  Si él apela a su derecho a la libertad de expresión, otros invocamos nuestro  derecho de pedirle al señor  Fox, el  actor público,  que ya guarde silencio y que no nos endose a los demás sus amarguras.

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