Chispitas del lenguaje
La importancia de la puntuación
Freud aseguraba que el idioma es la base de la risa. Quien maneja bien el idioma puede encontrarle recovecos y también comprender sus alcances. La salida de la normalidad es jocosa. Todo chiste rompe con una lógica… y eso hace reír. Por eso, demanda de quien escucha o es espectador el análisis y la reflexión.
Domingo Faustino Sarmiento antes de ser presidente de Argentina, fungía como inspector general de Instrucción. En sus memorias, describía su encuentro con un profesor que sostuvo: «No creo que sean tan importantes los signos de puntuación». Ante ello, el futuro presidente respondió: «¿¡Que no!? Le daré un ejemplo».
Escribió en el pizarrón: «El maestro dice, el inspector es un ignorante ». De inmediato el profesor reclamó: «Yo nunca diría eso de usted, señor Sarmiento». Entonces, le respondió don Domingo: «Pues yo sí» y cambió la puntuación para dejar el enunciado así: «El maestro, dice el inspector, es un ignorante».
El filólogo José Antonio Millán en el inicio de uno de sus libros incluye sta historia «Al emperador Carlos V un día se le pasó a la firma la sentencia de un condenado en la que se leía: “Perdón imposible, que cumpla la condena”. Tras unos segundos de vacilación, el monarca decidió cambiar la coma de sitio y firmó lo que finalmente quedó así: “Perdón, imposible que cumpla la condena”».
Hace algunos años unos manifestantes protestaban frente a las oficinas centrales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público de México (antes de que existiera el Sistema de Administración Tributaria, SAT). Los ahí reunidos estaban convencidos que el cobro de sus impuestos era mayor al que establecía la ley. Después de impedir el acceso a los trabajadores, desplegaron una enorme manta frente al edificio que decía: «Cerrado por ladrones»; sin la coma se culparon a ellos mismos de lo que reclamaban.
En el libro Diccionario ilustrado de anécdotas de Vicente Vega se incluye la siguiente: «El célebre gramático Francisco Urbano Domérgue (1745-1810) tenía un tumor en la garganta. Llamó a un médico, quien una vez le hubo reconocido, le dijo: “Si no mandáis de una vez a por lo que os receto…”; “Si me has de matar con droga –le interrumpió colérico el enfermo–, no me mates con solecismos”» (es común en España usar juntas las preposiciones «a por»; anteriormente se consideraba una barbaridad; eso es lo que significa solecismo, una falta contra las normas del idioma).
Cuentan que al famoso escritor Víctor Hugo le agobiaban demasiado las dudas cuando estaba por publicar y molestaba demasiado al editor una vez que entregaba su manuscrito. Para evitarlo, éste le pagó un viaje por Egipto en barco para alejarlo varios meses.
Calculando que su libro ya estuviera a la venta, para no elevar el costo (se cobraba por palabra), envió un telegrama célebre por lo escueto y preguntar cómo había sido recibido por el público: «?». El editor respondió: «!».
Por eso, quien diga que no se pelea por una coma, recomiéndele este artículo.