El amor al pueblo de México
Si escuchamos con atención los spots radiofónicos y vemos los videos de la candidata presidencial Claudia Sheinbaum, podemos notar que ella hace diferenciaciones entre su proyecto de nación: su propuesta de construcción de la 4T o lo que ella ve que proponen los demás. En su cuenta de X publica: “Hoy iniciamos una nueva etapa con la alegría de saber que vamos por el camino correcto, el de la honestidad y resultados, la construcción de los grandes derechos y el amor al pueblo de México”. Claro que no es lo mismo verla en una grabación muy bien producida que hacerlo en vivo y en directo. Así de viva voz, ya no se le ve ni cálida, ni sonriente y la verdad, tampoco tan amorosa.
El problema es que pareciera que tenemos el contenido repartido en dos envases: uno muy jovial y otro acartonado. No sé cuántas veces se tuvieron que repetir las tomas y audios hasta dejarlos casi perfectos y no importa, porque lo que percibimos es que hay algo que no conecta entre esas dos versiones. En fin, hay algo y ese elemento es nada más y nada menos que la candidata.
Claudia se ve muy bien en los videos. Su tono de voz es claro y mesurado. Tiene una sonrisa afable, se le ve feliz de la vida, segura de sí misma y la gente de su equipo la califica como tener desde ya una actitud y estatura presidencial. No obstante, en persona no se le ve tan contenta ni tan suelta ni nada espontánea. En los mítines grita, usa un tono echeverrista. Da la impresión de estar escuchando a una maestra de otra época que da lecciones condescendientes a pupilos que no están a su altura. En los debates, deja claro que ella va derecho y no se quita, parece que tuviera obstaculizada la vista y fuera incapaz de ver más allá que a su persona.
La candidata presidencial de Morena luce rígida cuando está fuera de un set donde tiene todas las variables controladas. El lenguaje no verbal de ambas versiones está escindido. En persona, se ve tan rígida que da la impresión de que se va a romper. De hecho, da la impresión de tener una actitud imperial más que una condición presidencial. Y, me detengo un segundo a aclarar que hay emperadores que han dispensado un tierno amor por sus súbditos.
Pues, en ese sentido, hay dos problemas. Claudia ni es emperatriz —no tiene súbditos y se le ve un amor por el pueblo de México más bien seco y distante. Tal como lo dijo Xóchitl Gálvez en el debate, ella no tiene el carisma de López Obrador. Efectivamente, es una mujer muy preparada pero no conecta. Cuando ella quiere sustentar que tiene habilidades para ser presidenta de México y que cuenta con las credenciales suficientes, parece que está presumiendo. Al ventilar sus premios, parece que se está justificando.
Ella dice: “Estoy orgullosa de ser parte de la transformación ¡Orgullosa de ser mexicana! Sigamos construyendo el mejor México posible”, y concluye sus videos y sus spots invitando “ Juntos Hacemos Historia”. Ya en vivo, la cosa cambia. Como que eso de andar junto con otros no le gusta tanto. Como que eso del amor, está bien si lo recibe —de preferencia de lejitos— y eso de darlo, pues sólo será a su círculo cercano o, cuando está en un set, lista para grabar o para que le tomen una foto.