Acompañemos a las y los adolescentes en su crecimiento
La adolescencia es una etapa del ciclo vital caracterizada por el crecimiento y el logro de niveles de autonomía importantes. A diferencia de la infancia en la que la niña o niño dependía ampliamente de sus padres y por lo mismo su vida transcurría en el perímetro de estos, en la adolescencia la exploración es más amplia. Las y los adolescentes ahora tienen una vida en entornos donde no están sus padres/madres (la escuela, la comunidad, el centro deportivo, etcétera).
En dichos entornos conviven con sus pares cada vez con más frecuencia. Que prefieran estar con estos en ocasiones aún más que con sus padres es una buena noticia en términos de desarrollo (aunque a los papás y mamás les resulte un tanto triste), pues significa que están siguiendo su impulso hacia la diferenciación respecto de sus padres/madres y hacia la búsqueda de la autonomía. Cosa que no es del todo sencillo. Pero justo ahí es donde la compañía y la identificación con sus pares resulta importante.
En ese convivir con pares podrán en juego todo su ser, todo lo adquirido hasta entonces en términos de educación: sus habilidades de todo tipo (sociales, emocionales, cognitivas, etcétera), sus actitudes, creencias e ideologías.
Es aquí donde, en buena medida, se reflejará la crianza y la educación recibida por parte de los padres/madres, docentes y toda persona cuidadora, así como de las instituciones, medios de comunicación, etcétera; no debemos de olvidar que en la educación de las niñas y niños no sólo influyen los padres/madres, sino todos los actores antes mencionados.
La persona adolescente aún se encuentra en un proceso de maduración. Proceso que suele ser disparejo (y podríamos decir que justo esta es una característica de esta etapa), porque el cuerpo físico ya ha logrado un crecimiento significativo, incluso con capacidad para la reproducción, no obstante, el cerebro aún no termina de madurar lo suficiente para lograr decisiones suficientemente adaptativas o asertivas.
La parte pre-frontal del cerebro, que es desde donde se despliegan los procesos de reflexión, análisis, regulación de las emociones, planificación, proyección a futuro, conciencia ética, resolución de conflictos, dilemas y problemas, etcétera, se desarrolla paulatinamente y dicho desarrollo se consolida alrededor de los 25 años.
Pero dicha maduración cerebral no ha de ocurrir sólo con el paso del tiempo, sino que se requieren dos cosas: 1) oportunidades para adquirir y consolidar habilidades múltiples; y 2) la presencia y guía de adultos disponibles y sensibles en su vida, que incluye no sólo a sus padres/madres, sino a los que estarán en aquellos entornos donde los padres/madres no, por ejemplo, la escuela.
Muchas de las habilidades por consolidar y adquirir emergerán en la convivencia con sus pares. Sobre todo, las socio-emocionales. Y en este proceso pueden por momentos conducirse con cierta torpeza. Lo cual puede traer como consecuencia agravio hacia sus compañeros o compañeras.
No perdamos de vista que siguen aprendiendo a manejar sus impulsos sexuales y agresivos en un cuerpo diferente al de la infancia. Por lo que cabe la posibilidad de no manejar de la mejor manera dichos impulsos.
Es su inmadurez cerebral (aunada al déficit educativo o formativo de la infancia) la que puede explicar por qué algunos pueden llegar a manifestar conductas agresivas, discriminadoras o acosadoras. Lo cual perjudica y genera sufrimiento en los pares a quienes dirige sus ofensas.
De acuerdo con la Convención sobre los Derechos de la Niñez, para que las niñas, niños y adolescentes puedan asumir una vida responsable en una sociedad libre, necesitan recibir una educación y formación con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y amistad entre todos los pueblos, grupos étnicos, nacionales y religiosos y personas de origen indígena.
Y, al encontrarse en un proceso de formación, la presencia, sensibilidad y disponibilidad de los adultos responsables de su desarrollo sigue siendo fundamental. No desertemos de ese rol tan importante. Y capacitémonos para hacerlo no de manera perfecta –cosa imposible–, pero sí mejor cada día –cosa totalmente posible–.
Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]