Encontró a su hijo Marco Eduardo en Los Castillos de León, tras casi tres años de búsqueda


Maria Elena al fin encontró a su hijo Marco Eduardo tras 2 años y siete meses de su desaparición
León, Guanajuato.- Marco Eduardo Iturriaga Gómez tenía 26 años cuando desapareció. Salió de su casa, dijo que iría a su nuevo trabajo y nunca regresó. El 10 de marzo del 2021 comenzó el martirio de búsqueda para su familia, y acabó este domingo 22 de octubre del 2023, con el hallazgo de sus restos. Su sonrisa fue la certeza para que su mamá identificara en un cráneo la quijada de su hijo.
Este 2 de noviembre, la mamá de Eduardo, María Elena Gómez, hará un altar en su honor. Ella describe a su hijo como una persona noble, sonriente y alegre; un muchacho que dejó en orfandad a un niño de 10 años; y que sus últimos días los dedicó a la carpintería.
A Eduardo le encantaban las tortas de huevo, era su platillo favorito, recuerda su madre, quien no descarta ponerlo como ofrenda para despedirlo este Día de Muertos.
Marco Eduardo iba a un nuevo trabajo
Eduardo Iturriaga era vecino de la colonia Nueva Santa Rosa de Lima, vivía en la calle Jeremías. El 9 de marzo del 2021, cuando llevaba una semana de salir de un centro de rehabilitación, le dijo a sus padres que se cambiaría de trabajo y entraría a otro ese mismo martes. Por la rutina del día su mamá no alcanzó a platicar con él sobre su nuevo empleo. Jamás pensó que no lo volverían a ver.
“Mi hijo era carpintero, trabajaba en el Coecillo. Un día antes me dijo ‘ya no voy a ir a trabajar ahí, ya encontré otro trabajo, mañana empiezo’, le dije ‘está bien hijo’. Yo ya no lo veía cuando él se levantaba, entonces ese día en la noche llegué como a la 1 de la mañana, ya no le pregunté dónde es ni con quién, nada”.
Ese 9 de marzo del 2021, Eduardo ya no regresó a su casa. Sus padres creyeron que se había quedado a dormir con su expareja, pero al ver que tampoco ella sabía de su paradero empezó la preocupación. Su alerta aumentó cuando marcaron a su celular y no contestó, ya no le entrababan las llamadas.
La madre desesperada empezó a caminar por los cerros de Los Castillos, donde vivía su expareja, con la esperanza de localizarlo, pero policías municipales le sugirieron interponer una denuncia por su desaparición.
“Pasó el jueves y ya no me marcó, empecé a preocuparme, pero creíamos que estaba con ella (con su expareja) (…) hasta el viernes empezó mi intuición de madre, sentía que algo no estaba bien. Me fui yo a buscarlo a Los Castillos, que de allá era su expareja, y eran como la 1 de la mañana, me decían que nadie lo vio. Me dieron las 3 de la mañana, que estaba yo en el cerro de Real del Castillo, entre piedras, en el cerro. Un policía me dijo que mejor pusiera la denuncia en la Fiscalía: ‘su hijo yo creo que ya está perdido’, me dijo. En eso me entró un temor muy fuerte y me fui a la Fiscalía”.
Colectivos de búsqueda de Guanajuato han dicho públicamente que las ofertas laborales han sido un gancho de reclutamiento del crimen organizado. Algunas de las víctimas de desaparición son contactadas por redes sociales, les ofrecen trabajos remunerados como engaño. La familia de Eduardo desconoce si este fue el modus operandi del que haya sido víctima.
Buscar a su hijo de la mano de un colectivo

En junio de ese año, la señora Elena se unió al colectivo de búsqueda Unidos por los Desaparecidos, así como a la Comisión Estatal de Búsqueda.
Entre cerros, calles, con pica y pala, la mamá de Eduardo lo buscó por dos años. Dos años que significan una larga espera e incertidumbre que desestabilizó su vida personal, laboral y hasta de salud.
“Fue muy angustiante, muy dolorosa, estrés, depresión, fue locura. Muchas veces dije que ahí se había acabado mi vida. Era mi único hijo y yo me veía en él porque desde niño me ayudó a sacar adelante a mi familia, fue un apoyo incondicional.”
La fe es lo único que le quedaba a la madre de Eduardo. Pidió encontrar a su hijo de la manera que fuera, pero localizarlo.
“Yo sentía que la vida ya no valía para mí, pero luego me hicieron ver que tengo otras tres hijas, lo importante que son y que soy para ellas. Me entregué a Dios y empecé a vivir de su brazo, de su auxilio”.
La desesperación le hizo creer en cualquier posibilidad que le trajera de regreso a su hijo. Cuenta que estuvo tentada a que le leyeran las cartas o a acudir a rituales esotéricos.
Elena llegó al grado de enfermar por el estrés y preocupación que acumulaba. Ella, como muchas madres buscadoras, pierden su trabajo por entregar su vida a la localización de sus hijos. Entraba y salía a un empleo de cocina, pero al estar ahí la angustia no la dejaba seguir con su vida. Ya no tenía un ritmo común sabiendo que su hijo no estaba con ella.
Desaparecidos en Guanajuato
En Guanajuato, de abril a junio del 2023, 439 personas se mantienen desaparecidas, de acuerdo con el último reporte de la Comisión Estatal de Búsqueda, además de 43 localizadas sin vida. En el mismo periodo se han realizado 102 jornadas de búsqueda en campo, 30 con contexto de hallazgo; se excavó en 105 pozos de sondeo y se localizó a 41 personas.
Reconocer entre huesos a un hijo
Este 21 de octubre, una llamada anónima reportó al colectivo Unidos por los Desaparecidos sobre el hallazgo de restos óseos y prendas de vestir en la colonia Los Castillos. Elena sintió la urgente necesidad de ir, así se lo dijo a la líder del colectivo. A pesar de que tiene dificultad para caminar, algo la obligaba a ir a buscar.
“Yo le dije vamos aunque sea a rastras pero yo te acompaño. Le dije que quería regresar a esas dos personas que están ahí, quiero hacer felices a dos familias. Le dije que lo hiciéramos en domingo para que nos acompañara más gente, caminamos yo creo como hora y media o dos horas”.
“Ese día no sé por qué fuimos con tanta emoción. No sé si Dios me estaba mandando a recibir a mi hijo. Mi esposo también tiene mal una rodilla, y ese día no nos dolía nada. Caminamos al parejo de todas”.
Marco Eduardo "ya está bien"
Entre la tierra del cerro de Los Castillos estaban los restos de Eduardo. El joven que aspiraba a independizarse, a tener una casa con su familia, a tener un nuevo trabajo.
“Estaba toda su ropa con la que él se desapareció, estaba un zapato. Por lo que lo identifiqué de inmediato fue por su cráneo, las fotos que tengo, su sonrisa. Obvio por la forma en la que lo encontramos está diferente, pero viéndolo bien, era él”.
“Yo creo cuando lo vi me bloqueé porque no sentí ganas de morirme al verlo ahí, si Dios así quiso que así lo recibiera, yo lo acepté. Así ha sido mi lucha hasta ese domingo (…) Un día soñé que él se vino a despedir de mí, lo soñé en un campo santo con muchos niños. Vino a mí y dejó que le diera un abrazo. Con eso me quedé, con que mi hijo ya estaba bien”, suspira Elena, vecina de la colonia Nueva Santa Rosa de Lima.
LC